Vida Sana
| Cuando Kirby Feldmann se jubiló de su estresante trabajo en la industria farmacéutica hace casi dos años, esperaba tener por fin tiempo para ofrecerse como voluntaria. Comenzó a colaborar con una organización comunitaria para brindar cuidados de relevo —o los descansos necesarios— durante el día a los cuidadores de pacientes con Alzheimer.
También se ofreció para capacitar a los adultos mayores para que aprendan a usar la tecnología. Además, se ofreció como voluntaria en un grupo que ayuda a encontrar empleo a los miembros de la comunidad que tienen discapacidades.
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Feldmann, quien tiene 60 años y vive en Racine, Wisconsin, dijo que luego llegó la COVID-19 y debió suspender todas las actividades que la mantenían ocupada. “Realmente busqué algo para ocupar mis días porque de pronto tuve mucho tiempo libre”, explica. “Yo necesito tener algo que hacer”.
Un año después, Feldmann llenó ese vacío enviando cartas que llegan a cientos —y a veces, miles— de personas que viven en hogares de ancianos y otros centros de cuidados a largo plazo de todo el país La COVID-19 ha devastado a este sector de la población, con la muerte de más de 175,000 residentes y miembros del personal de centros de cuidados a largo plazo y el mayor aislamiento de otros cientos de miles debido a las restricciones de visitas y actividades que impuso la pandemia. Ahora que el programa federal para vacunar a los residentes de comunidades de cuidados a largo plazo está a punto de finalizar, las nuevas pautas federales indican que ya pueden regresar los visitantes, pero todavía hay muchas restricciones.
Feldmann comenzó a escribir cartas después de buscar formas de continuar ofreciendo su labor voluntaria en los primeros días del coronavirus. Descubrió un programa de envío de notas en el sitio web de la Good Samaritan Society (enlace en inglés), una de las principales organizaciones sin fines de lucro del país que brinda cuidados y servicios para adultos mayores. Ella nunca había oído hablar de la organización evangélica luterana, que tiene más de 200 centros que incluyen cerca de 160 hogares de ancianos en 22 estados. Sin embargo, la herramienta virtual gratuita que permite que cualquiera envíe mensajes a las sedes del grupo —y que ofrece la opción de enviar notas a “cualquier residente”— parecía demasiado fácil como para ignorarla.
“Lo vi y pensé, vaya, esto es algo que podría hacer”, dijo Feldmann. “Podría empezar a hacerlo mañana”.
Desde hace un año, de lunes a viernes ingresa al sitio web de Good Samaritan Society, escribe una nota en un formulario virtual, hace clic en cada uno de los centros para enviarla, y luego repite el proceso con alrededor de 80 centros, una cifra que sigue aumentando. Cuando la carta llega al centro, un miembro del personal la imprime y la distribuye o lee en voz alta a los residentes o la coloca en una cartelera pública. Otros centros de cuidados a largo plazo, organizaciones e individuos han creado programas similares de amigos por correspondencia o solicitaron recibir cartas, tarjetas y dibujos infantiles, una señal de lo importante que puede ser la comunicación con los residentes, incluso cuando proviene de desconocidos.
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