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Cómo ayudé a mi madre en la transición del hospital a un centro de rehabilitación

Prepárate para afrontar retos inesperados.


spinner image  Una ilustración de un equipo médico.
GETTY IMAGES

Durante los últimos tres años, mi hermana y yo hemos compartido las responsabilidades del cuidado de nuestra madre, que padece demencia y la enfermedad de Parkinson en estado avanzado. La cuidamos en casa y hemos visto su movilidad y su cognición deteriorarse lentamente. Hace dos meses, sufrió una crisis de salud que sus médicos no supieron explicar.

Como cuidadoras familiares, ayudamos a nuestra madre con casi todo: a cocinar, a bañarse y a vestirse, además de administrar sus medicamentos y llevarla a citas. El día en cuestión, mi madre tuvo una mañana normal y, de repente, no respondía en lo absoluto. No podía hablar ni mover las piernas, y no parecía oír ni entender nada de lo que le decía.

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Cinco horas después, su estado no había mejorado, así que la asistente domiciliaria recién asignada y yo la subimos en el auto y la llevamos a una sala de emergencias. Tras una semana en el hospital, fue trasladada a un centro de rehabilitación, donde permaneció seis semanas. La visitaba a diario, y a menudo me quedaba horas con ella. Vi cómo eran sus días, conocí al personal y observé sus cuidados.

Espera retos y problemas de comunicación

Al pasar de un hospital a un centro de rehabilitación, hay muchas cosas que puedes hacer para que el cambio sea más fácil, como buscar centros de rehabilitación con antelación, hablar con un planificador de altas hospitalarias o un trabajador social, investigar los costos y comunicarse con frecuencia con el personal para supervisar los cuidados y el progreso. Aunque mi hermana es enfermera y llevamos más de un año investigando y visitando centros de rehabilitación, no previmos muchos de los retos que enfrentamos.

Estas son algunas cosas que experimentamos... y lo que aprendimos.

Habla con tantas personas como sea posible

Para evitar contratiempos durante la transición del hospital al centro de rehabilitación, habla cuanto antes con el mayor número posible de empleados y auxiliares. En el hospital, la información no se transmitía entre el personal ni se introducía correctamente en la computadora, por lo que a menudo tuve que tener las mismas conversaciones una y otra vez y corregir errores entre varios miembros del personal. La dieta vegetariana de mi madre no estaba registrada; sus alergias estaban mal registradas; y aunque le cuesta morder alimentos grandes, no troceaban su comida.

El día que la trasladaron a un centro de rehabilitación, caminé alrededor del centro para encontrar y hablar con su nuevo enfermero, trabajador social, dietista, fisioterapeuta, terapeuta ocupacional y coordinador de actividades, para que pudiéramos determinar las actividades diarias más adecuadas para mi madre. En algunos casos, encontré a quien necesitaba al simplemente hablar con los asistentes de recepción o con alguien del personal que haya entrado por casualidad en la habitación de mi madre.

En otros casos, tenía que encontrar la oficina de ciertas personas, llamar a las puertas y deambular por los pasillos hasta que por fin me topaba con ellas. Algunos miembros del personal (por lo general, de altos cargos) sugerían que organizáramos reuniones, pero otros registraban mi petición allí mismo y la transmitían. Me enteré de que la información errónea sobre alergias que el hospital había anotado se había pasado al centro de rehabilitación, junto con un medicamento para la presión arterial recetado por el hospital que ni nosotros ni el médico de cabecera de nuestra madre considerábamos necesario. Tener estas conversaciones rápidamente me permitió minimizar los problemas al principio de la transición.

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Lleva los medicamentos al centro

Con la prisa por llevar a mi madre al hospital, me olvidé de llevarle sus medicamentos recetados y supuse que el hospital se los daría. El personal pudo surtirle todas las recetas, pero tardaron más de un día, por lo que se saltó varias dosis. Cuando la trasladaron al centro de rehabilitación, llevé sus medicamentos predosificados para el personal.

Programa las visitas estratégicamente

Como mi madre padece el síndrome vespertino, algo común entre las personas con demencia, al principio planeé visitas por la mañana, cuando está más alerta. Me di cuenta de que, al igual que en el hospital, le costaba comer porque la comida no estaba en trozos. La bandeja con ruedas para la comida no cabía alrededor de su silla de ruedas, por lo que la comida estaba a un pie de su cuerpo, y se le derramaba cuando intentaba llevársela a la boca. Sin pajita, le costaba beber. Era la única vegetariana en el centro, que no estaba preparado para adaptarse a su dieta, por lo que le servían requesón en la mayoría de las comidas.

Empecé a hacer visitas a lo largo del día y hablé con una docena de miembros del personal, desde auxiliares a tiempo parcial y enfermeros a tiempo completo hasta el dietista y el trabajador social. La atención mejoró drásticamente al cabo de dos semanas. Mi madre empezó a comer en el comedor (donde su silla de ruedas rodaba hasta la mesa), le picaban la comida en pequeños trozos, y el centro hacía pedidos especiales de ensaladas de frijoles y hamburguesas vegetarianas para variar sus proteínas vegetarianas.

