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Viajes inolvidables en tren

Cuatro escritores describen los momentos más memorables de sus viajes en tren.

spinner image Tren Glacier Discovery
El tren Glacier Discovery viaja desde Anchorage hasta la parada de Spencer Glacier Whistle en Alaska.
Alamy

Los viajes en tren han existido durante siglos, pero ciertos ferrocarriles y experiencias pueden cambiar tu forma de pensar sobre los viajes. Tal vez incluso cambie tu vida. Le pedimos a cuatro escritores de viajes que compartieran sus aventuras en tren que perduraron mucho después de que abandonaran la vía.

Glacier Discovery Train

spinner image Icebergs en el lago Spencer y la escritora Susan Barnes
Icebergs en el lago Spencer y la escritora Susan Barnes esperando cerca de las vías del tren Glacier Discovery en Alaska.
Alamy / Cortesía de Susan B. Barnes

De Anchorage a Grandview, Alaska

En Alaska, conocida como la “tierra del sol de medianoche”, lo mejor es viajar despacio.

Al asomarme por la ventanilla desde mi asiento en el lado derecho del vagón, vi un destello blanco. Luego otro. Y otro más. No fue sino hasta que oí el grito de júbilo de otro pasajero que me di cuenta de que los destellos blancos eran ballenas beluga. Era la primera vez que las veía en libertad, y todo gracias al ferrocarril de Alaska.

Cuando se trata de viajar, suelo ser de las que quieren llegar a su destino lo más rápido posible.

Sin embargo, aprendí que cuando se trata de conocer Alaska a fondo, lo mejor es viajar despacio. Y una de las mejores formas de sumergirse realmente en todo lo que la tierra tiene que ofrecer es a bordo del Ferrocarril de Alaska.

Viajaba en el tren Glacier Discovery (en inglés) desde Anchorage cuando vimos las ballenas beluga (además de ovejas de Dall, alces y águilas calvas) como parte de la aventura ferroviaria en el Ferrocarril de Alaska.

Me bajé del tren en la parada de Spencer Glacier Whistle para emprender una aventura previamente programada, fuera de los circuitos turísticos, con un pequeño grupo de pasajeros del tren. Nos reunimos con nuestro guía en una zona silvestre y remota del Bosque Nacional Chugach y salimos en balsa para remar por el lago Spencer. Al estar rodeada de témpanos que flotaban en las serenas aguas del lago, me sentí muy pequeña y maravillada ante la naturaleza intacta que me envolvía.

Me sorprendió el color de los témpanos, no eran tan blancos como pensaba. Su color variaba entre tonos azules creados por la luz difusa y entretejidos con el negro de la morrena, las rocas y los escombros que acumulan los glaciares al desplazarse lentamente sobre la tierra. Los colores de los témpanos seguían transformándose mientras remábamos junto a ellos. Yo estaba fascinada.

Nuestra balsa llegó al río Placer, que nos llevó por una tranquila trayectoria que atravesó la naturaleza virgen de Alaska. La calma nos seguía por el río, solo interrumpida por pequeños rápidos y algún que otro pájaro que nos sobrevolaba.

Al terminar nuestra aventura, caminamos de regreso a las vías del tren y le hicimos señas al tren para que nos llevara de regreso a la civilización. Nuestro pequeño grupo estaba en silencio. Seguíamos embelesados por la belleza remota y sobrecogedora que habíamos descubierto gracias al Ferrocarril de Alaska.

Tarifas de ida y vuelta a partir de $141.

Susan B. Barnes escribe desde hace mucho tiempo sobre viajes y ha colaborado con AFAR, Allrecipes, Condé Nast Traveler, Travel + Leisure y otras publicaciones.

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Pase Eurail

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Un pase Eurorail lleva a los pasajeros a la ciudad medieval de Siena, Italia.
Alamy

En 1977, mi flamante marido, Matt, y yo viajamos en tren a Florencia, Italia, con el fin de ver las obras de Botticelli y da Vinci en la Galería Uffizi y comprar sandalias de cuero hechas a mano. En la estación, los agentes de turismo nos dijeron que todos los hoteles estaban llenos.

