Mi experiencia: el día de mi colonoscopía
Sí, sentí temor, pero un gramo de prevención vale más que una tonelada de curación.
Recientemente tuve que hacerme una colonoscopía de screening; o sea, el examen que se hace en una persona sin síntomas para descartar la presencia de un cáncer del colon y del recto. El ser médico y volver a hacerme ese examen (fue mi tercera), me hizo reflexionar sobre dos aspectos: cómo ha cambiado esta prueba en los últimos años y el cuidado médico de los propios doctores, especialmente el preventivo.
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La colonoscopía y los preparativos en casa
Yo sí creo y practico lo que predico. Es decir, yo estoy convencido de que un gramo de prevención vale más que una tonelada de curación. Tengo mi médico de cabecera y me hago los exámenes preventivos que le recomiendo a mis oyentes y lectores.
Esta vez, me tocó hacerme nuevamente la colonoscopía y, para ser sincero, la idea me emocionaba. Ya había experimentado la maravillosa experiencia de que, al terminar el examen, el médico me dijera que todo estaba normal. Sin embargo, tengo que confesarlo, sentía temor. Como sé que el cáncer del colon es silencioso y traicionero, pensaba por momentos, ¿qué tal si esta vez el doctor me dice que tengo algo malo en mi intestino grueso?
La preparación para la colonoscopía esta vez fue increíblemente fácil. Hace 15 años, incluso hace solo cinco años, tuve que beber casi dos galones del líquido de preparación. En esta oportunidad, mi médico me dio buenas noticias: mientras me daba la receta, me dijo que existe un nuevo tipo de líquido de preparación que esperaba haría de esta experiencia una mejor que las anteriores. Y lo fue.
Recogí de la farmacia dos pequeños frascos de líquido, con sabor a plátano. Mi doctor me indicó que tomara uno a las 5 de la tarde del día anterior a la colonoscopía y el otro a las 5 de la mañana del día siguiente. Mi procedimiento estaba programado para las 11 de la mañana.
Por la escasa cantidad que tuve que ingerir, el sabor dulzón y empalagoso del líquido casi ni se sintió y su efecto sobre la evacuación intestinal empezó a notarse más o menos una hora después de haberlo tomado. Antes de acostarme, a las 11 de la noche, ya había limpiado casi completamente el intestino. Dormí plácidamente y tomé el segundo frasco a las 5 de la mañana. A las 7 de la mañana, mi intestino estaba completamente limpio.
La anestesia en el hospital
Otro punto importante del procedimiento fue el de la anestesia. Después de los controles médicos por enfermeras y anestesiólogos del hospital, llegó el momento en que ya estaba listo para recibir la anestesia general de corta duración y empezar la colonoscopía. Me preguntaron si recordaba qué día era y no recuerdo más.
Al despertar, mi médico pronunció las mágicas palabras que estaba esperando: “Elmer, todo está ‘limpio’ en tu intestino grueso por lo que del cáncer del colon no te morirás”.
En la misma sesión, también me hicieron una gastroscopía, por lo que mi doctor agregó a las buenas noticias que mi esófago y estómago también estaban normales.
No se imaginan la maravillosa sensación de bienestar que se siente al saber que dos tipos realmente comunes de cáncer no serán un problema para mí en los próximos años. Y esa, amable lector, es la principal razón de escribir esta columna: recordarle que un examen preventivo es capaz de brindar satisfacción inmediata.
Doctores como pacientes
Una frase muy repetida en los círculos médicos es que los doctores son los peores pacientes. Quizás por saber los secretos y limitaciones del arte, los médicos tienen fama de no seguir las instrucciones de sus colegas y de argumentar cada indicación que reciben. Es por eso que tenía curiosidad por investigar el uso de los servicios médicos por los doctores. ¿Tienen ellos médico primario o médico de cabecera o se atienden ellos mismos? Y, ¿qué hay de los servicios preventivos: los usan, creen en ellos?
Una de las pocas investigaciones al respecto fue publicada en el año 2000. Investigadores de las universidades de Yale y Johns Hopkins dieron a conocer un estudio, el cual siguió durante más de 40 años a un grupo de médicos graduados de la Johns Hopkins University entre 1948 y 1964. De los 915 médicos estudiados, un sorprendente 35% dijo no tener un médico primario o médico de cabecera, lo cual representa más del doble de personas de la población general (14 a 18%) que no tiene un médico primario o de cabecera.
No tener médico primario es considerado como un importante indicador de acceso al sistema de salud. Pero más sorprendente aun fue el encontrar que los médicos que no tenían un médico primario creyeron —en mayor número— que el desarrollar una enfermedad es cuestión de suerte y que el 7% se trataba a sí mismo.
El estudio reveló también que aquellos médicos que no tenían médico primario eran más propensos a no hacerse exámenes preventivos como mamografías, colonoscopías, exámenes de la próstata y a no vacunarse contra la gripe. Por último, el estudio demostró que las especialidades médicas que menos cumplen las reglas preventivas son los internistas, los cirujanos y los patólogos.
Reflexión final
Considerando que de 60 a 70% de los cánceres que matan al ser humano pueden ser prevenidos o detectados temprano, soy un ferviente creyente que tenemos que hacer todo lo que está a nuestro alcance para encontrar temprano un cáncer del colon, de la mama, del cuello del útero o de la próstata.
Estoy convencido que, con una actitud positiva, podemos llegar a viejos lo más jóvenes posible.