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Abuso de antipsicóticos en hogares de ancianos

Estos peligrosos medicamentos se recetan a un ritmo alarmante, sin el consentimiento del paciente.

Abuso de antipsicóticos en hogares de ancianos

Dung Hoang

Los antipsicóticos pueden ocasionar efectos secundarios graves en pacientes con mal de Alzheimer.

In English l Cuando Patricia Thomas, de 79 años, ingresó en un hogar de ancianos de Ventura, California, con fractura de pelvis, los únicos medicamentos que tomaba era para la presión arterial y el colesterol, y usaba un inhalador para su enfermedad pulmonar. En el momento de su alta dieciocho días después, “ya no era más mi mamá”, cuenta Kathi Levine, de 57 años, residente de Carpinteria, California. “Estaba completamente retraída, postrada en una silla de ruedas y con su cabeza gacha, se mordía la mano y su habla era un murmullo incomprensible”. Semanas después, había fallecido.

A Thomas, una exasistente ejecutiva que estuvo internada en el Ventura Convalescent Hospital, en noviembre del 2010, le habían dado tantos medicamentos de alto poder, incluidos antipsicóticos administrados en forma ilegal, que su organismo no pudo seguir funcionando. Si un medicamento le causaba insomnio y ansiedad, le daban otro distinto para contrarrestar esos efectos secundarios. Del mismo modo, si un medicamento le causaba un estado de agitación o la inducía a moverse constantemente, se la medicaba para contrarrestar estos efectos.

“Sí, mi mamá tenía enfermedad de Alzheimer, pero cuando ingresó en el hogar de ancianos no era una persona ausente. Ella podía vestirse y alimentarse sola, podía caminar por sus propios medios. Podías mantener una conversación con ella”, afirma Levine. “Mi madre se internó en el Ventura, porque necesitaba fisioterapia. En lugar de ello, la medicaron para convertirla en una persona sumisa. Yo creo que mi mamá murió porque la codicia y el ánimo de lucro resultaron ser más importantes que las personas”.

Un juez del Tribunal Superior del Condado de Ventura concedió que Levine tenía una demanda legítima contra el hogar de ancianos. En el mes de mayo, abogados del estudio jurídico Johnson Moore, de Thousand Oaks, California, junto con abogados de AARP Foundation (en inglés), estuvieron de acuerdo con el fallo pronunciado en el marco de una demanda legal colectiva sin precedentes presentada contra la institución geriátrica, por la utilización de peligrosos y potentes medicamentos sin el consentimiento informado de los residentes o de sus familiares. “Es el primer caso de su tipo en el país y, con suerte, podremos emularlo de la misma manera a lo largo de toda la nación”, dice la abogada Kelly Bagby, asesora sénior del departamento de litigios de AARP Foundation.

Un problema nacional

Desgraciadamente, lo que sucedió con Patricia Thomas no es un hecho aislado. Según Charlene Harrington, profesora de Enfermería y de Sociología de la University of California, San Francisco, a uno de cada cinco pacientes internados en los 15,500 hogares de ancianos del país le administran medicamentos antipsicóticos que no solo son innecesarios, sino también extremadamente peligrosos para los pacientes de edad avanzada. La raíz del problema, opinan los expertos, yace en la inadecuada capacitación y la escasez crónica de personal, como así también en la gran presión ejercida por las empresas farmacéuticas para comercializar sus productos.

“El uso incorrecto de medicamentos antipsicóticos como medio de restricción de origen químico es una de las prácticas más comunes y largamente establecidas, pero evitable, que hoy en día causa serios daños a los residentes de los hogares de ancianos”, revela Toby Edelman, abogada del Center for Medicare Advocacy (Centro para la Defensa de Medicare), ubicado en Washington D.C. “Cuando las instituciones geriátricas desvían los fondos que supuestamente deberían ser para la atención y el cuidado de los residentes y los destinan al pago de gastos corporativos o a la obtención de ganancias, el costo humano es enorme”.

Sobornos a médicos

En noviembre del año pasado, en lo que el Departamento de Justicia de EE.UU. denominó “uno de los más grandes juicios por fraude cometidos en el área del cuidado de la salud, en la historia de Estados Unidos", Johnson & Johnson y sus subsidiarias debieron abonar una multa superior a los $2,200 millones ($2.2 billion) para resolver denuncias civiles y penales presentadas como consecuencia de su agresiva comercialización de medicamentos, incluidos antipsicóticos, en hogares de ancianos, a sabiendas de que estos no habían sido aprobados por la FDA (Administración de Alimentos y Medicamentos) de EE.UU., aduciendo su seguridad y eficacia para pacientes de la tercera edad. Asimismo, la empresa supuestamente sobornaba  a médicos, como así también a Omnicare, el proveedor más grande del país de productos farmacéuticos para cuidados a largo plazo. Los farmacéuticos de Omnicare recomendaban el uso de medicamentos elaborados por Johnson & Johnson para pacientes de hogares de ancianos, incluido el antipsicótico Risperdal.

