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La larga sombra del TEPT

Décadas después de haber estado en Vietnam, veteranos jubilados se reencuentran y buscan ayuda.

Dave Dillard - El trastorno por estrés postraumático

Brent Humphreys

Dave Dillard estuvo en la 101.ª División Aerotransportada.

In English | Después de pasar dos períodos de servicio como soldado de infantería en Vietnam, Dave Dillard regresó a un país que él sintió que no entendía dónde estuvo ni cómo la guerra lo afectó. El Ejército le dio de baja sin aconsejarle sobre las persistentes tensiones mentales del combate. Su familia le dijo que siguiera adelante con su vida. Algunos de los veteranos de la Segunda Guerra Mundial que conoció en el centro para veteranos de guerras libradas en el extranjero tampoco lo ayudaron demasiado. “Simplemente olvídalo”, le dijeron.

No podía olvidarlo, pero siguió adelante. Estudió artes teatrales en San Francisco y luego fue maestro de escuela primaria. Sin embargo, poco a poco se apartó de sus amigos y familiares. Evitaba estar entre muchedumbres y hacer fila. Mientras cortaba el césped una tarde, un sonido fuerte hizo que se escondiera debajo de un arbusto. Dormir era un tormento. Soñaba que lo habían enviado de nuevo a Vietnam para un tercer período de servicio, y siempre veía al mismo soldado norvietnamita con la cara alumbrada en la oscuridad por el fogonazo de un rifle.

A mediados de la década de 1980, comenzó a buscar a los compañeros junto a quienes había luchado. Los encontró uno por uno durante las tres décadas siguientes. Muchos de ellos, descubrió, habían estado sufriendo como él, y la mayoría no habían recibido ayuda hasta años después, si es que la habían solicitado.

Este es un relato común entre los veteranos de combate entrados en edad, quienes han luchado tanto contra el estigma de parecer débiles como con la falta de conocimientos sobre los efectos mentales del combate. El trastorno por estrés postraumático (TEPT), caracterizado por hipervigilancia, pensamientos intrusivos, pesadillas y conducta de evitación, no se convirtió en un diagnóstico formal hasta 1980, y los tratamientos eficaces para esta enfermedad no estuvieron muy disponibles hasta la década de 1990.

“Regresaron a casa, se quedaron callados y trataron de sobrellevarlo lo mejor que pudieron”, dice Steven Thorp, un psicólogo de San Diego que trabaja para el Departamento de Asuntos de Veteranos (VA) de EE.UU. “Trabajaron muy duro para distraerse, 70, 80 horas por semana, así que el TEPT no los afectó con toda su fuerza hasta que se jubilaron, sus hijos dejaron el hogar o las muertes de sus amigos les recordaron lo perdido”.

“Lo que sí saben es que ellos son diferentes”, dice Thorp. “Pero no saben por qué sucedió ni cómo cambiarlo”.

Dillard no sabía cómo enderezarse, pero sabía exactamente qué fue lo que lo cambió: una noche larga y atroz en la selva al norte de Saigón durante su primer período de servicio, cuando la Compañía Delta, su unidad de la 101.ª División Aerotransportada, casi fue destruida por cientos de soldados norvietnamitas. Esa noche, él fue testigo de la conducta heroica de su capitán, Paul Bucha, y esperó con sus compañeros de la Compañía Delta, como Calvin Heath y Bill Heaney, un amanecer que temían nunca llegaría.

“Esa noche nos marcó a todos”, dice Dillard, de 66 años, quien ahora vive en una finca en Livingston, Texas y ayuda a otros veteranos con sus reclamaciones de discapacidad. “Ha sido la causa de muchas pesadillas”.

Paul Bucha 1968 - El trastorno por estrés postraumático

EARL Van Alystine/Vietnam Center and Archive, Texas Tech University

Paul Bucha (en primer plano) el 19 de marzo de 1968. Durante la batalla, 10 estadounidenses murieron y 47 resultaron heridos.

El infierno en la selva

Ochenta y nueve hombres se desplegaron en una larga columna que serpenteaba hacia el norte por la selva. Los habían llevado en helicóptero dos días antes y les ordenaron que encontraran a soldados norvietnamitas que habían infiltrado Vietnam del Sur para la Ofensiva del Tet. Al anochecer el 18 de marzo de 1968, un soldado llamó por radio y le preguntó al capitán Bucha, el comandante de la Compañía Delta (3.er Batallón, 187.º Regimiento de Infantería) si podía hacer un reconocimiento abriendo fuego, es decir, disparar unas cuantas veces para provocar respuesta de los enemigos que esperaban para tender una emboscada. Disparó dos veces y la selva estalló.

