Vida Sana
Al cumplirse un año de la pandemia global, se empieza a perfilar el efecto profundo de la COVID-19 en los cuidadores familiares, apresados por el aislamiento y el estrés.
En una encuesta de 750 cuidadores (enlace en inglés) llevada a cabo por EMD Serono junto con la National Alliance for Caregiving, el 72% de los cuidadores no remunerados del país coincidieron en que la pandemia los hizo sentir más agotados que nunca. El 30% dijeron que uno de los desafíos más grandes que han enfrentado durante la pandemia es no poder tomarse un descanso. El agotamiento es particularmente alto entre los encuestados pertenecientes a la generación Z y a la del milenio (80%). También fue más probable que las personas de este grupo se convirtieran en cuidadores por primera vez durante la crisis de salud mundial.
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Sin embargo, todo cuidador sabe que reservar tiempo para sí mismo es una realidad complicada. Crear esos momentos para descansar y recargar energía, aunque sean solo 15 minutos, requiere previsión, planificación y esfuerzo. Y si tu ser querido sufre de la enfermedad de Alzheimer o de otro tipo de demencia, esos momentos pueden ser aún más fugaces cuando la capacidad de criterio y la seguridad de esa persona son motivo de preocupación.
Cuando se siente el agotamiento
Joanne Fontaine, enfermera titulada, administradora de cuidados geriátricos de Newbury Court (un centro para personas mayores en Concord, Massachusetts) y fundadora de Pro-Active Eldercare, está viendo con sus propios ojos el agotamiento de los cuidadores. Ella trabaja directamente con pacientes de demencia y sus cuidadores que viven en el sector independiente de la comunidad, y ofrece consejos, modera grupos de apoyo y asiste con la gestión de los cuidados a medida que van surgiendo cambios.
“Tras meses de confinamiento, el cual comenzó en marzo del año pasado, todavía se limitan muchas actividades, incluso ahora con las vacunaciones”, explica. “La mayoría de los cuidadores ya han trabajado días de 36 horas y han tenido que actuar también como directores de actividades a tiempo completo. Ahora, debido al tipo de vida que exige la COVID, sus días son de 72 horas. Es agotador”.
Fontaine señala que la ayuda les permite a estos abnegados cuidadores recuperar su función de familiar o cónyuge, una identidad que suele perderse con la tarea de cuidar a un ser querido.
Lo entiendo perfectamente por experiencia propia. Mientras cuidaba a mi esposo que había sufrido una lesión cerebral traumática, me preguntaba cómo recobraríamos la intimidad si yo tenía que encargarme de sus necesidades básicas para siempre y me atemorizaba un futuro incierto. Afortunadamente, Bob recuperó la salud, pero en ese tiempo, la relación que mi madre tenía con mi padre comenzó a parecerse cada vez más a una relación de madre e hijo a medida que mi padre iba cayendo más en la demencia.
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