En el 2009, Eli Lilly hizo lo mismo con su antipsicótico Zyprexa al comercializarlo a personas de edad avanzada internadas en hogares de ancianos y centros de vida asistida, según alegan los fiscales federales. En un acuerdo extrajudicial, la empresa acordó pagar $1,400 millones ($1.4 billion). “Este caso debería servir como una advertencia más para todos aquellos que infringen la ley con la intención de aumentar sus ganancias”, manifestó en ese entonces Patrick Doyle, agente especial a cargo de la Oficina del Inspector General del Departamento de Salud y Servicios Humanos de EE.UU., con sede en Filadelfia.

En un informe emitido en marzo, el Inspector General de Salud y Servicios Humanos denunció que un tercio de los pacientes de Medicare internados en hogares de ancianos sufrían daños, en su mayoría evitables. “Son demasiados los hogares de ancianos que no cumplen con las reglamentaciones federales destinadas a prevenir la sobremedicación y que les dan a sus pacientes medicamentos antipsicóticos de maneras que violan las normas federales sobre el uso innecesario de fármacos”, expresó el inspector general Daniel Levinson. “Esto debe provocar la indignación del Gobierno, de los contribuyentes, de los internados en hogares de ancianos, como así también de sus familiares y sus cuidadores, y se deben buscar soluciones”.

Los medicamentos antipsicóticos están destinados a aquellos pacientes con trastornos mentales severos, como los que sufren esquizofrenia o trastorno bipolar. Todos los antipsicóticos exhiben un recuadro de la FDA en color negro con la advertencia de que no deben ser recetados a personas mayores vulnerables ni a pacientes que sufren mal de Alzheimer o demencia. En dichas personas, estos medicamentos pueden provocar agitación, ansiedad, confusión, desorientación e, incluso, la muerte. “Pueden afectar la memoria de un paciente, debilitar su personalidad y derrumbar su estado de ánimo”, de acuerdo con un informe de California Advocates for Nursing Home Reform (Abogados Defensores de la Reforma de los Hogares de Ancianos de California).

Sumidos en tinieblas

Lo que es más importante, antes de que se le administre este tipo de medicamentos a un paciente, la legislación exige su “consentimiento informado” o, si ello ya no fuese posible, el de algún familiar. Sin embargo, los defensores advierten que, con demasiada frecuencia, esta no es la práctica habitual. Levine dice, por ejemplo, que ella no se enteró de todos los medicamentos que tomaba su madre hasta que fue transferida a otra institución. “Cuando leí la lista de lo que le habían estado dando, me asusté. Estaba disgustada, furiosa y en llanto”, recuerda.

¿Cómo puede ser que ocurran estas cosan? Una explicación es que muchas instituciones no cuentan con suficiente personal de planta adecuadamente capacitado: en la mayoría de los hogares de ancianos, la tarea de cuidar a los pacientes recae mayormente en los CNA (auxiliares de enfermería certificados), personal que requiere de tan solo setenta y cinco horas de capacitación y práctica en el lugar de trabajo para obtener su certificación. “Sin embargo, si quisieras conseguir una licencia de peluquero, necesitarías mil quinientas horas de capacitación”, recalca Harrington.

A ello se suma el hecho de que los CNA reciben un salario muy bajo, por lo que muchos de ellos deben trabajar largas horas. “Con una carga de trabajo tan pesada, quedan totalmente exhaustos”, afirma. Esto genera una elevada rotación de empleados y el consiguiente efecto de contar con cuidadores que no conocen a sus pacientes tan bien como para reconocer sus necesidades.

Para complicar el problema, muchos pacientes internados en hogares de ancianos requieren de un alto grado de atención. Algunos son incontinentes, y se estima que entre un 60 y un 70% de ellos padecen algún tipo de demencia. Debería haber un CNA por cada siete pacientes, pero en algunos casos, la proporción es de uno a quince —e incluso más—, según Harrington. También se observa otra tendencia: muy pocos médicos presentes en los hogares de ancianos. “Estas instituciones están altamente medicalizadas; sin embargo, rara vez se encuentra a un médico en ellas”, dice Tony Chicotel, abogado de California Advocates for Nursing Home Reform. Puntualiza que, a causa de la baja tasa de reintegro que obtienen de Medicare, los hogares de ancianos muy a menudo son percibidos como lugares en donde pocos de los mejores médicos ejercen su profesión.

El resultado es lo que se conoce como “problemas de conducta” entre los pacientes y que, según los U.S. Centers for Medicare and Medicaid Services (CMS, Centros de Servicios de Medicare y Medicaid de EE.UU.), es la explicación que dan los hogares de ancianos para justificar la administración innecesaria de medicamentos antipsicóticos a sus pacientes. A ello se agrega que las empresas farmacéuticas han estado promocionando activamente sus productos como una forma sencilla y efectiva de controlar estos problemas.

“Se recibió una gran presión de parte de los fabricantes de fármacos que aseguraban que estos medicamentos podían ser utilizados en ancianos, cuando, en realidad, estas empresas tenían la certeza de que su empleo en este grupo duplicaba el riesgo de muerte”, revela Chicotel.

