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Su padre está en un centro para enfermos de Alzheimer; las visitas virtuales son de vital importancia

Diane Pope solía llevar a su padre de 95 años a pasear en auto tres días a la semana.

A la izquierda Diane Pope con su padre, Jerry, en 1955. A la derecha Diane Pope en una visita virtual reciente con su padre

CORTESÍA DE DIANE POPE

Izquierda: Diane Pope con su padre, Jerry, en 1955. Derecha: Diane Pope en una visita virtual reciente con su padre.

In English | Tres veces a la semana, por los últimos tres años, Diane Pope y su padre adoptivo compartían un ritual: ella conducía su Mercury Grand Marquis dorado de 22 años —que aún funciona como nuevo— hasta el centro de cuidados para el mal de Alzheimer donde vive su padre, en San Antonio, Texas, y lo llevaba a dar largos paseos por lugares que él recordaba.

Por el momento, la pandemia de coronavirus ha puesto fin a esos paseos. Pero Pope, de 74 años, está comprometida a mantener una rutina con Gerald "Jerry" Lee, de 95, el único padre que ha conocido.

Pope tenía 3 años cuando Jerry se casó con la madre de Pope y la adoptó. Su vínculo fue inmediato. Él desafió a la madre de Pope, con quien ella tenía problemas, y le dijo a Pope que ella podía lograr lo que quisiera. Jerry le dio su primer auto, un Studebaker gris de 1948 con un motor Chevy de 1953 que "parecía un tanque", recuerda ella, pero que la mantenía segura. Él insistió en que ella aprendiera a cambiar las llantas y el aceite. Hasta el día de hoy, él la presenta a otras personas como "mi niña".


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Jerry se convirtió en un maquinista en la antigua base Kelly de la Fuerza Aérea (ahora llamada Kelly Field) a los 16 años, antes de servir en la Segunda Guerra Mundial, un capítulo de su vida del que nunca habla. Trabajó con motores pequeños, y más tarde comenzó un negocio de reparación de motores pequeños de podadoras y equipo de césped.

Diseñó el hogar donde los padres de Pope vivieron más de 50 años, ubicado en seis acres de terreno en un bosque con más de 100 árboles que Jerry plantó. Le dijo a Pope que nunca dejaría esa casa y que lo tendrían que sacar de allí muerto.

Pope se convirtió en enfermera y dedicó la mayor parte de su carrera a la salud pública: investigó el estrés de los cuidadores, abogó por la fluoración del agua potable e implementó programas contra el abuso de sustancias. También obtuvo una licencia como hipnoterapeuta. Vivió en Houston, se mudó al sur de los montes Ozark de Arkansas por cuatro años, y luego regresó a San Antonio en el 2015 para ayudar a cuidar de sus padres a medida que la salud de ellos empeoraba.

Su madre, quien falleció hace dos años, padecía de demencia; Jerry se encontraba en las primeras etapas de la enfermedad de Alzheimer. Hace tres años, lo mudaron a Brookdale Nacogdoches, un hogar para el cuidado de la memoria que a él le gusta mucho y donde no se han reportado casos de coronavirus.

Quitarle el auto a su padre resultó ser más difícil que mudarlo de casa. Durante toda su vida, cuando Jerry necesitaba despejar la mente, salía a pasear en auto. Así que Pope hizo un trato con él. Lo iría a buscar todos los martes, jueves y sábados a las 2 de la tarde para dar un paseo.

Atravesaban las calles del centro de la ciudad, por sus lugares favoritos. Él le enseñaba dónde había estado Woolworth y señalaba el Alamo. Pedían cuatro sándwiches de carne de res picada en su restaurante de barbacoa favorito. Él se aseguraba de que ella viera todas las banderas estadounidenses en el camino. Y después, ella lo paseaba por las calles de atrás del parque donde él tenía citas con su madre mucho tiempo atrás. Se detenían para admirar los patitos, los ansarinos y las garcetas, y para observar a la gente e inventar historias sobre las personas que veían.

Ahora dependen de las videollamadas. Su hija capta su atención con fotos viejas de la familia, incluso fotos de sus viajes de campamento favoritos e imágenes actuales de sus destinos preferidos. Esta es su nueva rutina cada martes, jueves y sábado a las 2 p.m. en punto.

Este artículo surgió de nuestro esfuerzo por recolectar historias de personas que tienen un ser querido en un hogar de ancianos.