“Toda la montaña enfrente de nosotros simplemente explotó”, dice Bucha, “salían disparos desde todos los lugares”.

Entre el fuego de ametralladoras y granadas impulsadas por cohetes, el auxiliar de medicina de la compañía se adelantó corriendo para tratar a los heridos. Bucha lo siguió y usó granadas de mano para eliminar un nido de ametralladora en un árbol, la primera de muchas acciones durante la batalla por las cuales recibiría una Medalla de Honor. Bucha siguió avanzando y encontró al auxiliar y a otros soldados, quienes murieron en el ataque inicial.

Más atrás, los heridos estaban reunidos en un pequeño claro. Un helicóptero llegó para evacuarlos pero no tenía espacio para aterrizar. Los soldados decidieron llevar a los heridos a una zona de aterrizaje más grande. Sin embargo, mientras el helicóptero volaba hacia allá, Dillard, el operador de radio de Bucha, vio que lo alcanzaban disparos desde la dirección contraria. Se dio cuenta de que estaban rodeados.

Con el rabillo del ojo, vio aterrizar una granada a pocos pies de distancia. La explosión hirió a dos hombres y aturdió a Dillard. Por varios minutos, no supo dónde estaba ni lo que estaba pasando, y se le olvidó advertirles a los demás sobre los disparos provenientes del sur. Los soldados que evacuaban a los heridos cayeron en otra emboscada y varios de ellos murieron. Dillard se sintió culpable de esas muertes.

A medida que la noche cubrió la selva, los sobrevivientes se juntaron en un pequeño claro, y Bucha dio una orden extraordinaria: para no revelar su posición, nadie debía disparar sin su permiso. En lugar de eso, Bucha y sus soldados arrojaron granadas de mano y granadas lanzadas con tubos a intervalos aleatorios y en varias direcciones, para confundir a los enemigos y dar la impresión de que su tropa era mucho más numerosa.

Los enemigos se arrastraron muy cerca al tratar de rastrear a los estadounidenses. Dillard, con el cuerpo contra el suelo, vio que un soldado vietnamita que estaba a pocos pies de distancia disparó en dirección contraria y el fogonazo del rifle le iluminó la cara. “Este es un lugar endemoniado para que todo termine aquí”, pensó.

A medida que transcurrió la noche, algunos estadounidenses se hicieron los muertos cuando los soldados enemigos infiltraron su posición. En la mañana, cuando ya se acercaban los refuerzos estadounidenses, los norvietnamitas se replegaron. Durante la batalla, 10 estadounidenses murieron y 47 resultaron heridos. El amigo de Dillard, Calvin Heath, había matado a un soldado norvietnamita con una bayoneta mientras trataba de verificar que los estadounidenses estuvieran muertos. Otro soldado norvietnamita se sentó a desayunar sobre el cuerpo aparentemente sin vida de Heath antes del repliegue de las tropas enemigas.

 Five Delta Company, grupo de veteranos - El trastorno por estrés postraumático

Brent Humphreys

Cinco veteranos de la Compañía Delta durante un asado en marzo: (desde la izquierda) Raymond Díaz, Bill Heaney, Mike Rawson, Billy Ford y Dave Dillard.

Sentimientos de fracaso y culpabilidad

Para los hombres que soportaron aquella noche infernal, las semillas del trauma compartido se habían sembrado.

Dillard y otros de la Compañía Delta le atribuyen su supervivencia a Bucha. Pero Bucha, quien ahora tiene 71 años, vio la batalla como un fracaso personal. “Debo haber hecho algo mal”, dice.

“Al decir que fallé, me permite vivir con el hecho de que alguien murió. No acepto que alguien tiene que morir y tú hiciste todo bien”, dice.

Después de abandonar el Ejército en 1972, Bucha trabajó para una empresa estadounidense en Irán. Estuvo en Líbano durante la guerra civil y en Pakistán durante un golpe de estado. Mientras que esas aventuras atenuaron su trauma, se sentía culpable a diario. “A veces me despertaba y pensaba: ‘¿Qué hice?’”, dice. “Necesitaba que un orientador psicológico me explicara que eso es natural”.

Hace unos años, Bucha buscó ayuda para los problemas de culpabilidad y rabia que surgieron de la guerra, y se unió a un creciente grupo de veteranos que buscaban alivio después de décadas de sufrir angustia. Thorp, quien dirige la clínica de TEPT del Departamento de Asuntos de Veteranos de San Diego, dice que las citas se han triplicado en la última década y que la mayoría de los pacientes han sido veteranos mayores.

