Vida Sana
La dramaturga María Irene Fornés (Cuba, 1930), una de las mejores representantes del teatro de vanguardia estadounidense, creó personajes extraordinarios en sus más de 40 obras, pero ninguno tan extraordinario como ella misma. El mérito del documental The Rest I Make Up es que su directora, Michelle Memran, logra capturar a Fornés como si fuera uno de sus personajes y nos revela a una artista de un talento asombroso. Memran siguió a Fornés con su cámara rastreando el gradual declive cognitivo que trae consigo el Alzheimer, pero que deja intacta la esencia de la escritora como artista. Memran nos habla de cómo fue descubriendo a la persona detrás de la dramaturga en los 13 años que le tomó completar el documental.
¿Cómo conociste a María Irene?
Yo era periodista y fui a entrevistarla, pero nos hicimos amigas inmediatamente. De hecho, lo fuimos antes de hacer la película. Yo tenía 25 años y ella 70.
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¿Estaba bien en ese entonces?
Creo que comenzaba apenas a perder la memoria, pero era difícil detectarlo porque era un ser tan especial y excéntrico que parecía parte de su personalidad despistada. Tal como su teatro sorprendía siempre al espectador porque nunca siguió ninguna fórmula, con sus obras nunca sabías lo que iba a seguir, el documental parece seguir ese aspecto de su arte: nunca sabes lo que Irene va a hacer a continuación, o lo que dirá Irene porque su conciencia está operando en un nivel más profundo.
¿Qué era lo que aún la definía como artista e intelectual cuando ya no tenía sus facultades mentales?
Cuando la conocí, pensé: “Esta es la mujer más increíble que he conocido en mi vida”. Poco después comenzó a perder la memoria. Así que para mí no había sensación de pérdida, era como la Irene que conozco. Para mí su esencia era su capacidad de vivir en el momento, estar siempre en el presente. Eso era palpable desde antes. La enfermedad te obliga a vivir solo el presente porque no recuerdas nada y no puedes pensar en el futuro, pero ella siempre fue así. Yo, por el contrario, nunca podía vivir el presente, siempre estaba ansiosa y temiendo por el futuro. Estar con Irene era como tener un ángel que te obligaba a estar consciente del momento y disfrutarlo de forma exuberante. [En el aspecto intelectual,] creo que Irene es bastante particular porque ella nunca fue un “cerebrito”. Era muy reflexiva, pero no una gran lectora. Su talento tenía más que ver con la intuición y el sentimiento. Su proceso creativo no se basaba en el conocimiento, sino en las vivencias. Su inspiración eran los sonidos, el diálogo. Sacaba más de una conversación que de leer un libro.
Fue la escritora Susan Sontag la que la animó a escribir, ¿no es cierto?
Sí. Comenzaron su relación aproximadamente en 1959, pero ya para 1963 o 64 no estaban juntas; así que no fue mucho tiempo, pero Sontag sí fue decisiva en su carrera. Según dicen, todo comenzó porque Susan estaba teniendo problemas para escribir una novela, e Irene, para ayudarla, le dijo que iba a ver lo fácil que es escribir una novela. Se fue a su casa y al final terminó escribiendo la obra Tango Palace. Ya había escrito una obra de teatro en español llamada La viuda, pero Tango Palace es la primera que se representó.
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