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Hogar y familia
Imágenes de los incendios forestales de Los Ángeles:
los adultos mayores enfrentan pérdidas y futuros
inciertos, pero aún así encuentran un rayo de esperanza
Nuestro fotógrafo capturó los rostros de aquellos cuyos hogares, sueños de jubilación y recuerdos se han convertido en humo.
Por: Michelle R. Davis y Gregg Segal
Publicado: Enero 15, 2025 | IN ENGLISH
Cuando la casa de Totress Beasley se quemó en el incendio de Eaton en Los Ángeles esta semana, la empleada municipal, cercana a la jubilación, acababa de terminar de pagar la hipoteca. En la casa de Laura Parker, de 65 años, el incendio forestal convirtió una vida de recuerdos —incluyendo su osito de peluche de la infancia—, en cenizas.
Para muchos adultos mayores en el área de Los Ángeles, los incendios forestales han incinerado los sueños de jubilación y han traído dificultades financieras, desafíos de salud y soledad.
Los incendios forestales han seguido arrasando la zona. El incendio de Hughes en el norte de Los Ángeles y en los condados de Ventura ha obligado a evacuar a más de 50,000 personas. A principios de enero, los incendios de Eaton y Palisades destruyeron más de 12,000 estructuras y mataron al menos a 27 personas, muchas de ellas adultos mayores, quienes tienden a representar un porcentaje más alto de los muertos y heridos cuando ocurren desastres naturales.
El fotógrafo Gregg Segal, de 60 años, que vive en Altadena y evacuó el área cuando los incendios forestales se acercaron a su casa, capturó retratos de los residentes mayores mientras intentan lidiar con sus realidades que de repente han cambiado.
La jubilación se siente incierta ahora
Durante años, Beasley ahorró y economizó para pagar su casa de tres habitaciones en Pasadena con naranjos en la parte de atrás y un búho que ululaba por la noche. Ella no quería preocuparse por una hipoteca en la jubilación, que espera que esté a solo unos años. El 7 de enero realizó el último pago de la casa. El 8 de enero, su casa se quemó.
Quedan algunas paredes derretidas, pero no hay piso, no hay techo, y todas sus pertenencias son solo cenizas. Ella se está quedando en un hotel pagado por su iglesia y puede que se mude con su hijo, que vive en Pasadena. Beasley, quien no quiere revelar su edad pero dice que tiene más de 50 años, planea reconstruir, pero le preocupa cómo podría ser su futuro. "He estado trabajando desde que tenía 16 años y mi objetivo era pagar la casa y jubilarme", señala Beasley. "No estoy segura de cómo será mi jubilación ahora".
Ella esperaba con ansias dejar atrás la rutina diaria y probar cosas nuevas. "Quiero disfrutar de la vida y no tener que levantarme e ir a trabajar a las 6:30 de la mañana", explica.
Beasley espera que su seguro cubra los daños y que la jubilación todavía pueda estar en el horizonte. Sus naranjos sobrevivieron las llamas. Y tal vez ella escuche al búho pronto nuevamente.
Un compromiso con la comunidad
Todos los días desde que su casa se quemó el 8 de enero, David Gutierrez vuelve dos veces al día, por la mañana y por la tarde, para mirar las cenizas y los escombros en el vecindario de Altadena donde crió a sus hijos. Los recuerdos de las fiestas y reuniones allí con familiares y amigos, no hace mucho tiempo, ahora parecen de otra vida.
Gutierrez, de 56 años, un jardinero, intentó salvar su casa usando una manguera de jardín, pero cuando las palmeras cerca de su casa se incendiaron, las brasas salieron volando y su hogar se quemó hasta los cimientos.
Por naturaleza, Gutierrez es un optimista. Él quiere reconstruir la casa en la que vivió durante 23 años. Dice que todavía ama a su comunidad y a California, donde se estableció hace décadas después de mudarse de su México natal. "Siento que este todavía es mi hogar", dice, "incluso en cenizas".
La familia se está alojando en otra propiedad que Gutierrez posee —la oficina de su negocio de jardinería—, y planea invitar a otros que están desplazados a unirse a ellos. Ya está averiguando cómo instalar duchas funcionales y agregar nuevas paredes de yeso y aislamiento para hacer la oficina más habitable. Pero su esposa está desolada por la pérdida de su casa. "Mi esposa llora todos los días. Le digo, 'No te preocupes, estás viva, los niños están bien'".
Las tareas en la jubilación pueden haber salvado esta casa
Cuando Kevin Young fue a revisar su propiedad el 9 de enero, después de ser evacuado en las primeras horas de la mañana del día anterior, no reconoció su propio vecindario en Altadena. Parecía una "zona de guerra", dice, con escombros por todas partes y ruinas donde antes había casas.
La casa en dos acres todavía estaba en pie y Young hizo lo que pudo para evitar que las brasas flotantes iniciaran un incendio. Pero cuando dos casas cercanas estallaron en llamas con solo 20 minutos de diferencia, decidió que era hora de irse.
La zona está bloqueada ahora, pero Young se siente optimista de que su casa haya sobrevivido gracias al cuidado especial que ha puesto en el paisajismo de su propiedad. Con más tiempo en sus manos después de jubilarse de una carrera gestionando departamentos de piezas y servicios para concesionarios de automóviles, pasó muchas horas podando los árboles, manteniendo las malas hierbas a raya y eliminando la maleza seca que podría incendiarse. "El jardín está mucho mejor que cuando pagaba a otros jardineros para mantenerlo", dice. "Está bajo control y limpio".
