El estudio, publicado el 20 de julio, realizó un seguimiento de 11,568 personas, a partir de sus 45 años (y sin historial de derrames cerebrales), durante alrededor de 28 años. Poco más de la mitad de los participantes (el 56%) eran mujeres y poco menos de un cuarto (el 23%) eran personas negras.
Los investigadores descubrieron que los participantes en el estudio que tenían riesgo genético y no siguieron los siete pasos recomendados para la salud tenían más probabilidades de experimentar un accidente cerebrovascular.
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Sin embargo, entre todos los perfiles de riesgo genético —bajo y alto— los participantes que siguieron los siete consejos de salud mostraron entre 30 y 43% menos riesgo de un derrame cerebral que los que no se adhirieron a estos hábitos. Eso corresponde a vivir casi seis años adicionales sin sufrir un derrame cerebral.
“Este estudio muestra que es posible reducir en gran medida tu riesgo si vives un estilo de vida saludable, independientemente de tu perfil genético”, destaca la Dra. Cheryl Bushnell, neuróloga de la Facultad de Medicina de Wake Forest University, que no participó en el estudio. “Eso es lo que en realidad importa”.
La reducción del riesgo de accidentes cerebrovasculares tiene beneficios adicionales para la salud, según las investigaciones. Por ejemplo, puede ayudar a proteger el cerebro, ya que un derrame cerebral es uno de los mayores factores de riesgo conocidos asociados con la demencia, según un informe (en inglés) del Consejo Mundial sobre la Salud Cerebral, de AARP.
“Cuando adoptas estos hábitos saludables que son beneficiosos para la salud cardiovascular”, observa Fornage, “esencialmente mantienes la salud cerebral y también beneficias al corazón”.
Alrededor del 10% de la población de más de 50 años en el país, o 7.6 millones de personas, han sufrido un accidente cerebrovascular en algún momento de sus vidas, afirma Bushnell, citando las estadísticas del informe anual (en inglés) de la AHA sobre enfermedades cardíacas y accidentes cerebrovasculares. No obstante, señala que el riesgo aumenta “de manera drástica” con la edad: el 2.5% de los adultos entre las edades de 40 y 59 años han sufrido un accidente cerebrovascular, en comparación con el 6% de las personas de entre 60 y 79 años, y el 13% de las personas mayores de 80 años.
Respecto a cuántas personas corren riesgo genético de sufrir accidentes cerebrovasculares, “esa es una pregunta difícil de contestar”, señala Bushnell, y agrega que los investigadores han identificado 32 genes distintos asociados con los derrames cerebrales.
“Sin embargo, lo interesante es que la mayoría de ellos están vinculados de alguna manera a otros factores, como la presión arterial o el colesterol”, indica. En otras palabras, el estilo de vida desempeña un papel importante en desencadenar los accidentes cerebrovasculares, incluso para las personas con una predisposición genética.
Los efectos perjudiciales de un derrame cerebral
Sea cual fuere la manera en que ocurra, un derrame cerebral puede tener consecuencias catastróficas. “A menudo la secuela es una discapacidad a largo plazo, pero también puede tener como consecuencia la muerte”, advierte Fornage.
De hecho, estos trastornos son la causa principal de las discapacidades a largo plazo en Estados Unidos, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades. Las consecuencias adversas dependen del tipo de accidente cerebrovascular y de la parte del cerebro afectada, aclara Bushnell.
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