‘Operation Finale’: Rápido y furioso
Protagonizada por Oscar Isaac, narra el secuestro de un nazi después de la Segunda Guerra Mundial.
DIRECTOR: Chris Weitz
GUION: Matthew Orton
ELENCO: Ben Kingsley (Adolf Eichmann), Oscar Isaac (Peter Malkin), Lior Raz (Isser Harel), Mélanie Laurent (Hanna), Nick Kroll (Rafi Eitan) y Joe Alwyn (Klaus Eichmann)
DURACIÓN: 118 minutos
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Limpia, rápida y efectiva como la operación con la que el Mossad secuestró a Adolf Eichman en Argentina: así es la película que se basa en ese hecho histórico. Como la temporada en la que se exhibe, Operation Finale se encuentra a medio camino entre una cinta de acción y aventura, típica de los estrenos de verano, y las serias contendientes al Óscar que se lanzan en otoño. Estrenada a principios de septiembre, Operation Finale cabría todavía en los filmes de verano, pero no tiene la suficiente acción trepidante para serlo del todo. Por otro lado, el tema del que trata exigía una reflexión más profunda sobre un asunto moral de implicaciones universales. El hecho es que, si no fuera porque el objeto del meticuloso plan de secuestro era el hombre encargado de coordinar el transporte de judíos a las cámaras de gas de Belzec, Chelmno, Sobibor, Treblinka y Auschwitz-Birkenau durante la Segunda Guerra Mundial, Operation Finale sería como otra película de un gran robo o secuestro.
La historia tiene lugar en 1960. Agentes del Mossad, coordinados por Peter Malkin, llegan a Buenos Aires siguiendo una pista seria de que Eichmann se encuentra en Argentina haciéndose pasar por un tal Ricardo Klement. Por dos semanas el grupo de ocho jóvenes idealistas y furiosos (cada uno tiene una historia personal de familiares y amigos muertos en el Holocausto) se dedican a seguirle los pasos. Hay mucha tensión entre ellos puesto que algunos quieren simplemente matar a Eichmann a sangre fría. Hay también tensión sexual entre Malkin y la doctora Hanna, quienes habían sido pareja. Ella será la encargada de drogar a Eichmann para secuestrarlo. El jefe de todos, Rafi Eitan, les dice que matarlo sería dejarle huir por la salida fácil: que Eichmann tiene que estar vivo para enfrentar la justicia de aquellos a los que asesinó y que los ojos del mundo deben ver el castigo ejemplar para disuadir a otros de que hagan lo mismo. Así, el 11 de mayo de 1960 los agentes finalmente capturaron a su presa y lo llevaron a una casa que ya tenían preparada para retenerlo. Después de negarlo varias veces, Eichmann admitió su verdadera identidad.
VALERIA FLORINI/METRO GOLDWYN MAYER PICTURES
Ben Kingsley encarna a al oficial nazi Adolph Eichmann en "Operation Finale", dirigida por Chris Weitz.
Los jóvenes se turnan para alimentar a Eichmann, e invariablemente lo hacen con asco y asombro: no pueden creer que tengan enfrente al ejecutor de la “solución final”. Eichmann no es nada más que un hombrecillo metódico que acepta su suerte convencido de que él “sólo seguía órdenes”. Aunque la idea era llevárselo inmediatamente, las autoridades argentinas retrasaron una semana la entrada del avión de la aerolínea israelí El Al por motivos burocráticos. Esto hizo que los agentes convivieran con Eichmann más tiempo del que habían calculado. En especial Malkin tiene varias conversaciones con él tratando de convencerlo de que firme una carta en la que declare que iba a Israel por su propia voluntad: “a limpiar mi conciencia”. El asunto es que si las autoridades argentinas los atrapan antes de que llegue el avión israelí, todos serán detenidos por secuestro. Pero en realidad, nunca sentimos que los agentes estén realmente en peligro y eso es parte del problema con Operation Finale. Además, aunque fueron las victimas en el pasado, ahora aparecen como los victimarios.
Malkin y Eichmann tienen cierto acercamiento. Eichmann insiste en que no es antisemita y que simplemente estaba convencido como muchos otros de que había que obedecer al líder para que Alemania se salvara. La película no excava cuestiones profundas como las hechas por otros artistas en temas donde víctima y victimario están al fin frente a frente. En juego están demasiadas cosas: el tiempo que ha pasado, encontrar la humanidad de quien se imaginaba como un monstruo, y, lo peor: descubrir que quien realizó semejantes crímenes ni siquiera estaba consciente de por qué lo hizo. La filósofa alemana Hannah Arendt lo describió en toda su trágica ironía dando sus impresiones sobre el juicio a Eichmann: “la banalidad del mal”. Eichmann, para Arendt, decepcionó a quienes esperaban encontrar a un genio del mal, un raro espécimen, y lo que encontró fue solo un burócrata limitado cuya única excusa para lo que hizo es que “solo estaba recibiendo órdenes”.
No solo artistas e intelectuales han escrito grandes tratados filosóficos sobre tan complicado asunto moral. Varios filmes han sido profundas disquisiciones sobre víctima y victimario, el perdón y la venganza. Entre ellos, uno de los mejores, La muerte y la doncella (escrita por el chileno Ariel Hoffman en 1994) fue incluso estelarizada por el mismo Kingsley, pero dirigido por el cineasta Roman Polanski, es otra cosa. Es decir, hay suficientes referencias sobre lo que se pudo hacer. Si hacemos de lado esto, Operation Finale es una buena cinta de verano para pasar el rato. Y nada más.