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¿Eres un cuidador controlador?

Aprende a encontrar el equilibrio entre ser responsable y exigente.


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AARP; (Fuente: Adobe Stock Images)

“Mi hermano menor me llamó ‘controladora’”, explicó enfadada Sally, mi clienta de psicoterapia. “¡Solo porque le dije la forma correcta de cuidar a mamá, me insultó!”. 

Comprendí su enfado. A nadie le gusta que lo insulten o le digan que es una persona “controladora” o “mandona”. Sally era una cuidadora trabajadora y bienintencionada que se había ofrecido a trasladar a su madre con demencia moderada a su casa para cuidarla. No se merecía que la insultaran. 

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Pero también me pregunté si su hermano Ned podría tener razón. En los meses que llevábamos hablando, me había enterado de que Sally controlaba cada detalle de la vida de su madre, desde a qué hora se despertaba hasta qué ropa se ponía y cómo pasaba los días. En parte, hacía esto para mantener a su madre lo más orientada posible mediante una rutina predecible. Sin embargo, probablemente también lo hacía para reducir su propia ansiedad ante la posibilidad de que algo saliera mal si ella no estaba al tanto, lo que la hacía sentirse terriblemente culpable.

Quizá también necesitaba controlar a Ned, diciéndole lo que debía darle de comer y qué programas de televisión debía sintonizar durante la semana en que la madre de ambos visitaría la casa de él. Aunque Ned comprendiera la necesidad de mantener la predictibilidad por el bien de su madre, tal vez le molestó que su hermana mayor no confiara en que él pudiera mantener a su mamá segura y feliz por sí solo.

¿Comprende Sally las necesidades y preferencias de su madre mejor que su hermano? Con casi total certeza. ¿Eso significa que Ned debe permitir que ella lo guíe? Posiblemente, pero la creencia de su hermana de que solo hay una “forma correcta” de cuidar a su madre puede parecerle una actitud exigente y ofensiva, como si solo ella pudiera ser la máxima autoridad sobre lo que le conviene a su mamá.

Todos los cuidadores primarios quieren hacer el mejor trabajo posible. Para reducir las posibilidades de que las cosas salgan mal, pueden decidir que solo ellos saben lo que es mejor y que solo ellos deben cuidar del ser querido porque los demás no pueden o no quieren hacer exactamente lo mismo que ellos. Lo irónico es que algunos de estos cuidadores luego se quejan de que no consiguen que otros les ayuden. Lo que quieren decir es que no logran conseguir que los demás cuiden al ser querido de la “forma correcta”, tal como ellos la definen. Mientras tanto, los demás guardan resentimiento contra el cuidador primario por dificultarles demasiado la participación en las actividades relacionadas con el cuidado. 

Existe una línea muy fina entre un cuidado responsable y lo que otros familiares perciben como un cuidador excesivamente controlador. ¿Cómo pueden los cuidadores mantenerse en el lado correcto de la línea, hacer un buen trabajo y no alienar a las demás personas que están dispuestas a ayudar y que son capaces y tienen tiempo de hacerlo? Aquí ofrecemos algunas ideas: 

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Ampliar la visión de lo que se considera “correcto”

Cuidar de un ser querido no es una ciencia exacta. Salvo la administración de medicamentos y la realización correcta de otras tareas médicas, la mayor parte de la labor de los cuidadores no exige atenerse rígidamente a un único método correcto. Suele haber varias posibles soluciones que son correctas hasta cierto punto, que pueden funcionar ciertos días en algunas situaciones, pero no en otras.

Es posible que la madre de Sally se enfade durante su estancia en la casa de su hijo si este no la viste, alimenta y entretiene como está acostumbrada cuando está en casa de su hija. Ned tendrá entonces que hablar con ella y probar distintas estrategias —utilizando el mismo método de ensayo y error que emplean la mayoría de los cuidadores— para encontrar la forma adecuada de complacerla. Puede que no sea la misma rutina que ella sigue habitualmente, pero puede que funcione para ella y para él en este nuevo contexto. 

Explicar, no dar órdenes

Puede haber casos en los que el ser querido sí necesite un tipo específico de cuidados implementados de una determinada manera. Por ejemplo, la persona de quien se cuida puede tener que meter la barbilla al tragar una pastilla o tomarla con una cucharada de puré de manzana para evitar atragantarse. Se trata de una información esencial que el cuidador primario debe transmitir a los demás, no como una orden directa que parezca un regaño, sino como una explicación lógica hecha con paciencia en la que se hace un petición respetuosa a un compañero cuidador. 

De igual manera, Sally puede estar usando un tono con Ned que desencadena viejos sentimientos provocados por su actitud controladora hacia él. Para animarlo a adoptar algunos de los métodos que ella utiliza con su madre, Sally debería hablar con él y tratarlo como un compañero y colega, no como su ayudante subalterno. 

 Aceptar un control imperfecto

El deseo de quienes recitan la oración de la serenidad de tener “la serenidad para aceptar las cosas que no [se pueden] cambiar” es una tarea difícil para la mayoría de las personas, pero especialmente para los cuidadores que intentan controlar la vida de su ser querido para protegerlo. Quienes reciben cuidados pueden caerse y lastimarse a pesar de tener a cuidadores a su lado listos para detener su caída. Pueden enfermarse a pesar de tener cuidadores que les administran los medicamentos de manera puntual. Una oración de la serenidad modificada para los cuidadores controladores podría decir: “Deseo la serenidad para aceptar que tendré un control imperfecto a pesar de mis grandes esfuerzos, para evitar culparme a mí mismo y a los demás si las cosas salen mal, y para dejar de sentirme culpable”. 

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