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6 maneras de desprenderte del peso emocional en la madurez

Cómo deshacerte del lastre que te impide alzar el vuelo.

Maneras de desprenderte del peso emocional en la madurez - Persona escribe en un papel

Studio Firma/Stocksy

Alcanzar tu máximo potencial depende de ti, pero antes libérate de las cargas emocionales.

Cuando han pasado los 50 años, muchas mujeres se quejan de que no pueden perder el peso que normalmente nos acompaña a todas durante el climaterio y la menopausia. La solución para perder este tipo de libras de más generalmente es sencilla: un endocrinólogo nos recomendará un régimen adecuado y un programa de ejercicios. Quizá incluso la terapia hormonal sustitutiva dé buenos resultados en este aspecto. Sin embargo, y a estas alturas, creo que nos beneficiaría bastante deshacernos de otro tipo de peso, el que nos impide alcanzar nuestro máximo potencial.

A continuación comparto contigo algunos lastres que, a ciertas alturas de la vida, no podemos permitirnos arrastrar.

Relaciones que ya no sirven. Ya hablé de los beneficios de dejar atrás amistades que hace tiempo no nos aportan nada. Pero claro, también hay otro tipo de relaciones que pueden pesar como una losa. Puede ser un matrimonio que ya hace tiempo que perdió su razón de ser. O bien una tía o sobrina que solamente nos da disgustos. Ya no estamos para perder tiempo con personas que nos roban la energía.

Un trabajo que no te satisface. Cuando uno es joven, un trabajo aburrido puede ser algo que hacemos temporalmente mientras estudiamos o buscamos algo mejor. Pero cuando se ha pasado los 50 años, cobra importancia sentirnos satisfechas con nuestra labor profesional. Por supuesto que no siempre es fácil cambiar de empleo a ciertas edades, pero no es imposible. Por otro lado, también puedes tomar la decisión de emprender tu propio negocio. Se trata de recuperar la ilusión por tu trabajo.

Complejos que nos impiden disfrutar de la vida. Si no es la arruga, es la gordura. Cuando yo era niña, tenía un gran complejo por mis orejas grandes. Cuando estaba en mis veintes, me dije que me sometería a una cirugía estética para corregir el defecto. Pues bien, tengo 54 años y finalmente no me operé, y tampoco pierdo el sueño por mis orejas. Ahora tengo cosas más importantes de las que preocuparme. Eso sí, sé que el peso de un complejo físico o psicológico puede impedirnos vivir plenamente. A mí me ha pasado. Por ello recomiendo acudir a un terapeuta o psicólogo si es preciso.

Miedos que nos paralizan. El temor es algo positivo cuando impide que, por ejemplo, crucemos una carretera sin mirar en ambas direcciones por si transitan autos. Pero cuando se trata de miedos irracionales, entonces no son positivos. Solo nos impiden tomar riesgos que nos pueden beneficiar y nos dificultan el alcanzar metas. A veces, una situación traumática en la juventud, como por ejemplo un divorcio difícil, puede impedir que abramos nuestro corazón a la posibilidad de un nuevo amor cuando somos adultos mayores. Es aconsejable enfrentar el temor y tratarlo con un profesional médico si es patológico. 

Un matrimonio abusivo. Desafortunadamente, una puede llegar a acostumbrarse a un matrimonio abusivo. Los malos tratos pueden ser físicos, mentales o emocionales. Cuanto más tiempo lleves en la relación, te será más difícil salir de esta. Ya conoces el lema de “más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer”. Pero por tu propio bien y el de tus hijos, y quizá tus nietos, si te encuentras en esta situación, ya es la hora de irse. Infórmate qué es y cómo puedes salir de una situación de abuso doméstico y pon manos a la obra.

Viejos patrones de conducta. Sí podemos cambiar viejos hábitos que ya no nos sirven y que incluso nos perjudican. Puede ser algo tan serio como el alcoholismo o algo tan simple como la pereza. Nunca es tarde para deshacerse de hábitos nocivos para la salud mental, emocional y física, como por ejemplo, tabaquismo, beber café en exceso, o no ejercitar el cuerpo. La madurez se presenta como una edad óptima para reinventarse. ¿Cómo? Anota todos tus defectos y proponte convertirlos en virtudes. Yo, por ejemplo, reconocí, relativamente pronto en la vida, que tengo una personalidad adictiva. De joven padecí de un trastorno alimentario y más adelante logré aprovechar mi carácter compulsivo. Ahora soy una prolífica autora de libros, blogs y más.

Si ahora, cuando se ha llegado a la mediana edad, no nos proponemos la meta de deshacernos de lastres que nos impiden vivir plenamente, entonces ¿cuándo?