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'La La Land' baila al ritmo de los clásicos

Ryan Gosling y Emma Stone nos recuerdan a Fred y a Ginger.

DIRECTOR: Damien Chazelle
ELENCO: Ryan Gosling, J.K. Simmons, Emma Stone
DURACIÓN:
128 minutos
CLASIFICACIÓN: PG-13 (Público general, mayor de 13 años)

In English  | Ellos ya no hacen películas musicales como antes.

Pero cuando digo "ellos" no me refiero al joven cineasta y guionista Damien Chazelle, que realmente lo logró.

Su La La Land es un clásico y exuberante festival de canciones contagiosas y bailables. Y aunque sus atractivos protagonistas —Ryan Gosling y Emma Stone— no son necesariamente Fred Astaire y Eleanor Powell (la mejor pareja de baile de Fred), la realidad es que en 70 años no ha existido nadie que se asemeje.

Es decir, este es el musical que nunca supiste que estabas esperando.

La La Land anuncia su llegada con lo que debe ser el acto de apertura más largo de la historia fílmica —hablo de distancia lineal, no tiempo de duración—. La canción comienza en una congestión de tránsito a lo largo de un cruce interminable en Los Ángeles. A medida que la cámara se mueve, enfoca y amplía las tomas entre la masa de carros apiñados, los ocupantes de estos comienzan a bailar, cantar y básicamente regocijarse bajo el sol. Es una manera magnífica en la que Chazelle nos advierte que no habrá transiciones naturales entre escenas y canciones. Por el contrario, prepárate para ver cómo las canciones comienzan con la sutileza con la que J.K. Simmons lanza el platillo a lo largo del salón en Whiplash, la película anterior de Chazelle.

Ryan Gosling y Emma Stone en una escena de la película La La Land

Dale Robinette/Cortesía de Lionsgate

Sebastian (Ryan Gosling) y Mia (Emma Stone) en "La La Land"

No hay que esperar mucho para conocer a los protagonistas. Él es un pianista de jazz reprimido por su trabajo en un piano bar, mientras que ella es una actriz en ciernes que pasa los días en audiciones pero siempre la rechazan. Los protagonistas se conocen después de que Sebastian es despedido (Simmons, el dueño del club, lo despide en una breve y graciosa aparición). Luego, ellos bailan uno alrededor del otro (literalmente) y poco a poco se enamoran apasionadamente, incluso sabiendo que no son el uno para el otro.

El sentimiento de desesperanza que caracteriza su relación en nada se asemeja a Singin' in the Rain pero sí a One from the Heart —un musical igualmente artístico, pero definitivamente oscuro, de Francis Ford Coppola—. Esa es una de las pocas concesiones que este filme hace en cuanto a la época en que se hizo. Otra concesión es el elenco: Ni Gosling ni Stone poseen las destrezas de canto y baile suficientes como para lograr que las piezas sobresalgan. Una pareja de estrellas de Broadway pudiera haber elevado los momentos más románticos del filme —una dulce canción y un baile a lo largo de una callada calle alumbrada por faroles bajo el cielo estrellado de Los Ángeles— a un nivel profesional. Pero cualquier actor veterano a quien le hubieran ofrecido protagonizar este filme La La Land, como Sutton Foster y Billy Porter simplemente hubiera citado a Fred Astair en Shall We Dance: "¡Terminemos con esto!"

Esto no quiere decir que Hollywood debe volver a la producción en masa de musicales al estilo de la era de Busby Berkeley. Por el contrario, parte del atractivo irresistible de La La Land es ese sentido de que la película es el resultado de un millón de destellos genialmente artísticos al azar —desde la visión fantástica de Chazelle hasta las brillantes melodías del compositor Justin Hurwitz y la elegante cinematografía de Linus Sandgren, los cuales fueron elementos claves que se combinaron en un lugar y tiempo muy únicos—.

La La Land es un gesto creativo irrepetible. Haz lo que puedas para disfrutarlo ahora.

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