Impulsado en parte por el gran número de veteranos de Irak y Afganistán que buscan atención, en los últimos años se han empezado a usar cada vez más tratamientos novedosos para el estrés postraumático, que van desde yoga y meditación hasta la realidad virtual y actividades al aire libre.

Dos tratamientos psicoterapéuticos comunes son la terapia de procesamiento cognitivo y la terapia de exposición prolongada. En la terapia de procesamiento cognitivo, los pacientes trabajan con un terapeuta para lograr un mejor entendimiento y cambiar cómo piensan en un evento traumático y sus repercusiones. Durante la terapia de exposición prolongada, los pacientes tratan de superar o disminuir el miedo a los recuerdos al hablar sobre el evento traumático, repetida y detalladamente, y confrontar situaciones que causan ansiedad.

Existen retos excepcionales en el tratamiento de los veteranos jubilados. A diferencia, digamos, de un veterano de Afganistán de 22 años que busca ayuda para el estrés postraumático inmediatamente después de la guerra, para muchos veteranos mayores el sufrimiento ya es una realidad. “Se dan cabezazos contra la pared. ‘¿Por qué no hice esto antes? Podría haber evitado décadas de dolor, para mí y todos los demás’”, dice Thorp. “Pero, como siempre les recuerdo, incluso si lo hubieran reconocido y hubieran querido obtener ayuda, no existía. No había un diagnóstico oficial y por supuesto no habían tratamientos bien desarrollados, en lo que se refiere a medicamentos y psicoterapias”.

Dillard perdió el contacto con sus amigos después de abandonar el Ejército. En 1983, fue al Monumento a los Veteranos de Vietnam en Washington D.C. solo, con una lista de amigos muertos a quienes buscar. Luego prometió encontrar a los vivos. Al principio, progresó lentamente. Sin embargo, internet dio resultados más rápido. Dillard organizó una reunión en 1999 para media docena de soldados en el hogar de su antiguo sargento de primera clase. Una segunda reunión de la Compañía Delta en el 2001 atrajo a más de 40 soldados.

 Bill Heaney 1968 - El trastorno por estrés postraumático

Cortesía de Bill Heaney

Bill Heaney en 1968: “No hablabas de eso por aquel entonces”.

Bill Heaney estaba entre ellos. No había estado en contacto con sus amigos del Ejército desde que salió de Vietnam, y dudaba sobre sacar a relucir tantos recuerdos. “No hablabas de eso por aquel entonces”, dice. “Simplemente te lo guardabas adentro. No había nadie con quien hablar”.

Trató de hacerlo en un hospital para veteranos a principios de la década de 1970, pero le hicieron sentir que estaba loco, dice. Se mantuvo alejado del VA, y en vez de eso, se automedicó. “Me drogaba cada vez que podía”, dice.

Pero sus antiguos camaradas de la Compañía Delta proporcionarían la ayuda que no obtuvo de las drogas ni del VA. En la reunión, descubrió que todos habían tenido dificultades después de la guerra. “Todos buscaban lo mismo que yo”, dice Heaney, quien vive en New Haven, Connecticut y trabaja como técnico de computadoras en Yale University. “Es muy bueno saber que no eres el único que está pasando por eso”.

Cuando regresó al VA en el 2004, le diagnosticaron el trastorno por estrés postraumático. Va a terapia con regularidad y ya no se droga ni bebe. Para veteranos de Irak y Afganistán, su consejo es sencillo y enfático: no esperen. “Cuando regresamos, no teníamos opciones”, dice. “Ellos pueden aprender de nuestras experiencias”.

Heaney se reunió de nuevo con sus amigos en marzo, en el 47.º aniversario de la batalla. Cinco soldados de la Compañía Delta se reunieron, esta vez en la finca de Dillard en Texas, donde Dillard asó 15 libras de falda de res. Se pusieron al día sobre sus vidas e intercambiaron relatos de hace años, sobre saltos en paracaídas en Fort Campbell de Kentucky. Además hablaron un poco sobre Vietnam.

Heaney piensa en Vietnam a diario, pero ha hecho las paces con eso. “Simplemente tienes que darte cuenta de que ya no es tu enemigo”, dice. “Ya no me hará daño. Es solo recuerdos”.

Brian Mockenhaupt es un exsoldado de infantería que pasó dos períodos de servicio en Irak. Reportaje adicional de Adam Piore.

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