Cómo dar gracias, con sabor
Pavo al pisco, una receta para dar gracias por la fortuna de vivir y de haber llegado hasta este día.
Llega el cuarto jueves de noviembre y la noche se llena de historias familiares, anécdotas, abrazos de quienes no se han visto en todo el año, recuerdos, risas y por supuesto, una rica cena.
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Estamos celebrando el Día de Acción de Gracias, en los Estados Unidos tal vez la celebración más importante del año, ocasión en que las familias se encuentran para hacer una pausa al ritmo acelerado de la vida moderna. Y como casi todas las cosas memorables, ocurre alrededor de una cena, no importa qué tan fastuosa o simple sea, el motivo siempre es el mismo: dar gracias por la fortuna de vivir y de haber llegado hasta ese día. Mañana, habrá que comenzar de nuevo.
Esta tradición tan estadounidense es quizás la más adoptada por los millones de familias inmigrantes que han hecho de este país su casa. Pero nosotros, los latinos, hemos adoptado la celebración del Día de Acción de Gracias dándole algunos toques de sabor propios de nuestras culturas y tradiciones. Los cubanos y puertorriqueños hemos incorporado el cerdo como plato principal; algunas familias cambian el pavo por el pato, y otros prefieren el pescado. Los platillos acompañantes varían desde yuca con mojo, plátanos maduros y tostones hasta ensaladas de distinto tipo, pasteles, tamales y cualquier otra delicia de nuestro continente.
Lo cierto es que, para el sabor latino, el habitual pavo del Día de Acción de Gracias puede ser suficiente una vez pero no todos los años. Es así que, tras probar la cena tradicional, escuchamos decir a muchas familas “yo lo hice como lo hacen aquí pero el año que viene voy a cambiar la receta”.
Y es que la celebración del Día de Acción de Gracias no es la cena en sí misma, sino la oportunidad de reunirnos en familia y en cierto modo, continuar con una tradición cultural que, en los Estados Unidos se remonta a principios del siglo XVII. Por eso, al menú de la cena especial en una familia latina, llegan esa noche también los sabores que nos acompañan desde la infancia, desde los tiempos en que cenábamos en nuestros pueblos y ciudades natales. La “receta de la abuela”, que tal vez nunca emigró a los Estados Unidos se hace presente en la mesa y esa noche, sin proponérselo, generaciones enteras de nuestros ancestros nos acompañan en el disfrute de sabores y conversaciones que saltan de un idioma a otro, con mezclas de anglicismos y recuerdos del pasado. Lo importante es pasarla bien y dar gracias.
Aunque no alcancen el sentido de tradición, las preguntas clásicas de “¿Cómo le diste ese sabor al pavo?” y “¿Cómo hiciste para que te quedara jugoso?” se repiten a lo largo y ancho de nuestro continente. Lo cierto es que el pavo, aunque abundante en carne, es un plato que requiere de ciertos trucos y técnicas para sacarle jugo a partes como la pechuga, por ejemplo. En esto juegan un papel clave dos cosas: la salmuera o marinada y por supuesto, la temperatura y el tiempo de cocción.
La salmuera es una solución fuerte de sal y agua a la que se le puede añadir algún edulcorante como azúcar, melaza, miel o jarabe de maíz para darle otro sabor y mejorar el dorado de la piel del pavo.
La salmuera tradicional, que se usaba para conservar alimentos como el pescado, se ha enriquecido con otros ingredientes convirtiéndose en lo que conocemos como una marinada. El principio es el mismo, sólo que en la marinada entran como ingredientes el aceite y el ácido, ya sea de naranja agria, limón, vinagre o vino. También se añaden especias como el orégano, el comino, la pimienta y algunos chiles, según el gusto y las preferencias del cocinero. Lo que importa es que la carne se bañe de esos jugos por unas horas para que se ablande y quede más jugosa.
Después, habrá que secarla un poco y a una temperatura no muy alta, que varía según el tipo de carne, dejarla cocinar en el horno las horas necesarias hasta que quede cocido pero jugoso.
La celebración del Día de Acción de Gracias se ha expandido a nuestros países y actualmente se celebra en muchos hogares de México, Centroamérica y América del Sur. Quienes vinimos al norte en busca de un futuro mejor, hemos llevado a nuestras tierras de origen una celebración muy importante: una cena que aquí nos une como familia, en la que los recuerdos se sientan a la mesa y a la que, para de una vez sentirnos como en casa, le hemos ajustado los platos tradicionales con sabores de nuestra cultura. No hay duda de que, muchas veces, sabe mejor. Por esta oportunidad de celebrar cada año, ¡demos las gracias y brindemos!