Los viajes en tren han existido durante siglos, pero ciertos ferrocarriles y experiencias pueden cambiar tu forma de pensar sobre los viajes. Tal vez incluso cambie tu vida. Le pedimos a cuatro escritores de viajes que compartieran sus aventuras en tren que perduraron mucho después de que abandonaran la vía.
Glacier Discovery Train

De Anchorage a Grandview, Alaska
En Alaska, conocida como la “tierra del sol de medianoche”, lo mejor es viajar despacio.
Al asomarme por la ventanilla desde mi asiento en el lado derecho del vagón, vi un destello blanco. Luego otro. Y otro más. No fue sino hasta que oí el grito de júbilo de otro pasajero que me di cuenta de que los destellos blancos eran ballenas beluga. Era la primera vez que las veía en libertad, y todo gracias al ferrocarril de Alaska.
Cuando se trata de viajar, suelo ser de las que quieren llegar a su destino lo más rápido posible.
Sin embargo, aprendí que cuando se trata de conocer Alaska a fondo, lo mejor es viajar despacio. Y una de las mejores formas de sumergirse realmente en todo lo que la tierra tiene que ofrecer es a bordo del Ferrocarril de Alaska.
Viajaba en el tren Glacier Discovery (en inglés) desde Anchorage cuando vimos las ballenas beluga (además de ovejas de Dall, alces y águilas calvas) como parte de la aventura ferroviaria en el Ferrocarril de Alaska.
Me bajé del tren en la parada de Spencer Glacier Whistle para emprender una aventura previamente programada, fuera de los circuitos turísticos, con un pequeño grupo de pasajeros del tren. Nos reunimos con nuestro guía en una zona silvestre y remota del Bosque Nacional Chugach y salimos en balsa para remar por el lago Spencer. Al estar rodeada de témpanos que flotaban en las serenas aguas del lago, me sentí muy pequeña y maravillada ante la naturaleza intacta que me envolvía.
Me sorprendió el color de los témpanos, no eran tan blancos como pensaba. Su color variaba entre tonos azules creados por la luz difusa y entretejidos con el negro de la morrena, las rocas y los escombros que acumulan los glaciares al desplazarse lentamente sobre la tierra. Los colores de los témpanos seguían transformándose mientras remábamos junto a ellos. Yo estaba fascinada.
Nuestra balsa llegó al río Placer, que nos llevó por una tranquila trayectoria que atravesó la naturaleza virgen de Alaska. La calma nos seguía por el río, solo interrumpida por pequeños rápidos y algún que otro pájaro que nos sobrevolaba.
Al terminar nuestra aventura, caminamos de regreso a las vías del tren y le hicimos señas al tren para que nos llevara de regreso a la civilización. Nuestro pequeño grupo estaba en silencio. Seguíamos embelesados por la belleza remota y sobrecogedora que habíamos descubierto gracias al Ferrocarril de Alaska.
Tarifas de ida y vuelta a partir de $141.
Susan B. Barnes escribe desde hace mucho tiempo sobre viajes y ha colaborado con AFAR, Allrecipes, Condé Nast Traveler, Travel + Leisure y otras publicaciones.
Pase Eurail

En 1977, mi flamante marido, Matt, y yo viajamos en tren a Florencia, Italia, con el fin de ver las obras de Botticelli y da Vinci en la Galería Uffizi y comprar sandalias de cuero hechas a mano. En la estación, los agentes de turismo nos dijeron que todos los hoteles estaban llenos.
No hubo problema: nos saltamos las filas de la boletería, hicimos un viaje de dos horas en tren hasta la ciudad medieval de Siena y al atardecer ya estábamos degustando tortellinis hechos a mano.Matt y yo pudimos hacerlo porque utilizamos un pase Eurail, el boleto de viajes ilimitados en tren por Europa. Después de validar nuestros pases de 21 días sin límite de millas, que costaron unos $200 cada uno, pudimos disfrutar de vistas privilegiadas de una docena de países de acuerdo con nuestro propio horario y subir y bajar del tren a nuestro antojo. Solo teníamos que mostrar nuestro pase cuando los inspectores pasaban a controlar los pasajes.
¡Qué buenos recuerdos nos llevamos del viaje que hicimos juntos! Nunca olvidaré el trayecto hacia Ámsterdam cuando desde la ventanilla contemplamos los prados de tulipanes multicolores en flor y, desde luego, los molinos de viento que giraban lentamente.
Conversar con pasajeros de otros países fue otra suerte. En el trayecto de Ámsterdam a Suiza, charlamos sobre la economía mundial con un comerciante holandés de materias primas que vestía un traje impecable y se dirigía a su chalé de fin de semana en Alemania.
Mencionó ciudades históricas a orillas del Rin, la imponente catedral gótica de Colonia y la densa Selva Negra.
Matt y yo nos cruzamos —dos veces— con una intrépida pareja de recién casados australianos que utilizaban pases Eurail en una odisea de cinco meses. Matt los conoció cuando ayudó amablemente al marido, Stan, con las dos maletas enormes de la pareja.
Conversamos sobre la guerra de Vietnam y la vida cotidiana en Australia. Después de nuestro segundo encuentro, un cruce casual cerca de la estación de tren de Barcelona, Stan y Joy nos acompañaron a dar un paseo en barco por el puerto y nos invitaron a beber sangría en un café local.
Comencé a viajar con pases Eurail en 1971 cuando era mochilera, gastaba $5 por día y dormía en los trenes para no tener que pagar el alojamiento, y con los años el pase siempre me ha dado flexibilidad y libertad para viajar. Si no quieres planificar de antemano tu itinerario exacto ni hacer reservas por adelantado, esta es una forma sencilla de recorrer Europa a tu manera.
Dada la cantidad de aerolíneas europeas de bajo costo que hay hoy en día, ¿por qué sigo prefiriendo viajar con Eurail? Porque los pases te permiten ir donde quieras, cuando quieras. Los trenes te transportan al centro de las grandes ciudades y a puntos del mapa de los que nunca has oído hablar. ¿Sientes el deseo de explorar más? No tienes más que subirte al próximo tren.
Tarifas de pases de 22 días a partir de $593 ($533 para mayores de 60 años).
Kitty Bean Yancey es una galardonada exsubdirectora editorial y escritora de temas de turismo de USA Today.