El tesoro enterrado de Buena Vista Social Club
Omara Portuondo y Ry Cooder hablan sobre el nuevo álbum, ‘Lost and Found’.
ROBIN TOWNSEND/Corbis
La cantante cubana Omara Portuondo, parte de El Buena Vista Social Club, está en una gira de despedida con el nuevo álbum de la agrupación.
En 1997 salió un disco que cambió la historia. El Buena Vista Social Club, producido por el guitarrista estadounidense Ry Cooder, es un conmovedor tributo a la era dorada de la música cubana. Contó con la participación de veteranos cantantes e instrumentalistas que en ese entonces eran relativamente desconocidos. La canción principal del disco, Chan chan, dio la vuelta al mundo, apoyada en la melancólica guitarra de Cooder y los dulces sonidos del son.
Cuando las ventas superaron los millones de discos, el Buena Vista se transformó en un símbolo: el retorno triunfal de un pasado que era demasiado maravilloso para olvidar. Además, creó toda una escuela. El disco original desencadenó docenas de grabaciones solistas, una película, giras internacionales e infinidad de imitadores. Hasta el día de hoy, los turistas que caminan por las calles de La Habana se encuentran con grupitos locales que entonan el Chan chan.
Muchos protagonistas del grupo original han fallecido: los cantantes Ibrahim Ferrer y Compay Segundo; el pianista Rubén González y el bajista Orlando “Cachaíto” López. Este año, el grupo Buena Vista —con Omara Portuondo y Eliades Ochoa como figuras principales— está realizando una gira de despedida. Mientras tanto, su disquera acaba de lanzar Lost And Found, una excelente colección de canciones inéditas y grabaciones en vivo. Y el grupo se encuentra en medio de una gira mundial.
“Estoy muy contenta con este nuevo lanzamiento”, exclama Portuondo desde un cuarto de hotel en París. A los 84, tiene la vitalidad de una joven de 20. “Más que por mi participación en las grabaciones, estoy alegre por las canciones en sí, que las escucho desde pequeña y son parte de nuestra cultura cubana”, dice. “Felicito a la disquera por haberlas perdido, para después encontrarlas”.
Ry Cooder, el guitarrista que lo inició todo en 1996, se muestra un poco más escéptico. Si bien no colaboró directamente en Lost And Found, dos de los temas en esta compilación fueron de su producción para el disco original de Buena Vista.
“Un lanzamiento como este es un tema complicado”, explica desde su casa en Los Ángeles. “A veces uno piensa: hay una razón por la cual esta grabación no fue incluida en el disco original. Por otro lado, si a la gente le interesa escuchar el material, ¿por qué no? Si nadie compra este tipo de discos, sólo quedará la música de Taylor Swift”.
Quizás haya algo de oportunismo comercial en este proyecto. Pero Lost And Found está lleno de momentos inolvidables: una grabación en vivo de Cómo fue, el inmortal bolero de Beny Moré;
Bruca manigua de Arsenio Rodríguez, con un Ibrahim Ferrer épico; una versión en estudio de Lágrimas negras grabada a los apurones porque Portuondo tenía que ir al aeropuerto; y la Guajira en F, de la Alegre All Stars, que conecta sabiamente a la salsa neoyorquina con las raíces de Cuba.
El disco enfatiza las cualidades casi milagrosas del proyecto original, un encuentro de culturas que cambió para siempre la vida de Cooder.
“Estar en un cuarto con gente como Compay Segundo aumenta tu poder individual”, cuenta el guitarrista. “Es como tener más gasolina en el tanque, o un cilindro extra en el motor. Esos dos años que pasamos viajando a Cuba constantemente fueron intensos. Fue como un viaje en una alfombra mágica. Cuando toco la guitarra hoy, la influencia de todo eso está siempre presente”.
Recordando a las leyendas
A su vez, esta nueva aparición del Buena Vista, tanto en concierto como en las canciones desenterradas, despierta la nostalgia por los integrantes que no están más.
“Recuerdo constantemente a Compay Segundo, quizás porque pasé tanto tiempo con él”, dice Cooder. “Era el más viejo y el más talentoso en cuanto a saber cómo tenían que sonar las canciones. Había estado con Matamoros, por el amor de Dios. Conoció a Sindo Garay. Participó en esta música desde sus comienzos. Y tuvo la amabilidad de mostrarme todas las cosas que yo estaba haciendo mal. ‘Incorrecto, incorrecto’, me decía constantemente [risas]”.
Pero quizás sea Ibrahim Ferrer el máximo representante del Buena Vista como metáfora de un final feliz. El cantante, que falleció en 2005 a los 78 años, conoció la fama en la tercera edad, luego de pasar toda una vida luchando por establecerse en la música cubana del siglo 20.
“Cuando estábamos grabando, me contaron de un cantante que ahora vendía boletos de lotería”, recuerda Cooder. “De repente aparece Ibrahim en el estudio. Parecía un cantante de blues del Mississippi. Abre la boca y empieza a cantar Dos Gardenias. Le dije que se colocara delante del micrófono y que empezáramos a grabar. Miró para atrás, como si le estuviera hablando a otra persona. Había estado lustrando zapatos en el malecón. Tenía betún en la ropa. Al día siguiente volvió con la ropa de vestir que había guardado de los viejos tiempos”.
“Ibrahim era delicioso”, agrega Portuondo. “Buenísima persona. Era el que menos posibilidad había tenido de triunfar hasta que llegó el Buena Vista. Siempre estuvo en grupos pero no lo dejaban cantar como solista. Ya ves, estaban equivocados. Parece que tenía que esperar a que llegara el momento apropiado”.
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