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El poder del tacto

Este sentido podría ser el más esencial y el menos apreciado. ¿Te acarician lo suficiente?

Pareja abrazandose

Henry Leutwyler

Una caricia puede resultar beneficiosa para la salud.

In English | Ella detesta subirse a una cama fría. Beverly Herzog enviudó 21 años atrás, pero todavía no se acostumbra a esa ausencia. Se casó a los 18, y cada noche durante 49 años su esposo Bernard se acurrucaba con ella. "Extraño eso terriblemente", comenta.

Ella compró una almohada corporal, y ayuda un poco. Pero no es lo mismo. La verdad es que el contacto humano no se puede reemplazar, aunque tengas —especialmente si tienes— 88 años. "Me gusta que me toquen, que me acaricien, que me abracen", dice Herzog, quien vive en el Hebrew Home en Riverdale, un hogar de ancianos especializado en Nueva York. "Todo aquel que lo niegue está mintiendo. Te sientes abandonado si no te tocan. Todos necesitamos a alguien".

El Hebrew Home ha puesto un énfasis inusual en esa idea. Exhortamos al personal aquí a agarrarles las manos a los residentes y a ofrecerles caricias. Capacitamos a las esteticistas para dar masajes en los pies durante las pedicuras, al igual que en el cuero cabelludo y el cuello cuando les lavan el pelo. Y no desalientan a los residentes a tener relaciones íntimas entre ellos —algo que es inusual en el cuidado a largo plazo—. Desde que se mudó aquí hace casi tres años, Herzog no ha aprovechado plenamente esta política innovadora, pero ha podido disfrutar de la compañía de "unos cuantos caballeros", dice ella —aunque sus citas suenan tan castas como las de los adolescentes de los tiempos de antes—. "No voy a tener intimidad con cualquier Juan del Pueblo que me encuentre en la calle", dice ella. "Pero estoy a favor de la cercanía entre las personas. A la gente le gusta sentirse viva. ¿Qué te hace sentir viva a ti? Teniendo una relación estrecha con alguien".

Durante la juventud, puede que sea fácil subestimar el contacto físico. La piel es la interfaz sensorial más grande que tenemos con el mundo. Y siempre está encendida. Podemos cerrar los ojos o taparnos los oídos para imaginar que perdemos la vista o la audición, pero es difícil imaginar que perdemos la habilidad de sentir. Se cree que es el primer sentido que desarrollamos en el útero. Privar a los recién nacidos del contacto físico es un grave error: se retrasa el crecimiento y surgen trastornos  cognitivos y de conducta serios que pueden persistir en la adultez. El tacto es crucial para formar ese primer vínculo emocional con los padres y para tener esa experiencia humana tan única. "Ver es creer", escribió el médico inglés Thomas Fuller en el siglo XVIII, "pero sentir es la verdad".

Manos agarradas

Henry Leutwyler

Los adultos que envejecen son menos sensibles al tacto; sin embargo, son quienes más lo necesitan.

Conectándose a través del tacto

La esencialidad del contacto físico perdura a medida que envejecemos. Es el pegamento social que une a los padres con los hijos y les permite a las parejas sexuales tener una relación estable y duradera. El contacto físico social no sexual conecta a las personas en la comunidad y en el lugar de trabajo al promover gratitud, simpatía y confianza. Los doctores que tienen contacto físico con sus pacientes se consideran no solo más compasivos, sino que sus pacientes obtienen mejores resultados. Según un estudio, los equipos de baloncesto que tienen contacto físico cuando celebran, como chocar la mano o el pecho, juegan de forma más cooperativa y ganan más partidos.

Cuando crecemos, nuestro sentido del tacto se degrada. A los 20 años aproximadamente, comenzamos a perder terminaciones nerviosas en la piel al ritmo de un 1% cada año. Como promedio, una persona de 80 años tiene solo una cuarta parte de los detectores del tacto que tiene una persona de 20. La pérdida es tan gradual que quizás no nos demos cuenta, pero el amortiguamiento del sentido del tacto con el tiempo puede afectar la calidad de vida. La cruel ironía, por supuesto, es que mientras más disminuye la sensibilidad, más necesitamos el contacto físico, pero la oportunidad para sentir el tacto a menudo también desvanece. "Los envejecientes tienen menos contacto físico", dice Tiffany Field, autora del libro Touch y fundadora y directora del Touch Research Institute en la Miller School of Medicine de la University of Miami. "Sus nietos no están cerca; sus cónyuges mueren. Es muy lamentable".

