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‘The Lovers and the Despot’: El villano de Corea del Norte

La increíble y verdadera historia de un secuestro político y artístico.

GÉNERO: Documental
DIRECTORES:
Ross Adam y Robert Cannan
GUION: Ross Adam y Robert Cannan
APARECEN:
Choi Eun-hee, Michael Yi, Shin Sang-ok Shin Jeong-kyun, Shin Myung-yim, Choi Kyung-ok y Pierre Rissient
DURACIÓN: 95 minutos

El cine ha probado siempre que puede ser un arma muy poderosa para concientizar a la gente y crear cambios positivos en la sociedad; pero también que, en las manos equivocadas —recordemos El triunfo de la voluntad enalteciendo a Hitler en 1935— funciona también como un nefasto instrumento de propaganda política. En una de esas ironías de la vida, el documental The Lovers and the Despot está a punto de estrenarse en el momento en que el déspota en turno de Corea del Norte, Kim Jung-un, anunció que su país realizó con éxito una quinta prueba nuclear. El presidente de EE.UU., Barack Obama, calificó los hechos como “acciones provocadoras y desestabilizadoras que son una grave amenaza para la seguridad regional y la paz y estabilidad mundial".

Comparado con las implicaciones de que el régimen aislacionista y tiránico de Pyongyang tenga en su poder ojivas nucleares y se jacte de poder producir aún más, lo que ocurre en el documental The Lovers and the Despot parece cosa de niños, pero no lo fue para sus protagonistas: Choi Eun-hee, la estrella de cine más importante de Corea del Sur y su exesposo, Shin Sang-ok, ambos secuestrados por el supremo líder de Corea del Norte, Kim Jung-il (padre del actual líder). El asunto es que a Jung-il le encantaba el cine y, como no le gustaba lo que estaba haciendo su país en esa materia, fijó los ojos en su vecino del sur.

Shin Sang-ok, Kim Jong-il, y Choi Eun-hee en una toma del documental 'The Lovers And The Despot'

Cortesía de Magnolia Pictures

Shin Sang-ok, Kim Jong-il supremo líder de Corea del Norte y padre del actual dictador, y Choi Eun-hee en una toma del documental 'The Lovers And The Despot'.

El enorme éxito que habían tenido Choi y Shin en los años 50 y 60 principalmente, le dio la idea de que podría utilizarlos para que trabajaran para la industria cinematográfica de su país. Choi y Shin habían sido la pareja más glamorosa de Corea del Sur. Tanto ella como el director eran guapísimos, exitosos y carismáticos. Choi y Shin se conocieron durante la filmación de una película, se casaron y adoptaron a dos niños. La relación se fue deteriorando con los años y terminaron divorciados. Ya para los años 70, las carreras de Choy y Shin estaban en declive, pero no tanto como para que aceptaran de buena gana la oferta del dictador. Es así como Jung-il recurrió al método más “lógico” que utilizaría cualquier tirano que se respete: secuestrarlos.

En 1978, Choi viajó a Hong Kong engañada por una agente encubierta de Jung-il que le ofrecía un contrato muy apetecible. Es ahí donde fue capturada por elementos enviados por Jung-il y llevada a Pyongyang donde la esperaba una “jaula de oro”. El dictador la recibió con toda amabilidad y la instaló en una elegante residencia. Eso sí, le advirtió desde el principio que si no cooperaba, le iría mal. Shin fue secuestrado cuando viajó a Hong Kong a investigar qué le había pasado a su exesposa. A él no le fue tan bien porque intentó escapar y fue atrapado, hecho prisionero y torturado. Eventualmente, las ambiciones artísticas de Jung-il pudieron más que su rencor y liberó a Shin. El director y empresario estaba en la bancarrota cuando fue secuestrado y el dictador, en cambio, le dio carta blanca para que produjera películas con Choi como protagonista. Otra “ventaja” del secuestro es que el amor que había existido alguna vez entre la pareja, se reavivó ante la opresión a la que estaban sometidos y juntos planearon su escape.

La historia de lo ocurrido fue narrada por Choi misma a los ingleses Ross Adam y Robert Cannan, quienes armaron el documental con sus recuerdos y algunas  grabaciones que realizó subrepticiamente en los seis años que duró su encierro. Choi, de 89 años, vive ahora en Estados Unidos; Shin murió en Seúl en el 2006. The Lovers and the Despot fue estrenada en el pasado festival de Sundance y no todas las críticas fueron buenas. El problema es que quedan muchos huecos en la historia y el segmento más importante, el de los años de cautiverio, no tiene una equivalencia visual y solo pueden ser imaginados escuchando a Choi. Lo cual nos lleva al paradójico hecho de que, en un sentido estrictamente cinematográfico, The Lovers and the Despot hubiera funcionado mejor como un largometraje de ficción. Este es un caso donde el arte imitando a la vida hubiera estado plenamente justificado puesto que la imaginación y creatividad del director hubiera llenado los huecos que deja la realidad.