Después de su comedia dramática de transición a la adultez Lady Bird, la escritora, directora y actriz nominada al Óscar, Greta Gerwig, podía haber hecho cualquier cosa. Eligió adaptar y dirigir la trascendental novela de 1868 de Louisa May Alcott Little Women, en la que volvió a trabajar con Saoirse Ronan como la aspirante a escritora y pensadora independiente Jo March. Esta 14.ª versión cinematográfica (después de las dos más populares, una de Gillian Armstrong en 1994 y la otra de Mervyn LeRoy en 1949) es una película amplia de una época de prestigio, fiel al espíritu de poder femenino de la novela, al tiempo que confronta pronunciada y vívidamente la disparidad financiera e intelectual de la sociedad. Tal vez, al ser una artista independiente como Jo, Gerwig quería probar que podía tener éxito comercial dirigiendo una película de estudio de alto presupuesto.
La historia familiar de las hermanas March de Concord, Massachusetts —Jo, Meg (Emma Watson), Amy (Florence Pugh) y Beth (Eliza Scanlen)—, su adorada Marmee Laura Dern, de 52 años) y la exigente tía March (Meryl Streep, de 70 años), tiene un parecido a Pride & Prejudice y Downton Abbey. A medida que las cuatro hermanas, escasas de dinero, pasan por dificultades en el camino a la adultez —mientras su padre ausente (Bob Odenkirk, de Better Call Saul, de 57 años) lucha en el ejército—, enfrentan los obstáculos de encontrar una pareja provechosa con el placer de todas las heroínas de Austen. Más marcadamente que en adaptaciones anteriores, el dinero es una gran preocupación para estas jóvenes —mujeres del siglo XIX a quienes, por ley, se les negaba ser dueñas de sus propios hijos y, cuando se casaban, le otorgaban todos sus bienes heredados al esposo—.
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Rodeada por un elenco de ensueño, Ronan eleva luminosa y vigorosamente la trama. Watson interpreta a una carismática Meg, y las menos conocidas Pugh y Scanlen continúan ascendiendo al estrellato como la celosa Amy y la bondadosa Beth. Dern termina un año profesionalmente exitoso (es probable que gane el Óscar a la mejor actriz de reparto por su papel en Marriage Story) como la abnegada supermadre que le admite a su querida Jo que debajo de su fachada amorosa, está perpetuamente enojada. Streep ejecuta con elegancia unas cuantas escenas fundamentales como la solterona adinerada cuyo dinero controla el destino de las chicas —y le da el derecho de ser franca—. Timothée Chalamet, James Norton y Louis Garrel son los pretendientes ideales; Chris Cooper, de 68 años, de ojos tristes, es cautivador como el vecino con prominencia social.
Cada escena está filmada y enmarcada relucientemente por el cinematógrafo Yorick LeSaux. Los vestuarios de la ganadora de un Óscar Jacqueline Durran son deslumbrantes, y el diseñador de producción Jess Gonchor ofrece más que un diseño de interiores idealizado: su buen ojo para las disparidades de riqueza ayuda a definir los personajes.
Si hay un problema en este paraíso de mujeres es que el guion de Gerwig avanza y retrocede en el tiempo y no sigue los consejos críticos que Mr. Dashwood (Tracy Letts, de 54 años), el condescendiente editor, le da a la escritorzuela Jo. De forma arrogante, él tacha todas las páginas de Jo con su pluma estilográfica, recortando y ajustando su trabajo. La película de 135 minutos tiene demasiadas escenas que reiteran puntos paralelos, secuencias oníricas que distraen y más finales que un concierto de James Brown. Dicho eso, Gerwig ha creado una versión ambiciosa, enérgica y de gran alcance de Little Women para nuestros tiempos: políticamente astuta, proponente de artistas mujeres y avivada con la interesante rivalidad entre hermanas y las lealtades que definen a estas mujercitas imperfectas, literarias y de gran corazón.
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