Vida Sana
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El monumento, que está abierto las 24 horas del día, es accesible por Metrorail (la parada “Pentagon”) o en auto, aunque no hay estacionamiento en el lugar, con la excepción de unos pocos espacios para discapacitados. Los conductores pueden estacionar los vehículos en el cercano centro comercial Pentagon City. Para obtener una audioguía gratuita de 24 minutos, llama al 202-741-1004 o visita pentagonmemorial.org (en inglés).
Los bancos voladizos —184 en total— emergen del suelo, elegantes, sencillos y sagrados. Quedan paralelos entre sí formando líneas sutiles pero bien definidas: el trayecto exacto del vuelo 77 de American Airlines cuando se estrelló contra el lado occidental del Pentágono, el 11 de septiembre del 2001. Debajo de los bancos hay estanques que resplandecen. Lo único que se escucha es el ruido de las pisadas sobre la gravilla, el borboteo del agua, el crujido de las hojas de los árboles de lagerstroemia y los susurros de los visitantes que honran a las 184 personas que murieron en el ataque terrorista —125 en el interior del Pentágono y 59 a bordo del avión que se estrelló contra el edificio—.
El Monumento Nacional del 11 de Septiembre en el Pentágono, un parque de dos acres en Arlington, Virginia, ubicado dentro del perímetro de seguridad del enorme Pentágono, está a pocos pasos del punto de impacto de ese fatídico día. Situado entre el epicentro del poderío militar del país y una de las principales vías de acceso a Washington D.C., el primero y más pequeño de los tres principales monumentos conmemorativos del 11 de Septiembre parece llamar poco la atención a primera vista —y no siempre es incluido en los itinerarios de los visitantes, por ser esta un área con tantos monumentos y museos famosos—. Pero si permaneces allí algún tiempo, su capacidad de conmover se hace patente.
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Líneas que demarcan los años, empezando desde el 2001 (Línea cero), atraviesan diagonalmente el espacio cubierto de grava y retroceden en el tiempo. Cada banco está alineado con el año de nacimiento de una víctima, cuyo nombre está inscrito al final del arco de ese banco. Cinco niños fallecieron en el ataque; la más joven, Dana Falkenberg, solo tenía 3 años. El banco dedicado a la hermana mayor de Dana, Zoe, de 8 años, está cerca (viajaban con sus padres con destino a Australia). También hay bancos dedicados a tres alumnos de quinto y sexto grado, que volaban a California con su maestro para participar en un programa de National Geographic.
Un gran espacio representa los años que separan a los niños de los adultos. En la línea del año 1979 está el banco de Edmond G. Young Jr., de 22 años, un técnico informático del Pentágono. Y así continúan, uno tras otro, hasta llegar al año 1930 y al banco del capitán de la Marina jubilado John D. Yamnicky Sr., de 71 años, uno de los pasajeros del avión. Es allí, en el extremo del parque, donde a Jim Laychak le gusta sentarse para recordar a su hermano, David, que murió en el ataque. “Puedes ver todo desde allí”, dice. “Me encanta ver cómo la luz del sol se refleja en el agua e ilumina los bancos”.
La interacción del movimiento del agua es relajante, a cualquier hora del día y en todas las condiciones del tiempo, incluso en las noches oscuras y frías (está abierto las 24 horas del día).
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