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Mis abuelos llegaron a Estados Unidos sin nada. Esto es lo que me enseñaron

Una manera de abordar la vida que aún funciona hoy en día.


spinner image hombre deposita una moneda en un frasco
Dan Saelinger/Trunk Archive

Uno de los últimos recuerdos que tengo de mi abuela es de ella agachándose en un estacionamiento para coger un centavo pegajoso adherido al pavimento, a pesar de que estaba cerca de cumplir 90 años.

Vaciló un momento, tambaleándose a punto de caer, pero volvió a ponerse en pie, victoriosa, sosteniendo el centavo. Horas más tarde, la moneda había viajado hasta su casa en su bolsillo y estaba guardada en un frasco en el sótano con miles de otras monedas obtenidas en un sinfín de lugares. Se trataba de un centavo que yo habría pasado por alto fácilmente debido a mi juventud, prisa e impaciencia.

Mi abuela Helen recogía monedas porque ella y mi abuelo John inmigraron a Estados Unidos de Grecia. Desembarcaron en la Isla Ellis (en inglés) después de la Segunda Guerra Mundial, cada uno con poco más que una moneda en el zapato.

Construyeron una vida aquí. Él dirigía una gasolinera y ella trabajaba en el comedor de una escuela. Ese era el estilo de vida greco-estadounidense. La gente siempre necesita comer, dormir y conducir, era algo que decían siempre mis familiares. La mayoría de los miembros de la familia extendida Ghizas eran propietarios de hoteles, restaurantes o gasolineras. Muchos habían escapado de pueblos asolados por la guerra, donde había escasez de carne y pan. La vida allí era dura.

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Mis abuelos eran ahorradores, y sus lecciones me vienen a la mente hoy en día, cuando la inflación, el costo del cuidado infantil y el precio desorbitado de un racimo de bananas hacen que yo también busque centavos, mientras construyo una vida criando a cinco niños pequeños en tiempos de incertidumbre.

En estos momentos, pienso en las lecciones que me enseñaron al tiempo que recorto mis gastos. Pero también he descubierto algo más: una profunda conexión con el pasado, con rituales reconfortantes (sí, aquellos que antes desdeñaba) que no solo ahorran dinero, sino que evocan un montón de recuerdos.

Acompañamientos caseros y comida para llevar

Mis abuelos compraron un terreno y regalaron una parte a cada uno de mis tíos y tías. Mi abuelo cuidaba de una serie de pequeños huertos, evocadores de sus días de agricultor en Grecia. Añadíamos tomates, pimientos, pepinos, calabacines y otras verduras frescas a las ensaladas que acompañaban a cada comida.

spinner image Placa de identificación oxidada con el texto 'gracias veteranos' grabado, junto a una bandera de EE.UU.

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No es que nunca compraran comida para llevar. Es que la comida preparada que compraban tal vez fuera una simple hamburguesa, de nuevo acompañada de una ensalada griega. Por supuesto, mi abuela guardaba los sobres de kétchup y azúcar, las servilletas y otros artículos que venían en las bolsas de la comida para llevar. 

Si alguien les traía donas para tomar con el café, siempre había fruta fresca cortada en el refrigerador lista para acompañarlo. Esto no solo ahorraba dinero, sino que era mucho más sano que servir la hamburguesa con papas fritas.

El hogar de "cero residuos" original

Los invitados preguntaban dónde estaba la basura. Nunca la encontraban. El cubo de la basura era una pequeña bolsa del supermercado reutilizada que colgaba debajo del fregadero, en la que se echaban muy pocas cosas. Siempre me sorprendía la cantidad de días que permanecía allí, solo una cuarta parte llena. Si de verdad querías meterte en líos, no tenías más que echar los restos de tu plato cubiertos con una servilleta.

En la actualidad, los hogares que generan pocos residuos están de moda. Pero me he dado cuenta de que durante mi niñez pase mucho tiempo en un hogar de "cero residuos" y ya tengo los conocimientos necesarios. Las toallas de papel nunca eran de un solo uso, si es que había. Todo, desde la grasa del tocino hasta la cáscara de la fruta, tenía su lugar, y ese lugar nunca era el cubo de la basura.

La grasa se guardaba en una lata grande debajo de la encimera, reciclada para agregar sabor a futuras recetas. Las cáscaras de limón se utilizaban para abrillantar el fregadero de acero inoxidable y limpiar el triturador de basura antes de desecharlas en el bosque con otros restos de comida. 

Nadie tiene por qué saber de dónde viene nada

Las mujeres griegas pueden ser muy exigentes: nos gustan las joyas, la ropa bonita, los bolsos y los zapatos. Pero, como me enseñó mi abuela, nadie tiene que saber dónde conseguiste algo. Yo iba a la escuela secundaria con un bolso y unos jeans de marca que habíamos encontrado en un contenedor de la tienda de segunda mano local (cuya higiene dejaba mucho que desear). Allí es donde compraba la mayor parte de la ropa que vestía en la secundaria. ¿Necesitábamos cucharas, libros o jarrones? Seguro que encontraríamos alguno por 10 centavos en uno de los muchos pasillos de artículos de segunda mano. 

La versión moderna de estas tiendas en las redes sociales —los grupos "No compres nada"— son un lugar muy útil para encontrar recursos. Otras madres me avisan cuando tienen algo que ya no necesitan y es como si regresara a la tienda de segunda mano de mi infancia. Ahorro gracias a lo que otras personas ya no necesitan, y ahora, yo también puedo regalar cosas a otros.

Los trucos que aprendí en mi infancia no tienen tanto que ver con soluciones específicas. Se trata más bien de tener una mentalidad ahorrativa. Los tiempos buenos pueden no durar, por lo que conviene aprender a vivir de manera cuidadosa y responsable, usando todo lo que compras.

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Secretos para una vida larga y saludable

La sabiduría de mis abuelos iba mucho más allá de encontrar y ahorrar centavos. Se trataba en realidad de apreciar todos los tipos de riqueza y de cómo la intencionalidad da sus frutos. Invirtieron en su bienestar con una alimentación muy variada que los ayudó a vivir una vida larga y saludable, y su dieta mediterránea seguro que también contribuyó.

Cada pequeño acto, hábito diario o bendición aparentemente minúscula construyó los cimientos de su vida. Y eso, junto con la moneda de recuerdo que heredé, es una lección y una bendición que me acompañará durante el resto de mi vida.

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