No hubo problema: nos saltamos las filas de la boletería, hicimos un viaje de dos horas en tren hasta la ciudad medieval de Siena y al atardecer ya estábamos degustando tortellinis hechos a mano.​Matt y yo pudimos hacerlo porque utilizamos un pase Eurail, el boleto de viajes ilimitados en tren por Europa. Después de validar nuestros pases de 21 días sin límite de millas, que costaron unos $200 cada uno, pudimos disfrutar de vistas privilegiadas de una docena de países de acuerdo con nuestro propio horario y subir y bajar del tren a nuestro antojo. Solo teníamos que mostrar nuestro pase cuando los inspectores pasaban a controlar los pasajes.

¡Qué buenos recuerdos nos llevamos del viaje que hicimos juntos! Nunca olvidaré el trayecto hacia Ámsterdam cuando desde la ventanilla contemplamos los prados de tulipanes multicolores en flor y, desde luego, los molinos de viento que giraban lentamente. 

Conversar con pasajeros de otros países fue otra suerte. En el trayecto de Ámsterdam a Suiza, charlamos sobre la economía mundial con un comerciante holandés de materias primas que vestía un traje impecable y se dirigía a su chalé de fin de semana en Alemania.

Mencionó ciudades históricas a orillas del Rin, la imponente catedral gótica de Colonia y la densa Selva Negra. 

Matt y yo nos cruzamos —dos veces— con una intrépida pareja de recién casados australianos que utilizaban pases Eurail en una odisea de cinco meses. Matt los conoció cuando ayudó amablemente al marido, Stan, con las dos maletas enormes de la pareja. 

Conversamos sobre la guerra de Vietnam y la vida cotidiana en Australia. Después de nuestro segundo encuentro, un cruce casual cerca de la estación de tren de Barcelona, Stan y Joy nos acompañaron a dar un paseo en barco por el puerto y nos invitaron a beber sangría en un café local. 

Comencé a viajar con pases Eurail en 1971 cuando era mochilera, gastaba $5 por día y dormía en los trenes para no tener que pagar el alojamiento, y con los años el pase siempre me ha dado flexibilidad y libertad para viajar. Si no quieres planificar de antemano tu itinerario exacto ni hacer reservas por adelantado, esta es una forma sencilla de recorrer Europa a tu manera.

Dada la cantidad de aerolíneas europeas de bajo costo que hay hoy en día, ¿por qué sigo prefiriendo viajar con Eurail? Porque los pases te permiten ir donde quieras, cuando quieras. Los trenes te transportan al centro de las grandes ciudades y a puntos del mapa de los que nunca has oído hablar. ¿Sientes el deseo de explorar más? No tienes más que subirte al próximo tren.

Tarifas de pases de 22 días a partir de $593 ($533 para mayores de 60 años).

Kitty Bean Yancey es una galardonada exsubdirectora editorial y escritora de temas de turismo de USA Today.

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Chepe Express

spinner image Tren Chepe Express
El Chepe Express viaja de ida y vuelta a Chihuahua, México.
Alamy

De Los Mochis, Sinaloa, a Creel, Chihuahua, México 

Rocky y yo nos conocemos muy a fondo. No somos parientes consanguíneos, pero cuando estábamos en la escuela secundaria, nuestros profesores y compañeros nos consideraban una sola persona. Yo no era Adam, un estudiante que aspiraba a ser periodista algún día, y él no era Rocky, un aspirante a empresario. No, éramos AdamyRocky, una palabra, pronunciada de un tirón. Nuestra profesora de inglés, la Sra. Morgan, solía decir que compartíamos el mismo cerebro.

Cuando nos distanciamos después de la escuela secundaria, hicimos un pacto al estilo Tom Sawyer y Huck Finn para comprometernos a emprender una aventura cada año. Y así lo hicimos durante muchos años, pero la vida se interpuso y cada vez nos resultó más difícil escaparnos. 

Fue en una conversación por mensaje de texto sobre un viaje que hicimos en el pasado a Los Cabos, México, cuando surgió nuestra idea. En todas las veces que habíamos viajado al sur de la frontera, nunca nos habíamos alejado de la playa. Pero esta vez, Rocky y yo decidimos recorrer México en tren, ya que nuestros viajes por el mundo nos habían enseñado que la mejor forma de conocer un país y a su gente era sobre rieles. 

“¿Recuerdas cuando hicimos senderismo por el Gran Cañón?”, me escribió Rocky en medio de un día de trabajo.

“Por supuesto”, le contesté segundos después. “Sigue siendo una de las mejores excursiones de senderismo que hicimos”.

“¿Quieres superar ese nivel y explorar un cañón aún más grande?”.

