Vida Sana
He tenido obsesión por la lectura la mayor parte de mi vida. Fui redactora jefa de la revista literaria en la escuela secundaria. Me gradué en literatura inglesa en la universidad. Fui revisora profesional de libros durante tres décadas.
Vivía para leer.
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Sin embargo, hoy escucho. Si me dan a elegir entre leer un libro —sea de tapa dura, rústica o digital— o escuchar la versión de audio, no lo pienso ni un segundo. Prefiero usar los oídos y no los ojos.
Y cada vez son más las personas que piensan como yo. La Audio Publishers Association estima que la venta de audiolibros en el 2017 superó los $2,500 millones ($2.5 billion), con un aumento del 22.7% con respecto al 2016. Esos números continúan el crecimiento de dos dígitos que se ha visto en los últimos seis años. También ha habido un gran aumento en el número de audiolibros que se publican en Estados Unidos. En el 2011, fueron 7,237, comparado con 46,089 en el 2017.
"Estamos en un ascenso meteórico", dice Michele Cobb, directora ejecutiva de la Audio Publishers Association. Señala varias razones de la explosión que se ve en la cantidad de gente que escucha grabaciones, entre ellas la simplicidad de la tecnología. En vez de CD y casetes de audio, ahora es posible escuchar con el teléfono inteligente, el dispositivo más usado para este fin (lo usan alrededor del 73% de quienes escuchan audiolibros). Y cada vez son más populares los "parlantes inteligentes" como Google Home y Alexa, de Amazon.
Cobb también conjetura que la gente que está en el teléfono y la computadora todo el día quiere relajarse cerrando los ojos. “La gente no quiere mirar nada”, dice. Y el 53% de quienes escuchan audiolibros dicen que los escuchan con más frecuencia en casa, mientras que el 36% dicen que donde más escuchan es en el auto.
Yo entiendo lo del agotamiento de la vista. Cinco días a la semana, desde temprano en la mañana hasta ya entrada la tarde, estoy pegada a la computadora escribiendo y corrigiendo. También devoro dos periódicos, la información que me llega en Twitter y mis cuentas de correo electrónico en mi iPhone. De modo que el atractivo de ponerme cómoda en la cama con un buen libro es, digamos, limitado.
Otro motivo por el que yo y muchos otros nos hemos convertido a favor de los audiolibros es que es posible hacer otras cosas mientras se escucha. Hallo que, de alguna manera, una congestión masiva de tráfico, una pila de ropa para lavar o —peor aún— hacer ejercicio no parecen cosas tan abrumadoras cuando estoy escuchando, por ejemplo, The Husband’s Secret, el gran éxito de ventas de la sensación australiana Liane Moriarty, narrado por Caroline Lee con su acento que se adapta perfectamente al libro.
¿En conclusión? Como les digo a mis amigos que defienden empedernidamente la lectura de libros, vale la pena probar el audio. Y tengo algunos consejos para quienes recién se inician en esto.
Explorar antes de comprar o escuchar es imprescindible (además de entretenido).
Recomiendo recorrer los vendedores de audiolibros como Audible.com, Google Play, Kobo y Audiobooks.com, entre otros. Todos permiten hacer clic y escuchar una muestra en forma gratuita. Las bibliotecas públicas también son un lugar excelente y económico para comenzar; la mayoría de ellas cuentan con opciones digitales y en CD. Mi consejo es que elijas un título de una categoría que ya te gusta. Si, por ejemplo, te gusta la ficción seria, puedes comenzar con el sobresaliente Wolf Hall de Hilary Mantel, narrado por Simon Slater. Pero si te encanta la comedia romántica, considera una delicia burbujeante como Crazy Rich Asians de Kevin Kwan, narrado por Lynn Chen.
El narrador correcto puede marcar el éxito o el fracaso de un audiolibro.
Cada uno tiene su opinión sobre qué es lo que constituye un buen audio. Por lo general, yo prefiero que no sea el autor quien lee su propio libro, pero Cobb advierte que ciertos libros se mejoran cuando el autor narra la versión de audio. Como ejemplos de audiolibros excelentes narrados por sus autores cita a Bossypants de Tina Fey y Still Foolin’ ‘Em de Billy Crystal. Como me cuesta seguirlas, no me interesan las dramatizaciones, que es cuando un elenco de narradores interpreta una versión modificada del libro. (La maravillosa producción en ensamble de The Hobbit que hizo la BBC en 1968 es una excepción). Y hay quienes opinan que son confusos, pero las narraciones completas con varias voces pueden ser poderosas. Por ejemplo, The Immortal Life of Henrietta Lacks, de Rebecca Skloot, es maravilloso gracias a dos actrices estupendas: Cassandra Campbell y Bahni Turpin.
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