Young está esperando el momento en que pueda regresar para ver si su casa todavía está allí.
"Una invitación a vivir una vida más sencilla"
La casa en la que Laura Parker, de 65 años, y su esposo, Branislov Kecman, de 63, vivieron durante más de una década contenía una vida de recuerdos: su primer osito de peluche, libros hechos a mano por su madre, una escritora que ahora tiene 93 años, un piano de cola Steinway, obras de arte originales.
Ahora, todo es escombros después de que un incendio forestal arrasó el 7 de enero. "Es como un paisaje lunar", dice de las fotos que ha visto del lugar donde una vez estuvo su casa.
Aún más devastadora es la pérdida de su trabajo de toda la vida como fotógrafa: miles de fotografías y equipo. Su única salvación: una pequeña parte de su trabajo estaba en un almacén externo.
Está tratando ver el lado positivo, pero es difícil. "Esta es una invitación a vivir una vida más sencilla. He acumulado mucho durante mis 65 años", dice ella. "Todo ha sido borrado radicalmente".
Ella quiere reconstruir una casa de vanguardia y resistente al fuego donde una vez estuvo su antiguo hogar. "Me gustaría tener una huella ambiental más ligera y moverme con más facilidad", dice. "Quiero simplificar".
Viviendo en un limbo
Anita Finnegan, de 66 años, no sabe dónde terminará. Después de que el fuego arrasó la vivienda que tenía alquilada, está durmiendo en una cama plegable en el centro de evacuación de incendios forestales establecido en el Centro de Convenciones de Pasadena. Pero lo que viene después es un misterio. "No tengo ni idea", añade. "Estoy en un estado de limbo".
Cinco días después de que su casa se quemara, Finnegan recibió algo de ayuda fuera del centro de convenciones: un teléfono celular gratis, algo de ropa y comida. Finnegan es diabética, así que estaba intentando encontrar insulina.
Pero sus problemas de salud hacen que una situación difícil sea aún más dura. Ella usa una silla de ruedas, y a lo largo de los años ha sobrevivido la leucemia, un trasplante de médula ósea, la pérdida de su esposo y ahora, los incendios forestales.
Su automóvil se quemó, así que no puede moverse, pero su amiga Luz Hopping estaba tratando de ayudarla. "Ella no tiene nada", dice Hopping. "Solo la ropa que lleva puesta".
La comunidad viene al rescate
No hay muchos lugares donde quedarse ahora que barrios enteros se han quemado. Allan Wasserman, de 72 años, y Amy Weliky, de 73, se sienten afortunados. Se han "refugiado", dice Weliky, en la casa de invitados de unos amigos, quienes han dicho que pueden quedarse todo el tiempo que quieran.
Wasserman y Weliky huyeron de su casa con su perro, Murray, el 7 de enero, incluso antes de que llegara la advertencia de evacuación, porque un vecino más joven vino a alertarlos de las llamas cercanas. Les dio unos minutos extra para empacar algunas pertenencias.
Después de que evacuaron, las casas en su calle y la calle detrás de ellos se quemaron, al igual que su propia casa de invitados, que servía como estudio de arte y música, aunque su casa todavía está en pie. Weliky es una terapeuta de manos jubilada y también es artista. Wasserman es un corredor de bolsa jubilado. También es actor y músico, y todavía toca el saxofón en una banda.
La mitad de su arte y efectos de música se destruyó, pero están intentando mantenerse positivos. "No puedes lamentarte por lo que has perdido", dice Weliky. "Tengo que sobreponerme".
La comunidad que han construido durante décadas los ha apoyado. Los vecinos se interesaron por ellos, su rabino se presentó con una manguera de jardín para apagar el fuego y sus amigos les ofrecieron alojamiento. Wasserman se ha reunido con sus amigos que pasean perros para procesar el desastre. "Tan pronto como nos dejen entrar, voy a regresar y haré una limpieza masiva", señala Wasserman. "Con solo hacer una llamada, vendrá la caballería".
Una situación difícil en la vejez
Durante los últimos 15 años, Bill Threadgill, de 62 años, ha sido el cuidador de una mujer de 73 años de la que se hizo amigo y quien no tenía familiares cerca. "Soy la única persona que ella tiene", explica Threadgill. Ella es "como de la familia" para él, y compartió la casa de ella en Altadena mientras hacía trabajos de mantenimiento y también se ocupaba de cuidarla.
Antes de que el fuego arrasara la casa el 8 de enero, Threadgill ya había llevado a la mujer a un centro de evacuación para su seguridad. Pero la casa se quemó hasta los cimientos, llevándose consigo un montón de recuerdos: fotos de boda, fotos de su hijo, artículos de colección y objetos que le recordaban a su madre.
Se está quedando con un amigo pero no está seguro de a dónde irá. Dice que es más difícil lidiar con este tipo de crisis siendo una persona mayor. "No puedes ser tan resistente y físicamente capaz de hacer muchas cosas, como cuando eras más joven", explica. "Pero tengo familia, así que vendrán y me ayudarán a mantenerme fuerte".
Michelle Davis es editora ejecutiva de AARP. Anteriormente, fue reportera sénior y estratega de redes sociales para EdWeek Market Brief y corresponsal sénior de Education Week.
Gregg Segal es un fotógrafo y escritor galardonado cuyo trabajo ha aparecido en publicaciones como AARP The Magazine, Time, Newsweek, National Geographic Adventure y otras.
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