Los CMS, que supervisan los hogares de ancianos que reciben subsidios de programas federales, declaran que han estado trabajando para corregir las deficiencias detectadas en estas instituciones, incluido el uso inapropiado de medicamentos. Esta agencia, según las declaraciones del vocero Thomas Hamilton, alcanzó el objetivo de reducir el uso inapropiado de antipsicóticos en un 15% en los últimos dos años, y espera alcanzar una reducción del 30% en un futuro próximo. Sin embargo, Edelman destaca que este objetivo inicial se alcanzó con más de un año de retraso y que alrededor de trescientos mil pacientes aún están siendo inapropiadamente medicados con este tipo de fármacos. Hamilton reconoce que deben hacerse más esfuerzos, pero que la falta de financiamiento por parte del Congreso está dificultando la realización de, incluso, los trabajos más preliminares.

Una alternativa mejor

Por fortuna, un número cada vez mayor de hogares de ancianos han comenzado a considerar formas más efectivas —y humanitarias— de cuidar a sus pacientes. La clave es una mejor capacitación de los cuidadores: según la doctora Cheryl Phillips, gerontóloga de LeadingAge, una organización sin fines de lucro que brinda servicios para personas de edad avanzada, el personal de un hogar de ancianos puede ser capacitado para atender los problemas de conducta en forma cuidadosa y creativa, sin necesidad de recurrir a los medicamentos.

Cita el ejemplo de un paciente de sexo masculino que solía pasar todo el tiempo en un ruidoso salón de actividades de un hogar de ancianos. Cierto día, comenzó a exhibir un cuadro de agitación cada vez más pronunciada e hizo tropezar a un asistente con su bastón. Para calmarlo, el personal lo trasladó a su habitación. Durante los días subsiguientes, su comportamiento en el salón de actividades se tornó cada vez más agresivo; comenzó a golpear en forma aleatoria a pacientes y a cuidadores. En cada oportunidad, era retirado del salón y llevado a su habitación para que permaneciera allí por un tiempo.

“Inicialmente, el personal pensaba que se había vuelto un paciente violento y que requeriría la administración de un antipsicótico”, recuerda Phillips. “Pero, en última instancia, advirtieron que la cacofonía proveniente del salón de actividades lo estaba estresando. Sin darse cuenta, los cuidadores lo recompensaban cada vez que lo llevaban a la quietud de su habitación, que era lo que él en definitiva estaba buscando. El hecho de que los cuidadores lo llevaran en forma reiterada al salón terminaba reforzando su conducta agresiva”. Una vez que el personal analizó el problema y comenzó a asignarle actividades más tranquilas, el problema se resolvió, sin la necesidad de medicamentos.

Los pacientes en primer lugar

Otra caso exitoso es el del hogar Beatitudes de Phoenix, que cambió rotundamente la manera de tratar a sus pacientes con demencia sobre la base de lo escrito en el libro Dementia Care Reconsidered: The Person Comes First (Reconsideración del cuidado de pacientes con demencia: lo primero es la persona), de Tom Kitwood. “Lo que se hace aquí no es en beneficio de nuestro sistema o para nuestra conveniencia, sino para el beneficio y la comodidad de las personas que cuidamos”, dice Tena Alonzo, directora de educación e investigación de Beatitudes. “Las personas con demencia padecen alteraciones en su ciclo de sueño y vigilia, de modo tal que dejamos que se sientan cómodas y que decidan cuándo quieren, o no, dormir o alimentarse. También es suya la decisión de cómo quieren emplear su tiempo”, explica. Como resultado de esta política, los pacientes dejan de resistirse a los cuidados y el lugar funciona con mayor fluidez.

La filosofía aplicada en Beatitudes está siendo actualmente enseñada a un creciente número de hogares de ancianos en todo el país. “Hemos creado un modo más sutil y amable de encarar el problema al reconocer el hecho de que no estamos a cargo de la vida de las personas; ellas lo están. Al permitirles conservar su dignidad y adoptar un nivel de cuidados que resulta cómodo, obtenemos mejores resultados”, explica Alonzo. Este cambio de paradigma no ha aumentado los costos operativos ni requerido un incremento en la proporción personal/paciente. “Hemos descubierto que brindar un mejor cuidado es un mejor negocio”, afirma Alonzo.

Para Kathi Levine y su madre, estos remiendos llegan muy tarde. “Quiero que nuestras demandas legales tengan un impacto en los hogares de ancianos de todo el país”, dice Levine. “Necesitamos proteger a los miembros de nuestras familias. Ellos no tienen voz, no pueden hablar por sí mismos, por lo que es necesario que hablemos por ellos y que ayudemos a otras personas a que sepan a qué deben prestar atención. Quiero asegurarme de que lo que le pasó a mi familia no le pase a nadie más”.

Jan Goodwin, periodista de investigación y autora galardonada, escribe para publicaciones del ámbito nacional.

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