Qué pasa cuando nos tocan

Un masaje le cambió la vida a Julia Wilcox. No se trata de un masaje que recibió, sino de uno que ella realizó. Esto fue hace dos décadas cuando acompañó a su madre, quien estaba en sus 60 en aquel entonces, a un retiro de bienestar para sobrevivientes de derrame cerebral y sus cuidadores. Ofrecían masajes gratuitos a todos los invitados, por lo cual decidió inscribirse e inscribir a su mamá. Su madre, quien también tenía diabetes y sufrió daños en los nervios de las piernas y manos, se subió a la mesa. El masaje pareció ofrecerle un alivio casi inmediato. "Simplemente, ella se derritió", recuerda Wilcox, quien ahora tiene 57 años.

El masajista terapéutico notó el interés de Wilcox y la invitó a ayudarlo a sobarle la espalda y las piernas a su madre. "Hicimos los mismos movimientos de masaje al mismo tiempo", dice ella. "Y ese fue el momento". A Wilcox, que reside en West Bloomfield, Michigan, esa experiencia la motivó a emprender una nueva carrera: además de apuntar a su mamá para recibir masajes mensualmente, abandonó su trabajo en tecnología de la información y se convirtió en una masajista terapéutica a tiempo completo.

¿Qué sucede en realidad bajo la piel cuando nos tocan? La cascada de efectos físicos es sorprendentemente compleja: el sentido del tacto está compuesto por una serie de sensores incrustados en las terminaciones nerviosas de la piel, y cada uno es una pequeña máquina hermosa y especializada que extrae información sobre el mundo táctil. Hay un sensor de textura, otro de vibración y uno de presión. El toque terapéutico reduce los niveles de la hormona del estrés, el cortisol, y aumenta la cantidad de oxitocina —la llamada hormona del amor, la cual es la responsable por el vínculo madre-hijo, entre otras cosas—. Cuando nos tocamos entre sí, podemos sentir la asociación profunda entre el tacto y las emociones que se encienden en el amanecer de la vida.

La buena noticia es que hay muchas maneras de encauzar esta energía. Tan solo frotar tu propia piel en la ducha puede ser terapéutico, explica Field, ya que aumenta la actividad a lo largo del nervio vago que va desde la base del cerebro hasta el abdomen. Estimularlo puede ofrecer varios beneficios en todo el cuerpo, desde una mejor digestión hasta un aumento de serotonina, el neurotransmisor que mejora el estado de ánimo. "Es el antidepresivo natural del cuerpo", dice ella.

Cuando se trata del contacto físico, darlo podría ser mejor que recibirlo. En un estudio realizado por Field, un grupo de voluntarios con una edad promedio de 70 recibieron masajes tres veces en semana. Luego, esos mismos voluntarios ofrecieron masajes a bebés en un refugio durante tres semanas. Ambas actividades produjeron beneficios, pero después de darles masajes a los bebés, el grupo tuvo una reducción en los niveles de las hormonas de estrés, fueron menos veces al médico y tuvieron un nivel más alto de interacciones sociales.

Daniel Reingold, presidente y director ejecutivo de RiverSpring Health, que maneja el Hebrew Home, ha visto cómo el toque terapéutico puede mejorar la vida de los residentes. "Puede que el sentido del tacto disminuya con la edad, pero yo diría que el impacto del tacto aumenta", comenta. Él descubrió que, en comparación con los residentes que usaron medicamentos tradicionales, los residentes con problemas cognitivos que recibieron una combinación de masajes, yoga e interacción física con mascotas de terapia durmieron mejor y experimentaron múltiples mejorías en el comportamiento. Otros estudios demostraron una serie de beneficios asociados con los masajes, para condiciones como la artritis y hasta trastornos de la voz. Según un estudio, los adultos mayores con demencia eran más propensos a comer alimentos saludables cuando recibían toques suaves a la vez que los animaban verbalmente.

