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Cómo los médicos están tratando el coronavirus en este momento

Los esteroides, la pronación y la terapia de plasma son algunas de las opciones actuales.


spinner image Un farmacéutico sostiene una caja del medicamento dexametasona
BLOOMBERG VIA GETTY IMAGES

| Es oficial: la hidroxicloroquina es un fracaso. Tras meses de propaganda, los decepcionantes ensayos clínicos llevaron finalmente a que la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) revocara la autorización del uso de emergencia de la droga la semana pasada. Algunos médicos no se sorprendieron: muchos habían dejado de usarla mucho antes del anuncio de la FDA, ya que las investigaciones que no apoyaban su eficacia para la COVID-19 continuaban aumentando.

El día después de que la FDA detuviera abruptamente el uso de hidroxicloroquina, un grupo de investigadores británicos de Oxford University anunciaron su éxito en el tratamiento de pacientes de alto riesgo con un esteroide común: dexametasona. Según sus investigaciones (que aún no se han publicado), la droga, que ya se utiliza para enfermedades como la artritis o los trastornos de la piel, parece ser el primer tratamiento que reduce significativamente el riesgo de muerte de los pacientes que utilizan respiradores. Para los que usan oxígeno, redujo las muertes aún más.

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En el tratamiento diario actual de la COVID-19, los médicos dicen que la mayoría de las personas que contraen el virus no necesitan nada más que un reductor de fiebre como el paracetamol, mucho descanso y tal vez un plato de sopa de pollo. Sin embargo, sigue siendo un desafío encontrar la mejor manera de tratar al grupo más pequeño pero significativo que se enferma de gravedad.

“Realmente no hemos identificado nada que sea efectivo y que deba usarse de manera rutinaria”, afirma el Dr. Neil Schluger, jefe de la división de Medicina Pulmonar, Alergia y Cuidados Críticos del Centro Médico Irving de Columbia University. Agrega que para quienes necesitan ser hospitalizados, “lo que hacemos es darles oxígeno y asegurarnos de que los pacientes tengan hidratación y nutrición adecuadas”.

Alrededor del 80% de las veces, este tipo de “cuidado de apoyo” es suficiente, reconoce. Aquellos en el desafortunado 20% (que tienden a ser mayores de 60 años con enfermedades subyacentes) probablemente recibirán uno o más de los siguientes tratamientos.

Ventilación mecánica

Cuando los pacientes desarrollan uno de los aspectos más mortíferos de la COVID-19, el síndrome de dificultad respiratoria aguda, “la única terapia probada que cambia el resultado es la ventilación de bajo volumen”, explica el Dr. Ivan Rosas, jefe de la sección de Medicina Pulmonar, Cuidados Críticos y del Sueño del Departamento de Medicina del Baylor College of Medicine. Los pacientes que requieren un respirador —que bombea oxígeno a los pulmones y elimina el dióxido de carbono— primero tienen que ser intubados, lo que implica poner un tubo en la garganta y en la tráquea.

Aunque los respiradores no tratan la infección subyacente, a veces pueden mantener al paciente vivo el tiempo suficiente para recuperarse mientras su sistema inmunitario o los medicamentos combaten el virus. “Hemos tenido personas de 82 años con respiradores que han podido dejar el respirador”, afirma Schluger.

Dicho esto, los pacientes más jóvenes tienden a enfrentar mejores probabilidades de supervivencia en las máquinas que los mayores de 80 años, según una investigación que incluye un reciente estudio de Lancet. Los médicos tratan de mantener a un mayor número de pacientes mayores sin respiradores, con un enfoque que combina la pronación (ver más abajo) y un tipo específico de suministro de oxígeno conocido como cánulas nasales.

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Pronación

En pocas palabras, la pronación implica que el paciente se acueste boca abajo, pero solo es así de simple si el paciente está consciente y no está conectado a una maquinaria compleja. “Hemos estado haciendo esto con pacientes con COVID-19 que están bastante enfermos, pero no lo suficiente como para estar conectados a un respirador”, explica Schluger, quien agrega que la pronación ayuda a dirigir la sangre a las partes de los pulmones que están lo suficientemente sanas como para seguir funcionando.

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En algunos hospitales, entre ellos University of Chicago Medicine, los médicos están descubriendo que pueden mantener a muchos pacientes desconectados de los respiradores combinando la pronación con las cánulas nasales (tubos no invasivos que impulsan oxígeno en las fosas nasales). Este método suministra oxígeno caliente y humidificado a los pulmones a través de la nariz, evitando el riesgo de lesiones pulmonares que pueden causar los respiradores.

Antivíricos

Los antivíricos funcionan al impedir que un virus se replique. Remdesivir, que tiene autorización de la FDA para uso de emergencia, parece estar a la cabeza, pero no es el único contendiente. Otros medicamentos, como el favipiravir, que está aprobado como tratamiento contra la gripe en Japón, se han aprobado para tratar los casos leves a moderados de COVID-19 en India.