“🙂” le respondí. (Esto fue en el inicio de la era de los emojis, y aunque nuestros hijos nos decían que no nos molestáramos en intentar estar a la moda, lo hicimos de todos modos).

El Chepe Express recorre más de 220 millas serpenteando las Barrancas del Cobre, en el desierto de Sonora. La región de Barrancas del Cobre tiene aproximadamente 25,000 millas cuadradas, y el sistema de cañones es más grande que el Gran Cañón. Comienza cerca de las arenosas costas de Los Mochis, en el estado mexicano de Sinaloa (en el lado este del golfo de California) y hace cuatro paradas: El Fuerte, Bahuichivo, Divisadero y por último Creel, en el estado de Chihuahua.

Rocky y yo volamos a Los Mochis para pasar un par de días en la playa antes de tomar el tren. Salimos de la estación a las 8 en punto de la mañana y comenzamos nuestro recorrido a campo traviesa.

Como muchos trenes europeos, el Chepe Express ofrece tres clases de servicio: primera clase, clase ejecutiva y clase turista. Sin embargo, si te gusta viajar con lujo, los asientos de la clase turista no son para ti. En términos de comodidad, es como estar sentado en un banco del parque durante ocho horas. Sin embargo, pasamos la mayor parte del tiempo en el vagón social sacando fotografías y conversando, así que casi ni nos dimos cuenta. 

El desierto de Sonora, que se extiende hasta Arizona, es una anomalía.

El suelo es calcáreo, y la tierra roja de caliche se calcina bajo el implacable sol mexicano, emitiendo tenues vapores de roca quemada. Sin embargo, el follaje es verde y exuberante. A medida que el pesado tren aumentaba la velocidad e iniciaba el lento ascenso hasta 7,900 pies sobre el nivel del mar, las áridas praderas de las altiplanicies dieron paso a los mezquites dulces, los palos verdes y las yucas, además de numerosas especies de cactus. Nos maravillamos ante el desierto virgen e indómito a medida que iba tomando forma. Su belleza resaltaba por el hecho de que, si bien nos encontrábamos al pie de una maravilla natural similar al extremo sur del Gran Cañón, no estaban las multitudes habituales en el extremo sur. 

Después de subir la montaña durante ocho horas, cruzar varios de los 37 puentes de la ruta y pasar por la mayoría de sus 86 túneles, Rocky y yo bajamos en Divisadero, la vía de acceso a las Barrancas del Cobre y el lugar desde donde se pueden contemplar otros tres cañones para tener una idea de la inmensidad de la región. 

Cuando bajamos del tren, los miembros de la tribu tarahumara local vendían objetos de cerámica y cestos de paja hechos a mano. Rocky y yo nos pusimos a conversar con algunos de los hombres y nos enteramos de que la tribu es conocida por correr por el cañón con los pies descalzos (o con sandalias poco resistentes). 

Ya no éramos tan aventureros, pero preguntamos en un español entrecortado qué excursión debíamos hacer en Divisadero. Los hombres nos indicaron un sendero menos conocido, que seguimos para disfrutar de unas vistas impresionantes del barranco.  Cuando regresamos al tren, coincidimos en que esa había sido la mejor excursión de nuestra vida. 

Es cierto que el Gran Cañón ofrece vistas increíbles y comodidades durante el trayecto, pero el Chepe Express y la gente que vive a lo largo de las vías ofrecen una experiencia única, completa con hospitalidad montañesa y vistas excepcionales que no existen en Estados Unidos, y ni siquiera tuvimos que salir de Norteamérica.

Estar lejos de nuestro país y de nuestra familia durante unos días, volver a la misma rutina de la escuela secundaria y al mismo tiempo hacer nuevos amigos en una nueva cultura nos confirmó que algunos viajes se disfrutan mejor con los amigos de toda la vida. Tarifas de ida en clase turista a partir de $60. 

Adam Pitluk fue redactor en jefe de la revista American Way. A pesar de llevar décadas vinculado a la industria del transporte aéreo, prefiere un pasaje de clase turista en un tren lento por el interior del país.

Gotthard Panorama Express

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El escritor Larry Bleiberg y su esposa Sara en Suiza; vista de los Alpes suizos desde el Gotthard Panorama Express.
Alamy / Courtesía de Larry Bleiberg

De Lucerna a Lugano, Suiza 

Viajar por Suiza plantea una contradicción. Los trenes son rápidos y eficaces, pero cuando te mueves a velocidad vertiginosa, con frecuencia te pierdes el paisaje. 