Cómo ayuda acurrucarse con alguien

El Hebrew Home es conocido por su enfoque innovador —y muchas veces controversial— en cuanto al bienestar sexual de sus residentes. En 1995 el centro estableció una Política de Expresión Sexual para el comportamiento sexual consensual, lo que fue algo nuevo para un centro de enfermería especializada. La política ayudó a modificar la manera en que se piensa sobre la intimidad sexual como un derecho civil para los residentes en el cuidado a largo plazo. Desde entonces el estado de Nueva York instituyó la capacitación obligatoria para el personal de los centros de cuidado, y distribuye un video creado por el Hebrew Home sobre el tema. Otros estados han seguido su ejemplo y ahora el tema forma una parte regular de los debates sobre el cuidado de los adultos mayores. "El tacto es uno de los últimos placeres a los que renunciamos", dice Reingold. "Nuestra filosofía es que los adultos mayores con consentimiento mutuo pueden participar en lo que quieran, siempre y cuando no le hagan daño a nadie o sea peligroso. Es la diferencia entre esperar la muerte y levantarse en la mañana felices por ver a sus seres queridos".

Mientras que el Hebrew Home aplica un enfoque comedido en cuanto a la importancia del contacto físico, Len Daley no piensa igual. Daley, un canoso psicólogo y masajista terapéutico en Montgomery, Alabama, enseña taichí, yoga y automasaje a veteranos en el Central Alabama Veterans Health Care System en Tuskegee. Desde el 2005, también ha trabajado como organizador y facilitador de los Cuddle Parties (Fiestas de caricias), que son reuniones públicas para aquellos privados del contacto físico.

El concepto remonta sus raíces a los años 70, cuando a Daley y a un compañero masajista terapéutico se les ocurrió crear los eventos Hugs and Cuddles (Abrazos y caricias), donde los participantes pueden reunirse para dar y recibir caricias no sexuales. En el 2004, un par de masajistas terapéuticos en Nueva York, Reid Mihalko y Marcia Baczynski, redescubrieron la idea y establecieron un marco de normas y principios para eventos estructurados. Y así nació un sitio web —y un movimiento—. Hoy, hay más de 100 facilitadores capacitados de los Cuddle Parties que organizan reuniones en todo el mundo. Un pequeño número de grupos promueven eventos similares, y hay hasta tiendas físicas de caricias, o "cuddle shops", las cuales ofrecen servicios de caricias pagados por hora.

A pesar de lo que podría sugerir el nombre, los Cuddle Parties son escrupulosamente no sexuales, insiste Daley. Cada evento comienza con una orientación y un taller dirigido por el facilitador para asegurarse de que los participantes entienden las reglas; por ejemplo, antes de tocar a alguien debes recibir un consentimiento verbal explícito. Muchos participantes se ponen sus pijamas, pero estas deben ser recatadas y discretas —"de franela, no de encaje", comenta Daley—, y no se desvisten en ningún momento. Después de la orientación, los participantes pueden comenzar (o no) a acurrucarse. "Las personas piden lo que quieren", explica Daley. "A veces es tan simple como una conversación; y otras veces es acostarse en el piso y abrazarse. O una gaveta llena de cucharas en fila, o cadenas donde se masajean los hombros".

Dos horas después, los participantes se vuelven a poner su ropa casual y regresan al mundo real, sin estrés y emanando megadosis de oxitocina. Los Cuddle Parties son eventos usualmente mixtos e intergeneracionales, pero los organizadores han creado eventos para grupos específicos. Algunos solo tienen participantes del mismo sexo o LGBT; otros eventos van dirigidos especialmente a acurrucadores en edad universitaria o mayores. "Mi madre tiene 91 años —ella va a los Cuddle Parties y le encantan—", dice Daley.

En estos tiempos donde el contacto físico es tan escaso, ¿en realidad tenemos que invitar a extraños a dar masajes de espalda en grupo con tal de satisfacer la necesidad humana de contacto que tenemos? Daley cree que no es mala idea: "de aquí a treinta años la empresa de caricias será medicalizada —habrá clínicas de vinculación afectiva—. Es algo muy innovador. La cultura cambiaría por completo".

David Linden es profesor de neurociencia en John Hopkins University y el autor de Touch: The Science of Hand, Heart and Mind (El tacto: la ciencia de la mano, el corazón y la mente). Martha Thomas es una escritora que reside en Baltimore.