Los Carter siempre fueron un equipo. En el matrimonio, en la política y en el humanitarismo, Rosalynn Carter fue igual que su marido, Jimmy, el agricultor de maní que llegó a la Casa Blanca a finales de los años 70 y luego regresó a Georgia para continuar haciendo el bien.
“Lo mejor que he hecho en mi vida fue casarme con Rosa”, dijo una vez el presidente número 39. “Esa es la cumbre de mi vida”. La llamó su asesora más cercana.
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La ex primera dama (1977-1981) falleció el domingo 19 de noviembre a los 96 años, en su hogar de Plains, Georgia. Su diagnóstico de demencia fue compartido por primera vez por la familia Carter en mayo del 2023. El 17 de noviembre, la familia anunció (en inglés) que estaba comenzando cuidados paliativos en su hogar.
Será enterrada frente a su hogar en Plains, Georgia, un pequeño pueblo 140 millas al sur de Atlanta, donde nació y pasó casi toda su vida.
La Sra. Carter estuvo muy involucrada en las políticas de su esposo. Fue la primera esposa de un presidente en tener su propia oficina y personal en el ala este de la Casa Blanca. Participaba en las reuniones del gabinete y, a petición del presidente, tomaba notas “para saber lo que está pasando cuando viaje por todo el país... y cuando la prensa y otras personas me pregunten, conocer sobre todas las áreas del Gobierno".
También amplió el rol de la esposa del presidente en un momento en que el país se debatía entre las expectativas de las mujeres en el hogar y en el lugar de trabajo. No todos estaban contentos.
La Sra. Carter “fue controversial para quienes querían una personificación tradicional de las mujeres como compañeras que ayudan”, escribió Jeannette Cockroft, profesora adjunta de Historia y Ciencias Políticas en la Universidad Schreiner, “y también fue controversial para las feministas que pensaron que su redefinición del papel de primera dama no llegó lo suficientemente lejos”.
Durante sus cuatro años en Washington, trabajó para aprobar la Enmienda de Igualdad de Derechos, crear conciencia sobre la necesidad de la vacunación en la niñez y, sobre todo, la ayuda a los enfermos mentales. Fue presidenta honoraria de la Comisión Presidencial sobre la Salud Mental y luchó por la aprobación de la Ley de Sistemas de Salud Mental de 1980, para otorgar subvenciones a los centros comunitarios. Cuando el presidente Ronald Reagan (republicano) derrotó a Carter (demócrata) para un segundo término, no ocultó su decepción, especialmente porque "el financiamiento de nuestra legislación fue aniquilado por la manera de pensar de un nuevo presidente. Fue una pérdida amarga”.
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