Vida Sana
La vida de Rose Stein sufrió un gran vuelco este año; todo comenzó con un mensaje breve en Instagram. Stein, quien tiene 75 años, está divorciada y vive en las afueras de Los Ángeles, había sido admiradora de un periodista de televisión por mucho tiempo. Al descubrir su perfil en las redes sociales en abril, decidió publicar un breve mensaje para felicitarlo: “Hiciste un gran trabajo en tu último programa”. Más tarde, recibió un mensaje que parecía ser de ese periodista: “Te agradezco mucho por ser una fan”.
En el mensaje se sugería que empezaran a comunicarse por Skype para tener mayor privacidad, y así comenzaron a intercambiar mensajes amistosos. Luego un día, Stein recuerda que él le envió un mensaje: “‘Voy a mandarte un regalo’. Y contesté: ‘No quiero nada. Me basta con nuestra amistad’. Y él dijo: ‘No, cuando tengo admiradores especiales, me gusta mandarles un regalo’”.
¡ÚLTIMA OPORTUNIDAD! - Únete a AARP a precios del 2024; las tarifas aumentan en el 2025.
Obtén acceso inmediato a productos exclusivos para socios y cientos de descuentos, una segunda membresía gratis y una suscripción a AARP The Magazine.
Únete a AARP
Stein no tenía ni idea de que ese “regalo”, que según él llegaría desde Suiza, se convertiría en una pesadilla cada vez más extraña que le cambió la vida. La supuesta compañía de envíos empezó a pedirle que pagara cargos e impuestos para seguir procesando el envío internacional, y el “periodista” la instó a que pagara porque el dinero de él “estaba atado”. Después, la compañía le informó que había descubierto que el paquete contenía dinero en efectivo y que sería acusada de lavado de dinero si no pagaba $15,000.
Cada vez la compañía le exigía más dinero —a veces mediante una transferencia bancaria o por medio de tarjetas de regalo o bitcóin— incluso después de que ella le informara que solo le quedaban $500 para comprar comestibles y pagar sus cuentas.
Stein, quien se sentía demasiado apabullada y apenada para contárselo a nadie, dice que “lloraba todos los días. No sabía qué hacer. Y estaba sacando dinero de mis fondos para la jubilación y los ahorros que había acumulado durante años”. Agrega, con lágrimas en los ojos, que hubo un momento en el que “iba a suicidarme”. Condujo su propio automóvil hasta el hospital, donde la ingresaron enseguida. Cuando le contó su historia al psiquiatra que estaba de turno, él dijo, compasivo: “La estafaron”.
Stein acabó perdiendo unos $70,000 a manos del estafador que se hizo pasar por el periodista que ella tanto admiraba. Desde entonces, ha estado lidiando con las consecuencias emocionales.
Más allá de la pérdida de dinero
Las personas en el país denunciaron pérdidas por la cantidad total sin precedentes de $6,100 millones debido a fraudes en el 2021 —un aumento vertiginoso de los $3,300 millones del año anterior, según la Comisión Federal de Comercio (FTC)—. Sin embargo, esas cifras ni siquiera empiezan a revelar el verdadero impacto de estos delitos. No solo se cree que muchas de las estafas no se denuncian, sino que además las víctimas sufren consecuencias mucho peores que el vaciado de sus cuentas bancarias.
Las dos terceras partes de las víctimas de estafas que participaron en una encuesta de la Autoridad Reguladora de la Industria Financiera (FINRA) en el 2015 (en inglés) dijeron que estaban sufriendo consecuencias emocionales negativas específicamente debido al fraude. “Estas consecuencias variaron desde la ansiedad grave hasta los trastornos del sueño, la depresión y el síndrome de estrés postraumático”, dice Christine Kieffer, directora sénior de FINRA Investor Education Foundation. “Son síntomas reales de trauma”.
Aunque las víctimas de otros tipos de delitos podrían reaccionar de forma parecida, el fraude agrega algunos otros aspectos, señala Stacey Wood, corredactora del libro A Fresh Look at Fraud, un compendio del 2022 con las últimas investigaciones sobre el fraude. Wood, profesora de Psicología en Scripps College, trabaja mucho con las víctimas de estafas. “Lo que es distinto para las víctimas de fraude es que su conjunto de síntomas incluye pensamientos negativos sobre sí mismas. Quizás se pregunten si es que no son inteligentes, si tienen problemas con su capacidad cognitiva o su capacidad para juzgar a los demás”.
Wood menciona que si alguien se mete en tu casa y te roba el televisor, “eso sí da mucho miedo y es invasivo, pero no te hace pensar que no sirves para tomar decisiones”.
Además, las víctimas de robos tal vez reciban más compasión y apoyo de otras personas, dice Kieffer, porque, a diferencia de lo que ocurre en casos de fraude, “no necesariamente culpamos a la víctima”.
Casi la mitad (47%) de los participantes en la encuesta de FINRA sentían que ellos tenían la culpa del delito; el 61% dijeron que se fiaban demasiado. La mayoría informaron que se sentían enojados, arrepentidos, traicionados, indefensos y avergonzados.
Cada víctima de una estafa reacciona de una manera un poco diferente, dice Amy Nofziger, directora de Apoyo a Víctimas de la Red contra el Fraude, de AARP: “Les cuento que he visto todo tipo de respuestas emocionales por parte de las víctimas. Hay quienes maldicen y gritan, quienes lloran, quienes se quedan aturdidos, quienes sienten una gran conmoción. No hay necesariamente una manera correcta de reaccionar”.