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La madre de la autora, Beverly, y su sobrina, Eva, durante una visita en el centro de rehabilitación.
CORTESÍA DE CASSANDRA BROOKLYN
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Durante dos años, mi madre ha dependido de una botella de agua reutilizable porque es a prueba de caídas, tiene una base antideslizante, un mango y una pajita corta, de la que le resulta mucho más fácil beber que de las pajitas largas. Llevé la botella al centro de rehabilitación, junto con pajitas de plástico cortas y reutilizables, y le expliqué al personal por qué estos productos eran útiles para mi madre (y que facilitarían su propio trabajo).

Como el personal no tenía tiempo de esperar a que mi madre calentara sus piernas y caminara lentamente (con un andador y un cinturón) hacia y desde el baño, el comedor y las actividades, la empujaban a todas partes en una silla de ruedas. Me preocupaba mucho que perdiera la capacidad de andar, así que le llevé la bicicleta de pedales que utiliza en casa bajo el escritorio. Necesitaba ayuda para alinear los pies en los pedales, así que mi familia y yo la ayudábamos cuando íbamos.

Infórmate sobre los servicios prestados

Nos alegró saber que el centro de rehabilitación de mi madre ofrecía visitas internas del dentista y del podólogo, y transporte gratuito a las citas médicas fuera del centro. No hay un horario regular, así que pusieron a mi madre en una lista de espera. Debido al horario, no pudo beneficiarse del dentista, pero el podólogo la visitó unas semanas después de que ingresaran a mi madre, así que lo vio y no tuvimos que coordinar una complicada visita fuera del centro.

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Muchos centros de rehabilitación ofrecen servicio de lavandería, que incluye coser etiquetas con el nombre en la ropa para que no se confunda con la de otros residentes. (No todos los planes médicos pagan estos servicios, así que hay que confirmar el precio con antelación). Por desgracia, no nos informaron que la ropa no se puede lavar durante el fin de semana, así que cuando una auxiliar recogió la ropa sucia de mi madre un jueves, no la lavaron hasta el lunes. De haberlo sabido, la habríamos lavado en casa para que no se quedara sin ropa limpia.

Su ropa se lavó antes de que se cosieran las etiquetas con su nombre, así que tuve que rebuscar entre montones de objetos "perdidos y encontrados" para identificar sus cosas. Una vez que las encontré, pedí que las etiquetaran, y mi madre tomó ropa prestada de los objetos perdidos para ponérsela hasta que le devolvieran la ropa limpia con etiquetas.

Qué llevar y qué dejar en casa

Liz Ozminkowski, enfermera de emergencias en uno de los mayores hospitales de Milwaukee, dice que la situación de cada paciente será un poco diferente, pero hay algunas reglas generales sobre qué llevar y qué no llevar cuando se ingresa en un hospital o centro de rehabilitación. Ozminkowski sugiere dejar los objetos de valor en casa o pedir al personal que los registre y los guarde bajo llave. Como alternativa, dice que una vez ingresado el paciente, los familiares pueden recopilar su billetera, joyas u otros objetos de valor (como teléfonos móviles) para llevárselos a casa. 

Lleva

  • Anteojos
  • Medicamentos
  • Dentaduras postizas (si es necesario, pero mantenlas seguras)

Deja en casa

  • Joyas
  • Billetera
  • El teléfono celular
  • Audífonos (a menos que se necesiten críticamente)

Ozminkowski afirma que es mejor dejar en casa los audífonos y las dentaduras postizas, de los que dependen muchos pacientes, a menos que sean absolutamente necesarios. ¿Por qué? Son tan caros y pequeños que podrían perderse accidentalmente. "La gente suele remover sus audífonos y dentaduras postizas y ponerlos en las bandejas del almuerzo, que luego se tiran", explica. "Lo mismo ocurre con los teléfonos celulares que la gente pone en sus camas, que pueden acabar tirados en la lavadora".

Como muchos pacientes necesitan dentaduras postizas para comer, anteojos para ver y audífonos para oír, Ozminkowski se refiere a ellos como "pertenencias vitales". Dice que el personal del hospital hace todo lo posible por mantener un registro de estos artículos —aunque reconoce que algunos podrían hacerlo mejor— y que "es necesaria una buena comunicación entre el personal y las familias para garantizar que no se pierdan".

Si tu familiar necesita anteojos, audífonos, dentaduras postizas u otros dispositivos médicos que pueden perderse fácilmente, Ozminkowski recomienda asegurarse de que los enfermeros y auxiliares sepan de ellos, y sugiere hablar con tu familiar sobre la posibilidad de mantener sus pertenencias en algún lugar seguro, como el cajón de la mesita de noche, en lugar de la bandeja de la comida.

Aunque teníamos esperanzas de que mamá pudiera volver a casa, tras seis semanas en rehabilitación decidimos que no sería seguro (ni práctico), así que trabajamos para que la trasladaran a la unidad de cuidados de la memoria. Aunque estaba en el mismo centro y nos aseguraron que toda la información se transferiría, nos enteramos de que parte de ella no se transfirió y, como el personal era totalmente nuevo, tuve que pasar por el mismo proceso de capacitación que en el hospital y el centro de rehabilitación.

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