Skip to content
 

Empleos donde se interactúa con personas y no solo con datos pueden ayudar a proteger contra el Alzheimer

El tipo de mentoría que se ve en algunos trabajos ayuda a mantener la capacidad intelectual a pesar de los cambios en el cerebro.

Hombre y mujer colaborando en un proyecto

Getty Images

Estos análisis recalcan la importancia del compromiso social en el entorno laboral para desarrollar resiliencia ante la enfermedad de Alzheimer.

In English | Trabajar en un empleo complejo donde interactúas con personas en vez de solo manejar datos y objetos podría protegerte contra la enfermedad de Alzheimer, según dicen los investigadores que realizaron un nuevo estudio.

Esto ayuda a explicar por qué muchas personas que se piensa corren mayor riesgo de tener la enfermedad nunca padecen de ella, una cualidad conocida como “resiliencia”.

Un estudio que se presentó en la Conferencia Internacional de la Alzheimer’s Association (AAIC) en Toronto proporcionó indicios sobre cuáles factores que se podrían modificar quizás prevengan el deterioro cognitivo, en particular en las personas de alto riesgo.

“De un tiempo a esta parte, los investigadores han entendido que hay una desconexión entre los cambios en el cerebro relacionados con la enfermedad de Alzheimer y los cambios cognitivos asociados a estos”, dijo Elizabeth Boots, una investigadora del Centro de Investigación de la Enfermedad de Alzheimer de Wisconsin y la Facultad de Medicina y Salud Pública de la University of Wisconsin, durante una sesión informativa de prensa de la AAIC.

Una explicación para esto es la “reserva cognitiva”. Considéralo como un mayor sistema de reserva en el cerebro que se desarrolla gracias a las experiencias de vida enriquecidas, como la educación y la ocupación. Estas experiencias pueden ayudar a las personas que corren el riesgo de tener la enfermedad de Alzheimer a mantener habilidades normales de pensamiento y razonamiento.

Los factores de riesgo incluyen cambios cerebrales conocidos como “hiperintensidades en la sustancia blanca” —manchas blancas visibles en gammagrafías cerebrales que indican que hay una enfermedad cerebrovascular—. Se sabe que estas hiperintensidades contribuyen a un deterioro de la actividad encefálica, pero no causan discapacidad en todas las personas que las tienen.

En el estudio realizado por Boots y sus colegas participaron 284 personas cuyo promedio de edad era 60 años. Imágenes de resonancia magnética demostraron que los participantes con empleos más complejos tenían más hiperintensidades en la sustancia blanca, pero en pruebas de actividad encefálica, les fue tan bien como a personas con empleos menos complejos.

Sin embargo, los empleos complejos tenían que incluir la interacción con otras personas y no simplemente el trabajo con datos y objetos, dijo Boots. La habilidad más compleja del trabajo con otras personas es la mentoría, una característica de ocupaciones como médico, trabajador social y consejero escolar, dijo.

“Estos análisis recalcan la importancia del compromiso social en el entorno laboral para desarrollar resiliencia ante la enfermedad de Alzheimer”, dijo Boots en un comunicado de prensa de la Alzheimer’s Association.

La reserva cognitiva quizás también ayude a contrarrestar los efectos de la mala alimentación sobre el cerebro, según un nuevo estudio canadiense.

“Asumimos que una dieta de mala calidad estaría asociada a algún tipo de daño cerebral microscópico”, dijo Matthew D. Parrott, quien trabaja en Baycrest Health Sciences en Toronto, durante la sesión informativa de prensa de la AAIC.

Eso sucedió en su estudio de 351 adultos mayores. Durante un período de tres años, quienes consumieron una típica dieta “occidental” de carnes rojas y procesadas, pan blanco, papas, alimentos envasados y dulces tuvieron mayor deterioro cognitivo. Pero eso no ocurrió con quienes tenían una alta reserva cognitiva, determinada por factores como la educación, la complejidad del empleo y el compromiso social.

Esto no significa que tener un título universitario y una buena vida social te permite consumir perros calientes, papas fritas y batidos en exceso, dijo Parrott. Cuando las personas con alta reserva cognitiva que consumían mucha comida chatarra ingresaron al estudio, sus funciones cognitivas eran un poco más bajas que las de sus contrapartes que comían mejor, dijo.

En otro estudio, científicos de la Brigham Young University intentaron identificar diferencias en el ADN de personas mayores de 75 años sin deterioro cognitivo y portadoras de variaciones genéticas que aumentaban su riesgo de la enfermedad de Alzheimer, ejemplificado por el hecho de que a por lo menos cuatro de sus familiares se les había diagnosticado esta enfermedad.

Los investigadores descubrieron que las personas con resiliencia ante la enfermedad de Alzheimer compartían una variación poco común —hallada en cerca del 1% de la población en general— de un gen llamado RAB10. En las personas resilientes, este gen no funciona. Por eso quizás un medicamento para eliminar este gen en personas con copias funcionales podría protegerlas contra el mal de Alzheimer, dijo Keoni Kauwe, un autor principal, durante la sesión informativa de prensa.