José Luis Perales: “La puerta no se me ha cerrado nunca”
El cantautor español comparte de todo un poco sobre su carrera y vida.
Ya casi nadie da entrevistas como José Luis Perales: sin límites de tiempo, sintiendo gusto por la conversación, contagiando con su entusiasmo, inspirando con sus anécdotas. Al escucharlo, cuesta decidir quién es más carismático, si el cantautor de grandes melodías como ¿Y cómo es él? o este fantástico relator de experiencias.
Y es que experiencias son algo que le sobran, no porque tenga 71 años sino porque se ha encargado de vivirlos como un inagotable explorador de la vida. Uno que se enclaustra por meses en su estudio para hacer cerámica, para después entregarse a la producción de su marca de vino y luego escribir su primera novela (La melodía del tiempo), o grabar su más reciente disco (Calma). Por eso, dice, no hace giras con tanta frecuencia. Así, entre una cosa y otra, ha disfrutado de una carrera de cuatro décadas de éxitos musicales, que nos hace preguntar cómo ha logrado mantenerla: “La verdad es que creo que todo se debe a la gran vocación que tengo por la música. Hacer algo que a uno le encanta hace que uno continúe haciéndolo sin cansarse. La edad para mí no cuenta nada, sobre todo cuando entiendo que no he cansado, cuando no he atropellado, a los demás con mis temas”.
¿Por qué tituló "Calma" a su nuevo disco?
Porque estamos en un mundo bastante complicado. Hay demasiada tensión entre la gente, con los políticos que no favorecen a los ciudadanos, hay guerras absurdas que atacan a mucha gente inocente y una tensión generalizada en la sociedad en la que vivimos. Cuando terminé el disco, pensé: ‘¿Qué necesitamos para estar mejor?’. Y pensé: ‘¡Un poco de calma!’. Me surgió una especie de urgencia por ponerle ese título.
Su novela La melodía del tiempo ha tenido una gran recepción. ¿Cómo se dio ese crossover?
Creo que muy fácilmente. Para mí fue como hacer una canción muy larga. Siempre que escribía una canción me resultaba corta y me quedaba con el deseo de decir más cosas. En una ocasión, Gabriel García Márquez comentó que le gustaría contar una historia en tres minutos como lo hacía yo. Cuando lo escuché dije, ‘¡No puede ser que este hombre tan importante diga eso de mí!’. Y pensé: ‘Voy a hacer una canción muy larga, muy larga’. Y creo que al público le gustó porque ya va por la tercera edición.
¿Cómo fue el salto de la poesía y la composición a estructurar una novela?
Siempre he sido muy anárquico para aprender las cosas, muy autodidacta. Jamás he hecho un taller de escritura, como tampoco fui a un conservatorio a aprender música. De la misma manera, la novela fue como una crónica que fue surgiendo de manera espontánea. Mi único taller fue García Márquez. Me leí todos sus libros; se fue convirtiendo en mi maestro sin pretenderlo él, y sin pretenderlo yo.
De todos los artistas que han interpretado sus canciones, ¿cuál le ha gustado más?
La verdad es que hay una canción favorita, no como versión ni por la fama del artista, sino por la repercusión que tuvo en mi carrera. Es la que hice para Jeanette, Porque te vas (1974). El tema lo incluyó Carlos Saura en la película Cría cuervos y fue un éxito por muchos países. Como autor, es la canción más importante que he hecho. Y desde otro punto de vista, Que canten los niños es la que más feliz me ha hecho porque hablaba de los niños huérfanos, marginados, y eso me dio una gran satisfacción.
¿Cómo se dio la idea de sorprender a Isabel, su fan enferma, en un hospital de España?
Simplemente me llamaron de Antena 3 para dar esa sorpresa. Me gustó porque se trataba de llamar la atención a la importancia de tener música en los hospitales. Es algo en lo que creo mucho: el poder de la música como terapia. A ella la engañaron para llevarla al hospital como para una revisión especial y a mí me pusieron una bata de enfermo. Allí salí diciendo que me dolía mucho la cara, conversamos un poco y terminé cantándole… Y bueno, allí está el video en internet que muestra lo emocionados que estábamos los dos.
¿Cuál ha sido la satisfacción más grande de su carrera?
Hay dos: Una fue el primer viaje a América en 1974; recién grabado mi primer disco, viajé a Argentina a recibir mi primer disco de oro. Desde entonces, la puerta no se me ha cerrado nunca. La otra fue cantar en el Carnegie Hall, en Nueva York. Recuerdo todo sobre ese día. Me asomé a la ventana de mi hotel y vi que estaba nevando. Había como medio metro de nieve en las calles, pero no me importó. Me abrigué muy bien y me fui caminando hasta el Carnegie y vi el letrero colgado en la entrada que decía Sold Out. Me quedé allí parado, viéndolo como un niño, hasta que mi manager me habló y me tomó una foto frente a él para que mi madre viera lo importante que era su hijo en América.
En este momento está de gran gira por España e Iberoamérica. ¿Todavía tiene el público la capacidad de sorprenderlo?
Yo creo que una de las cosas que siempre me sorprende es lo que te gritan desde las butacas. La gente es muy creativa. En este año mismo, en Buenos Aires, un hombre se paró y me gritó ‘¡Dioso!’. Casi detengo la canción porque mi mente sólo preguntaba, ‘¿Pero qué ha dicho?’. Los argentinos son muy creativos, es un público muy visceral. Pero también en toda América, la verdad, la gente es muy efusiva.
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