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‘The Innocents’: Plegaria no elevada

Película francesa basada en hechos reales a finales de la Segunda Guerra Mundial.

DIRECTOR: Anne Fontaine
GUION: Sandrine B. Karine, Alice Vial y Pascal Bonitzer
ELENCO:
Lou de Laâge, Agata Buzek, Agata Kulesza, Vincent Macaigne y Joanna Kulig
DURACIÓN: 117 minutos  

Los conventos de monjas con sus formas austeras, sobriedad y fantasmales figuras en blanco y negro han ofrecido al cine siempre un interesante escenario para tratar temas de resonancia universal como la fe, la soledad y la represión sexual. The Innocents tenía la ventaja adicional de que su argumento está basado en un fascinante hecho real. Paradójicamente, esto que tendría que obrar a su favor, no hace sino resaltar sus limitaciones. Al final, la cinta dirigida por la francesa Anne Fontaine no es más que una correcta y convencional representación de una anécdota cuyas implicaciones daban para reflexiones más profundas.

Ubicada en Polonia en el crudo invierno de 1945, a unos meses de concluida la Segunda Guerra Mundial, The Innocents comienza muy prometedoramente. Los alemanes han sido derrotados y el mando del país se está transfiriendo a los soviéticos. Una monja que parece haber presenciado algo terrible en su convento, escapa y va a buscar ayuda a un hospital de la Cruz Roja francesa. La religiosa logra acercarse a Mathilde Beaulieu (el nombre del personaje real era Madeleine Pauliac), una enfermera francesa a quien le suplica que la acompañe. Mathilde se resiste puesto que su misión en el país extranjero es solo atender a los soldados franceses víctimas de los alemanes y desalojar antes de que los soviéticos tomen el control total de Polonia. Mathilde le dice a la monja que busque ayuda en otro lado y descarta el asunto sin más, pero al salir de su jornada de trabajo, la encuentra arrodillada en la nieve con los brazos en alto en señal de penitencia. Ante esto, no puede más que seguirla.

Escena de la película francesa The Innocents

Anna Wloch

Escena de The Innocents con Lou de Laâge, Agata Buzek, Agata Kulesza, Vincent Macaigne y Joanna Kulig.

La crisis que encuentra en el convento es por demás intrigante. Una monja está dando a luz y necesita urgente intervención médica puesto que el bebé viene atravesado. Mathilde demuestra tener mayor habilidad que el puesto al que, por lo visto, la tienen relegada los médicos en la Cruz Roja y realiza exitosamente una cesárea. El incidente podría ser un simple hecho aislado que podría deberse a una escapada que no es, ni ha sido nunca, excepcional en ese ambiente represivo. Sin embargo, pronto descubrimos que el problema es mucho más grave. La parturienta es solo una de por lo menos ocho monjas que demuestran avanzado estado de embarazo. Lo peor es que, como le confían a Mathilde las dos únicas que hablan francés, las religiosas fueron víctimas de una violación tumultuaria de los soldados soviéticos que han venido a tomar brutal posesión del país.

Las monjas le ruegan a Mathilde que las ayude sin revelar su secreto; uno que las pondría en riesgo con las autoridades católicas quienes con toda probabilidad cerrarían el convento. Mathilde, por su parte, también tiene mucho que perder. Las nuevas autoridades soviéticas solo permiten la presencia de la Cruz Roja temporalmente para que trate a las tropas francesas, con la condición de que no se involucre con otros asuntos internos del país. Renuentemente al principio, Mathilde acepta ayudar a las desesperadas mujeres y arriesga con ello su carrera e incluso una incipiente relación amorosa con un medico judío francés, quien intuye que le oculta algo importante.

El título de la película cuando se estrenó en el pasado festival de Sundance era “Agnus Dei” (cordero de Dios), y el sentido de que Jesucristo vino a quitar los pecados del mundo era quizás más pertinente a la historia. Por alguna razón, los distribuidores se decidieron por el nombre original, más convencional y menos preciso. De cualquier manera, la película se queda corta de todas las implicaciones que se podrían desarrollar de un tema tan fascinante. Supuestamente cada una de las monjas afectadas interpreta y recibe su tragedia de forma diferente e indirectamente se sugiere el tema de la dificultad de la fe en medio de la maldad inexplicable. La madre superiora, por ejemplo, se ciñe estrictamente al dogma de la iglesia sin considerar el calvario individual de cada mujer. Pero ni Mathilde ni las religiosas se distinguen con una personalidad individual y solo representan tipos con diferentes posturas.

The Innocents tenía el potencial para elevar su historia a una de verdaderos cuestionamientos universales como han hecho otras del estilo con mucha mejor pericia. Solo por mencionar dos ejemplos, están Black Narcissus (Dir. Michael Powell y Emeric Pressburger, 1947) que contrastaba la naturaleza incontenible y exótica de la India con la sobriedad y negación de la vida conventual; y The Demons (Dir. Ken Russell, 1971) que en una atmósfera de terror, mostraba la represión sexual e histeria colectiva de unas monjas en el siglo XVIII como una posible posesión satánica. The Innocents se deja ver y no deja de ser interesante, pero su contenido en manos de un director más profundo que Anne Fontaine daba para mucho más. En resumen, termina siendo una gran plegaria que no alcanza a elevarse.

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