Aunque estos medicamentos parecen prometedores, no se debe esperar una cura instantánea. Uno de los ensayos aleatorios de remdesivir más amplios, publicado en mayo en el New England Journal of Medicine, encontró que los pacientes enfermos de gravedad a los que se les dio el medicamento se recuperaron en un promedio de once días, frente a los quince días de quienes recibieron un placebo.

En los próximos ensayos también se estudiará la posibilidad de combinar el remdesivir con medicamentos como el baricitinib (marca Olumiant) o el tocilizumab (Actemra), ambos aprobados por la FDA para la artritis reumatoide. Hay razones para creer que tales combinaciones crearán un remedio más poderoso, afirma Rosas, quien lo compara con la mezcla de medicamentos de quimioterapia para pacientes con cáncer. “Los mecanismos de acción [de los medicamentos individuales] son diferentes pero sinérgicos”, dice.

Anticoagulantes

Cuando el nuevo coronavirus se identificó por primera vez, se creía que afectaba principalmente el sistema respiratorio. Eso no ha cambiado, pero algunos pacientes están plagados de coágulos de sangre serios que pueden causar accidentes cerebrovasculares o embolias pulmonares. “El virus puede dañar el revestimiento de los vasos sanguíneos”, explica Rosas. “Si un paciente tiene biomarcadores u otra evidencia de coagulación, agregaremos un anticoagulante”, como la warfarina.

En abril, los investigadores de la Facultad de Medicina de University of North Carolina en Chapel Hill publicaron un informe en el que sugerían que todos los pacientes hospitalizados con COVID-19 deberían recibir anticoagulantes a menos que tengan una enfermedad que lo contraindique. En algunos países, incluidos los Países Bajos, esto ya se ha convertido en práctica habitual.

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Terapia de plasma de convaleciente

Cuando se contrae una infección, el cuerpo produce anticuerpos que generalmente evitan que se enferme con la misma infección en el futuro. La terapia de plasma de convaleciente consiste en tomar plasma (la parte de la sangre que contiene anticuerpos) de una persona que se ha recuperado de la COVID-19 e inocularlo en un paciente enfermo de gravedad que esté luchando contra el virus.

Los científicos han estado experimentando con este tipo de tratamiento para los virus al menos desde la pandemia de gripe española de 1918, pero aún no se ha determinado si resulta eficaz para la COVID-19. “Es un área de investigación muy activa”, reconoce Schluger.

Esteroides (incluida la dexametasona)

El uso de corticosteroides para tratar casos graves de COVID-19 ha sido controvertido. Estos medicamentos actúan reduciendo ampliamente la inflamación, lo que es útil para combatir esta enfermedad, pero pueden hacer que el paciente se vuelva más susceptible a otras infecciones. Algunos informes sugieren que el momento del tratamiento podría ser importante, y que dar a los pacientes moderada o gravemente enfermos una “dosis temprana y corta” podría ser la clave.

Recientemente, investigadores del Reino Unido anunciaron los primeros hallazgos de un gran ensayo aleatorio que indican que cuando se administró una dosis baja del esteroide dexametasona a pacientes de COVID-19 con respiradores, las probabilidades de muerte se redujeron en un tercio. Los resultados completos del estudio aún no se han publicado ni han sido revisados por homólogos, pero Schluger señala que otros estudios de observación han arrojado resultados similares.

Inhibidores de la interleucina

Algunos pacientes con COVID-19 que se enferman de gravedad desarrollan neumonía seguida de una “tormenta de citoquinas”, una respuesta inmunológica hiperactiva que causa estragos en el tejido sano. “La enfermedad comienza como un virus, pero en algunos pacientes se convierte en esta respuesta hiperinmune”, explica Rosas.

Independientemente del coronavirus, las tormentas de citoquinas a veces se producen en pacientes con trastornos autoinmunes. Cuando lo hacen, los médicos recurren a medicamentos como el tocilizumab (Actemra) o la anakinra (Kineret), que están destinados a bloquear determinadas citoquinas (proteínas inflamatorias). Ahora, los médicos están tratando de averiguar si los mismos medicamentos pueden utilizarse para tratar las tormentas de citoquinas en los pacientes con COVID-19.

En Baylor, Rosas es el investigador principal de un estudio internacional sobre el tocilizumab que se dirige a una citoquina específica. Se espera que el análisis de los datos de este ensayo se complete en julio. Mientras tanto, este medicamento y muchos otros mencionados en este artículo continúan usándose sin indicación autorizada o experimentalmente como parte de varios ensayos clínicos.

En cuanto a los nuevos medicamentos, debes ser paciente: aunque los científicos se esfuerzan por identificar nuevos compuestos, el proceso de descubrir, probar y producir en masa un nuevo medicamento puede llevar años. Readaptar medicamentos que ya están en el mercado para otros trastornos es la forma más rápida de ayudar a las personas que están enfermas en este momento.

“Entendemos la ansiedad, el miedo y las frustraciones que los pacientes tienen”, dice Schluger. “Compartimos muchos de esos sentimientos. Pero este no es el momento de bajar nuestros estándares científicos”.

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