Por suerte, los suizos han resuelto el dilema. 

El mismo país que construye túneles a través de montañas y puentes de armazón sobre profundos desfiladeros ofrece viajes en tren concebidos para hacer gala de su belleza.

Lo descubrí en un viaje que hice en verano con Sara, que entonces era mi novia. Vivíamos en distintas ciudades y, si bien nuestra relación a distancia iba bien, debíamos coordinar con cuidado para combinar nuestras vidas separadas. 

Necesitábamos una oportunidad para bajar el ritmo y disfrutar de un tiempo juntos, que fue lo que finalmente nos llevó al Gotthard Panorama Express. El viaje de casi seis horas conecta Lucerna, en el centro de los Alpes, con la ciudad de Lugano, en el sur suizo de habla italiana. Podrías hacer el mismo trayecto en menos de dos horas en un tren de alta velocidad, pero te perderías unas vistas espectaculares. 

Al final de nuestro viaje no estábamos oficialmente prometidos, pero íbamos por buen camino. No puedo decir que el viaje en tren fuera el motivo, pero con vistas increíbles de picos nevados y pueblos medievales a cada paso, sin duda contribuyó. 

El recorrido del Gotthard está lleno de sorpresas. En primer lugar, comienza en un barco de vapor art nouveau restaurado, que zarpa de un muelle situado frente a la moderna estación de tren de Lucerna. Cuando Sara y yo subimos nuestras maletas por la pasarela, retrocedimos más de un siglo en el tiempo.

De pie en la cubierta superior, descendimos por el lago de Lucerna y nos internamos en una postal. Las montañas se precipitaban hasta el borde del agua y las vacas deambulaban por prados de un verdor inimaginable. En cierto momento, pasamos junto a la capilla dedicada al patriota suizo Guillermo Tell, que según la leyenda saltó de un barco en medio de una tormenta para escapar de sus captores.

Pero habíamos venido a viajar en tren, y en la estación del pueblo de Flüelen nos esperaba un tren moderno con ventanillas de vidrio curvas. La siguiente etapa del viaje sigue un paso de montaña que disuadió hasta a los romanos. Si bien es la ruta más corta que atraviesa los Alpes, es una de las más intimidantes, con cañones escarpados y picos altísimos. Los suizos necesitaron hasta fines del siglo XIX para conectar la ruta por ferrocarril. Hoy en día sigue siendo una maravilla de la ingeniería.

Hay un momento en que el tren pasa tres veces por la ciudad de Wassen, lo que permite contemplar el campanario de su iglesia desde tres ángulos distintos (abajo, al lado y arriba) mientras la vía asciende por túneles serpenteantes. No es una metáfora errada de la vida que Sara y yo llevábamos, cruzándonos a veces mientras transitábamos nuestras vidas separadas. 

Luego el tren nos volvió a sorprender al sumergirse en la oscuridad cuando entró en el túnel Gotthard Crest, un paso de 9 millas que fue el más largo del mundo cuando se construyó en 1882. Diez minutos después, salimos de nuevo a la luz y a una Suiza distinta. 

La carretera estaba señalizada con letreros en italiano, y los bosques de pinos abrían paso a los valles despejados. La siguiente gran ciudad, Bellinzona, es famosa por tres castillos que confirman su función histórica de defensa de la frontera.

Cuando el tren llegó a Lugano, sentí que estaba en otro país. La ciudad combina la eficacia suiza con la gracia mediterránea. Los empleados administrativos se entretienen en las mesas de los cafés y las parejas caminan de la mano por el paseo frente al lago, a la sombra de las palmeras. 

Sara y yo no tardamos en entrar en ritmo, y aquella noche, durante la cena, decidimos cambiar también nuestra forma de vida. Después de vivir separados durante años, decidimos irnos a vivir juntos. Después del viaje me trasladé a su ciudad, y unos años más tarde decidimos casarnos. Al igual que el viaje en tren por Suiza, reducir la velocidad acabó por unirnos.

Tarifas de ida a partir de $55.

Larry Bleiberg, originario de Virginia, fue presidente de la Society of American Travel Writers; es colaborador habitual de BBC Travel, USA Today y otras publicaciones, y creador de CivilRightsTravel.com.

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