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‘Rogue One: A Star Wars Story’: “Dorothy” en el espacio

Felicity Jones y Diego Luna son rebeldes intergalácticos.


DIRECTOR:
Gareth Edwards
GUION: Noah Oppenheim
ELENCO:
Chris Weitz, Tony Gilroy, historia de John Knoll, Gary Whitta (basado en los personajes creados por George Lucas)
DURACIÓN: 133 minutos

A pesar de ubicarse dentro del intrincadísimo universo de ciencia ficción creado por George Lucas hace 40 años, Rogue One: A Star Wars Story funciona también en un plano muy elemental que igual podría cambiar esa “galaxia lejana” por la Kansas del “Mago de Oz”. En lugar del león, el espantapájaros y el hombre de hojalata que acompañan a Dorothy en su misión, la película dirigida por el inglés Gareth Edwards nos ubica en la modernidad con un reparto multiétnico encabezado por el mexicano Diego Luna. Rogue One sigue los lineamientos del mejor cine de Hollywood en los géneros clásicos de aventuras, del viejo Oeste y el bélico; por eso puede resultar igual de atractiva para fans que para neófitos de la saga. La línea argumental es fiel al espíritu de los personajes de Lucas, pero se puede entender perfectamente sin tener la referencia de las otras siete cintas.

Los hechos tienen lugar antes del Episodio IV, A New Hope, que arrancó la saga en 1977; esto ubicaría a Rogue One numéricamente en el lugar 3.1. Son tiempos muy oscuros en la galaxia. Death Star, el arma letal que puede destruir planetas enteros, está casi lista y el Imperio del Mal se prepara para someter a los pobladores rebeldes de los planetas conquistados. La joven Jyn (Felicity Jones) vive bajo la sombra de que su padre, el brillante científico Galen Erso (Mads Mikkelsen), fue el traidor que ayudó al Imperio a fabricar la Death Star. Cuando la vemos por primera vez, Jyn va de planeta en planeta buscando a renegados como ella que aún tengan la esperanza de que se puede derrotar al Imperio. Acompañándola está siempre K-2SO, un robot insubordinado que se la pasa haciendo comentarios sarcásticos que proveen el único alivio cómico en una cinta que adolece de humor. A pesar del obligado aire futurista de los lugares que visitan, la sofisticada producción de arte también consigue darle tintes terrenales tales como un bazar del Medio Oriente o un campo militar. De hecho, la filmación tuvo lugar en locaciones tan disímiles como Jordania, Islandia y las Maldivas.

Felicity Jones en una escena de Rogue One: A Star Wars Story

Lucasfilm Ltd.

Felicity Jones en una escena de 'Rogue One: A Star Wars Story'

A pesar de lo que se dice de él, Jyn aun conserva el recuerdo de un padre amoroso que fue llevado en contra de su voluntad por representantes del Imperio. Su sospecha queda confirmada cuando Saw Guerrera (Forest Whitaker), quien se hizo cargo de ella cuando su padre desapareció, le entrega un mensaje en el que su padre le confirma que fue secuestrado, pero también que logró introducir en la Death Star un mecanismo que permitiría fácilmente desactivar el arma. Así es como queda en manos de Jyn la misión de rescatar al universo de las garras del mal.

Como la Alianza considera que la hazaña es demasiado arriesgada, Jyn tiene que reclutar por su cuenta a una banda de rebeldes inadaptados para que la ayude. Primero esta el Capitán Cassian Andor (Luna), un espía taciturno que lleva demasiado tiempo en la resistencia; Chirrut Imwe (el hongkonés Donnie Yen), un sabio cuya ceguera no impide su magistral uso de la espada; Baze Malbus (Jiang Wen), experto en artes marciales y Bodhi Rook (Riz Ahmed), un piloto que trabajaba para el Imperio, pero que se pasó del lado de los buenos.

Aunque se le ha dado a cada uno de los miembros de la banda una personalidad específica, señalada por la nacionalidad, raza o etnia, ninguno tiene un rol por encima de Jones, quien es la líder indiscutible del grupo. Esa es quizás la gran falla de Rogue One. Sobre todo porque la misma Jyn no alcanza a distinguirse por ningún atributo especial además de su valentía y fortaleza. Como discurso feminista está muy bien, pero le falta tanto a ella como a los otros, la humanidad de Dorothy y su grupo de acompañantes en Oz. Sin tratar de restarle mérito al hecho de que se trate de ser inclusivo y, sobre todo, de que el protagónico en una superproducción de una amada franquicia sea, por primera vez en la historia, un hispano, el papel no le permite en particular a Luna desplegar sus dotes actorales (demostradas en otras películas). Paradójicamente, el personaje más humano es el del robot K-2SO.

De cualquier manera, la banda logra representar en su conjunto la abstracción del bien enfrentado con el mal absoluto en un tablero visual que con sus batallas aéreas en cielos azules parece un ballet. El idealismo de los rebeldes intergalácticos tiene un eco en el paisaje tropical donde se lleva a cabo la confrontación final. En contraste, las formas metálicas y frías de un complejo industrial y militar a cargo del funcionario del Imperio, Orson Krennic (Ben Mendelsohn), simbolizan la maldad absoluta. Rogue One consigue hacernos sentir la amenaza de un mal que parece invencible, pero logra visualmente transmitir el mensaje de que el bien se logra siempre imponer al mal y que la esperanza es, hoy y siempre, el último resquicio de nuestra humanidad.

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