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Una criptógrafa de la Segunda Guerra Mundial comparte el secreto de llegar a los 100 años

La centenaria Julia Parsons, quien pasó la guerra descifrando mensajes de los alemanes, se rehúsa a aceptar limitaciones.


spinner image Foto en blanco y negro de Julia Parsons
Cortesía de Veteran Voices of Pittsburgh Oral History Initiative (Farkas Collection)

El 2 de marzo un desfile en Pittsburgh celebró los 100 años de Julia Parsons, quien nació en esa ciudad y fue veterana de la Segunda Guerra Mundial. Parsons sostuvo por décadas que durante la guerra tenía un trabajo administrativo ordinario y tranquilo. En realidad su trabajo no tenía nada de ordinario.

Parsons fue una de miles de mujeres cuya labor casi desconocida de descifrar mensajes codificados que enviaban las fuerzas japonesas y alemanas desempeñó una función crucial en asistir a los aliados en la guerra.

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De la universidad al criptoanálisis

En el año 1942, recién graduada de Carnegie Tech (hoy en día Carnegie Mellon University), Parsons leyó en el periódico que la Marina estaba aceptando mujeres para una unidad llamada Women Accepted for Volunteer Emergency Service (WAVES, Mujeres aceptadas para el servicio de voluntario de emergencia). Tras enlistarse y cumplir los tres meses de entrenamiento general, Parsons fue destinada a un anexo de comunicaciones en Washington D.C.

Cuando preguntaron en su grupo si alguien hablaba alemán, Parsons respondió que había cursado dos años de alemán en la escuela secundaria.

"No eran credenciales suficientes para la tarea de traducción, pero me enviaron directamente a la sección donde trabajé descifrando el tráfico de submarinos alemanes, que es lo que hice hasta el final de la guerra", le comentó Parsons a AARP.

Considerando que el objetivo de la unidad WAVES, establecida en 1942, era llenar ciertos puestos militares para que más hombres quedaran libres para luchar en el extranjero, casi todos los integrantes del servicio que trabajaban descifrando mensajes enemigos eran mujeres.

"Aunque teníamos cuatro o cinco hombres en la oficina, la mayoría de ellos eran profesores de Matemáticas", explicó Parsons. "Eran muy agradables, pero no eran como los integrantes regulares de la Marina".

Con el uso de una de las primeras computadoras, llamada "Bombe", Parsons contribuía a descifrar los mensajes que el Alto Mando de las Fuerzas Armadas Alemanas transmitía a sus submarinos. El descifrado revelaba dónde planeaban congregarse los submarinos, los destinos de sus misiones y las condiciones meteorológicas. También se descifraban mensajes personales más mundanos, como fallecimientos de familiares, nacimientos y futuras bodas, que típicamente se enviaban por correo postal.

Parsons, que en ese entonces tenía veintitantos años, alquiló un apartamento en Washington con otra mujer que trabajaba en la sección japonesa de WAVES. Sin embargo, a pesar de sus peculiares trabajos, jamás hablaron entre sí de lo que hacían.

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"Todos estábamos unidos contra Hitler”, dijo Parsons, por lo tanto, nadie intentaba sacarle información al otro.

Cuando las integrantes del servicio WAVES no estaban descifrando mensajes para la Marina, Parsons recuerda que iban de paseo por Hains Point, un parque en el sudoeste de Washington donde se podía cabalgar, alquilar botes, pescar y disfrutar de picnics. En otras ocasiones asistían a obras de teatros, fiestas y bailes.

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"Me encantaba Washington. Era tan bonito. Y tampoco había mucho tráfico en ese tiempo", explicó. "Nuestras vidas eran tan simples en comparación con la actualidad".

Décadas de secretos

Parsons le atribuye a la guerra que las mujeres se hayan incorporado a la fuerza laboral. Pero después de desempeñar un trabajo tan fascinante, le resultó difícil regresar a la vida normal.

"No podía creer que estuviera de vuelta en la cocina", comentó.

"Las personas mayores se resignan a aceptar sus limitaciones y se abandonan. Mi teoría sobre mi longevidad es que no dejo de decir: 'todavía puedo hacer eso'".

— Julia Parsons, veterana de 100 años de la Segunda Guerra Mundial

No obstante, durante 50 años la criptógrafa de la Segunda Guerra Mundial (en inglés) mantuvo el silencio sobre su trabajo en Washington hasta que, a fines de la década de los 90, viajó a la capital para visitar a una amiga que conoció en la época de su servicio militar.

Las dos visitaron el National Cryptologic Museum de la National Security Agency (NSA, Agencia de Seguridad Nacional) en Maryland donde, para su sorpresa, vieron exhibidas las máquinas que usaban para descifrar los mensajes.

"Quedamos estupefactas porque no teníamos ni idea de que se habían desclasificado", dijo ella. "Durante 30 años podríamos haber hablado de ello, pero no lo hicimos porque sabíamos que no debíamos".

Según Parsons, la Marina le informó que no había llevado un registro de dónde fueron todos después de la guerra, por lo que no fue posible avisar a las antiguas criptógrafas que se había desclasificado el programa.

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Cumplir 100 años durante la pandemia

Hoy en día, la teniente jubilada es madre, abuela y bisabuela. Vive sola y se ocupa de su casa "sin ningún tipo de problema".

Como integrante del Veterans Breakfast Club (VBC) (en inglés), una entidad sin fines de lucro dedicada a crear comunidades que escuchan y comparten las historias de los veteranos, pasó el año pasado asistiendo a videollamadas por Zoom con veteranos de distintas eras que viven en todo el mundo.

"Hubo veteranos hablando en (Zoom) que no hubiéramos conocido si todavía nos estuviéramos reuniendo en los restaurantes. Fue una ventaja este año de la pandemia. Para mí ha sido realmente maravilloso", dijo ella.

Dado su servicio militar, pudo conseguir la segunda dosis de la vacuna contra la COVID-19 en un hospital del Departamento de Asuntos de los Veteranos (VA) y recientemente fue al supermercado por primera vez en casi un año.

"Todo estaba igual. Un año entero después. Sigue igual y las filas son igual de largas. Nada ha cambiado", comentó ella.

No cayó en cuenta de la importancia de convertirse en una centenaria —hay menos de 100,000 en el país— hasta que se acercó el día de su cumpleaños.

"Los 100 me dejaron perpleja. Pensé: 'Por todos los cielos. ¿Cómo pasó esto?'", dijo. "Vives día tras día y, de repente, tienes 100 años. He sido muy afortunada. Jamás tuve una enfermedad grave. Es una sensación rara. Muy rara".

Dice que en el fondo no se siente de 100 años y que todavía piensa del mismo modo que lo hizo toda su vida.

"Jamás admitas que no puedes hacer algo si no lo has intentado", aconseja. "Las personas mayores se resignan a aceptar sus limitaciones y se abandonan. Mi teoría sobre mi longevidad es que no dejo de decir: 'Todavía puedo hacer eso'".

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