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La distribución de vacunas contra la COVID-19 conlleva una dosis de culpa y envidia

Los complejos procesos de vacunación generan sentimientos inesperados, porque algunos tienen suerte y otros se quedan fuera.

Una mujer mirando por una ventana mientras está sentada en su sofá

westend61 / getty images

In English | Katie Lemen, de 57 años, no apartaba la mirada del suelo cuando hacía la fila para recibir la vacuna contra la COVID-19. Como empleada del distrito escolar, cumplía los requisitos para vacunarse. Y dado que es sobreviviente de un derrame cerebral, su médico quería que se vacunara lo antes posible.

Pero eso no mitigó su sentimiento de culpa por estar recibiendo de alguna manera una vacuna que debería ser para otra persona.

"Estaba en una sala grande; parecía una terminal de aeropuerto... Casi todos los que estaban allí tenían 80 años o más", dice Lemen, de Silver Spring, Maryland. "Fue horrible. Un par de personas me miraron raro, pero ¿qué podía hacer? Les decía a todos, '¿por qué no te adelantas a mí?'".


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Conforme las vacunas contra la COVID-19 van estando disponibles, la culpa y la envidia desempeñan un papel importante en el proceso. En parte, esto se debe a las diferencias entre estados, o incluso condados, en cuanto a quién puede ser vacunado: un maestro joven y sano puede recibir la vacuna en un lugar, mientras que una persona de 65 años con una enfermedad crónica sigue esperando en otro.

Además, la distribución de vacunas ha sido confusa y ha estado plagada de problemas técnicos, por lo que a menudo son las personas con más conocimientos tecnológicos las que consiguen una cita. Y además, existen disparidades raciales; según los defensores de las comunidades negras e hispanas, la distribución de dosis no es equitativa. Sin mencionar la situación de las vacunas sobrantes, que en algunos casos ha dado lugar a que los proveedores de servicios de salud vacunen a prácticamente cualquier persona —incluso a quienes aún no cumplen con el criterio de vacunación— para evitar tirar a la basura las dosis caducadas.

Lemen dice que le alegra saber que vacunarse ayuda a prevenir una mayor propagación. Pero que aun así, se lamenta por los adultos mayores que no logran conseguirlo.

"Tengo dos tíos y una tía, todos de más de 80 años, que viven en sus hogares. No van a los supermercados, a la iglesia, a ningún lugar. Las personas les llevan lo que necesitan", dice Lemen. "Esto es especialmente difícil para mi tía porque es muy sociable, siempre está saliendo a algún sitio. Está en el punto en que prefiere morir a no ver a nadie".

Katie Lemen

Cortesía Katie Lemen

Después de vacunarse, Katie Lemen tuvo la sensación de que estaba restando dosis a quienes podrían necesitarlas más.

Cómo manejar las emociones

Los expertos dicen que esta culpa y envidia es de esperarse.

"Yo mismo he pasado por ambas cosas [la culpa y la envidia]", dice Stephen Rosenberg, un psicoterapeuta de Filadelfia que, como trabajador esencial, recibió ambas dosis de la vacuna. "Tienes que darte cuenta de que al vacunarte, estás ayudando a la humanidad. Y solo tienes que pensar en eso y continuar".

Su envidia se desató con las historias de los trabajadores no esenciales y los jóvenes que visitan las farmacias para conseguir dosis que, de otro modo, tendrían que ser desechadas al final del día. A pesar de que Rosenberg está vacunado, su prometida no lo está.

Pero tras esa reacción inicial, reconoció que esos afortunados cazadores de vacunas estaban "en el lugar adecuado en el momento adecuado" y que no era sano para él albergar ese sentimiento de envidia.

"No quieres llevarlo dentro de ti porque acaba acumulándose", dice Rosenberg. "Algunas personas simplemente están en el lugar adecuado en el momento adecuado. Tienes que aceptarlo y seguir adelante".

La Dra. Sarah C. Hull, subdirectora del programa de ética biomédica de la Facultad de Medicina de Yale University, en New Haven, Connecticut, está de acuerdo, y comenta que la culpa suele provenir de la preocupación por la equidad. Pero dice que la culpa no siempre está justificada.

"Siempre que [las personas] sean honestas y trabajen dentro de cualquier sistema que se implemente... no deberían sentirse culpables", dice Hull. "Al contrario, están dando un paso adelante y vacunándose, lo que es esencial para controlar esta pandemia".

Es difícil no sentir envidia de las personas que han conseguido una codiciada cita de vacunación o que han tenido la "suerte" de recibir una vacuna que, de otro modo, habría sido desechada.

Linda Lou, de 66 años, de la ciudad de Nueva York, dice que a pesar de que su esposo, de 64 años, tiene varios problemas de salud que lo hacen más vulnerable al virus, sus esfuerzos por conseguir una cita de vacunación han sido un desafío. Lou siente envidia de quienes reciben la vacuna, pero se esfuerza por sustituir esos sentimientos por la felicidad por la buena suerte de sus amigos.

Aun así, su frustración aumenta cuando sus amigos presumen de lo fácil que fue concertar una cita, sabiendo que ella y su esposo han tenido dificultades para hacerlo a pesar de los repetidos intentos.

"Me parece que, aunque me alegro de que lo hayan conseguido, mi percepción de ellos ha cambiado un poco", dice. "No nos llamaron para avisarnos de la disponibilidad, y tampoco se dan cuenta de que nos hacen sentir abandonados y un poco como 'perdedores', ya que seguimos corriendo un gran riesgo de contraer un virus mortal".

Rosenberg afirma que, aunque es natural que las emociones afloren, es importante no centrarse en ellas.

"La envidia es un instinto natural, pero no es un sentimiento positivo", dice Rosenberg. "Si sigues pensando en ello, solo genera más. Se acumula, y eso es negativo. Lo mejor es dejarlo pasar, intentar vivir el momento".

Nancy Dunham es una escritora colaboradora que cubre temas automovilísticos, mejoras en el hogar y salud. Anteriormente fue reportera y editora de varios periódicos metropolitanos. Su trabajo también se ha publicado en People MagazineThe Washington Post, USA Today y U.S. News & World Report.