Argentina para enamorados
Del tango a las cataratas y estancias románticas, el país brinda una multitud de oportunidades para el romance.
por: Ernesto Lechner, AARP
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PHOTO BY: Llao Llao Hotel y Resort
Calles empedradas y fugaces ecos de tango. Noches de bohemia y cafetines antiguos que parecen no cerrar sus puertas jamás. Tanto para los porteños que viven allí como para los turistas que quedan embelesados al visitarla, Buenos Aires es una de las ciudades más románticas del planeta. La capital argentina tiene un parentesco estético con París, pero su carácter es también intensamente latinoamericano. Un Día de los Enamorados en Buenos Aires ofrece una variedad de propuestas, todas ellas con perfume de pasión.
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PHOTO BY: Zanettini/laif/Redux
1. Tango para escucharlo y bailarlo
El tango sigue vivo en Argentina. Amparado por los veteranos que vivieron su época dorada, pero también adoptado con entusiasmo por los más jóvenes. Una visita a Buenos Aires no estaría completa sin una noche de milonga. Una de las más famosas es La Viruta, en el pintoresco barrio de Palermo, con clases de baile y orquestas en vivo. Para una atmósfera todavía más auténtica, la glorieta en Barrancas de Belgrano alberga una milonga al aire libre que conmueve con su nostalgia y romanticismo.
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PHOTO BY: Javier Pierini
2. La hora del té
La hora del té, acompañada por delicados sándwiches de miga y masitas dulces, es una tradición argentina. La ciudad está repleta de suntuosas confiterías caracterizadas por el brillo opulento que le ganó a Buenos Aires el apodo de “París sudamericana”. La confitería Las Violetas, ubicada cerca del centro de la ciudad, es quizás la más impactante. Se inauguró en 1884 y todavía preserva la elegancia aristocrática de otras épocas. Los desayunos son excelentes, pero la hora del té es sin duda su mejor momento.
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3. El barrio de San Telmo
El Buenos Aires más evocador y cinematográfico —el de las tarjetas postales y la mitología tanguera— vive en el barrio de San Telmo. Aunque por momentos esta zona se ha vuelto excesivamente turística, el encanto de sus tiendas de antigüedades y cafetines retro es demasiado intenso como para disiparse ante la modernidad. Vale la pena visitar su feria de antigüedades para encontrar libros de décadas pasadas y objetos de arte. Regatear un poco los precios es parte del ritual.
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PHOTO BY: Javier Pierini
4. Un encuentro con el arte
Ubicado en el barrio de Palermo, el Museo Nacional de Arte Decorativo no es sólo recomendable por su extraordinaria galería de muebles, pinturas, miniaturas y armas, entre otros objetos, sino también por la fastuosa casa de estilo francés que alberga las colecciones. Fue en 1937 que el gobierno argentino adquirió la residencia y colección de arte de Josefina de Alvear y su esposo, el diplomático chileno Matías Errázuriz Ortúzar. Luego de recorrer la mansión, vale la pena visitar la tienda del museo, además del café restaurante Croque Madame, al aire libre.
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PHOTO BY: Javier Pierini
5. Una velada cálida
Para los que prefieren rechazar las pretensiones de un restaurante fino a favor de una propuesta más cálida y auténtica, El Preferido de Palermo es un regalo del cielo. Ubicado en la esquina de las calles Jorge Luis Borges y Guatemala, es un típico almacén español del pasado bonaerense transformado en un establecimiento para comer. Los precios son accesibles, la atmósfera encantadora y el menú hace honor a platos típicos como milanesa de pollo con puré de papas, o un sabroso filete de merluza. Entrañable.
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PHOTO BY: Hotel Villa Victoria
6. Una estadía en el Hotel Villa Victoria
Ubicado unas 22 millas al norte de Buenos Aires, el atmosférico barrio de Tigre yace al lado del delta del río Paraná y evoca el romanticismo a flor de piel de la vieja Buenos Aires. Algunas de sus residencias son accesibles sólo con lancha, y la zona recibe permanentemente a los porteños que buscan escapar del trajín de la ciudad. Una buena opción es pasar una noche en el Hotel Villa Victoria, que cuenta con solamente seis habitaciones y un jardín espléndido con piscina. Un sorpresivo vistazo a la tranquilidad del pasado bonaerense.
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PHOTO BY: Fernando Dvoskin/Redux
7. Una estancia para románticos
No existe una experiencia más romántica en la provincia de Buenos Aires que visitar una estancia tradicional. Entre las tantas que hay, La Candelaria es una de las más grandiosas, especialmente al considerar su parque de más de 100 hectáreas (247 acres) y el edificio principal, un castillo normando. La Fiesta Gaucha y el Día de Campo son altamente recomendables. Pero lo mejor es pasar una noche o dos en una de las 10 habitaciones del castillo y desayunar al día siguiente en el espacioso comedor antes de un paseo por el campo.
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8. Las cataratas de Iguazú
El calor y la humedad no son para nada románticos, pero una visita a las cataratas de Iguazú es una experiencia inolvidable. El Parque Nacional, ubicado en el lado argentino de las cataratas, incluye varios paseos. La caminata de menos de una milla hacia la Garganta del Diablo es espectacular, desembocando en vistas tan majestuosas que sólo pueden ser apreciadas plenamente en persona. Para conocer la región más allá de lo obvio, el circuito turístico, es recomendable visitar el refugio de animales silvestres Güiráoga, üque en guaraní significa “la casa de los pájaros”.
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9. La ruta de los Siete Lagos
Argentina es mucho más que Buenos Aires, y los visitantes con un poco de tiempo en sus manos deberían animarse a viajar unas cuantas horas en avión para llegar al sur y disfrutar de los paisajes de Bariloche y sus alrededores. Alquilar un auto y recorrer la Ruta de los Siete Lagos —que comienza en San Martín de los Andes y se extiende hacia el sur, con vistas de una belleza que corta el aliento— es un ritual que merece ser experimentado. Lagos cristalinos, bosques de pino y montañas cubiertas de nieve son algunas de las recompensas, amparadas por la excelente infraestructura turística.
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PHOTO BY: Llao Llao Hotel & Resort
10. Bariloche y sus alrededores
Sus habitaciones no son baratas, pero el Llao Llao de Bariloche es uno de los hoteles más bellos del planeta. Anidado entre dos lagos de aguas azules y prístinas, el edificio ofrece un festival de vistas magníficas, además de contar con un spa y cancha de golf. Pero la mejor experiencia que ofrece el Llao Llao es probablemente la hora del té en el salón Winter Garden. El hotel tiene su propia mezcla de té de hierbas, además de ofrecer tartas de moras, scones con mermelada, sándwiches de salmón ahumado y otras exquisiteces.
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