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Padre Fabián Arias

Consuela y apoya a su parroquia donde más de 40 miembros han muerto a causa de la COVID-19.

Fabian Arias, pastor luterano de la Iglesia de San Pedro en Manhattan, se prepara para celebrar un servicio en una calle en Brooklyn

GETTY IMAGES

Padre Fabián Arias

Mi iglesia, la congregación hispana de Saint Peter's Church en Nueva York, ha sido dolorosamente impactada por el coronavirus. Han muerto más de 50 de nuestros feligreses, todos latinos. 

Es un reflejo de la realidad preocupante que demuestra esta crisis: la pandemia está afectando más a las poblaciones minoritarias en Estados Unidos. En el caso nuestro, el 90% de nuestros fieles son inmigrantes, la mayoría de ellos indocumentados.


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Nuestra iglesia está situada en unos de los puntos principales del subway en Nueva York. Atiende a fieles de al menos cinco condados y algunos visitan nuestro recinto de camino o regreso al trabajo. La mayoría son camareros, repartidores de comida, empleados de la construcción y de otros servicios.

Para ellos, todo esto ha sido muy duro porque no solo perdieron sus trabajos, sino que también no pueden recibir ayuda por parte del Gobierno o del estado. Dependen de la solidaridad y la generosidad de otros ciudadanos.

Están viviendo el endeudamiento del atraso de sus alquileres y, lo más difícil, la pérdida de seres queridos por la COVID-19.

Están viviendo la desesperación de cómo van a velar a sus muertos, con qué dinero, en dónde despedirlos y dónde enterrarlos.

He tenido que realizar ceremonias fúnebres parado arriba de los coches fúnebres, en casas particulares y otras solo usando la plataforma Zoom. Es triste y traumático. Ver las cenizas de sus seres amados a través de un teléfono o una computadora, ver una parte de la familia aquí en Nueva York y otra en sus países de origen y el sacerdote en otro lugar distante y diferente dando una bendición y predicando, rezando.

Cambió la manera de vivir la fe

Esta experiencia se ha convertido en una especie de trilogía que linda entre la realidad, la ficción y lo trascendente. Madres y padres que no pueden abrazar a sus hijos y nietos para consolarse mutuamente. Silencios y hasta mentiras para no agudizar más los dolores y angustias.

Mi tarea fundamental es la de acompañamiento. Mi trabajo pastoral es estar cerca de la gente, contenerlos emocionalmente en un momento tan duro. Ayudarlos en la oración y tratar de que no decaiga su fe.

Esta crisis no cambiará nuestra manera de practicar la fe, pero sí la manera de cómo la vivimos a partir de ahora. La pandemia nos ha hecho entender lo frágil y vulnerable que somos como seres humanos y cómo la vida, que es un don de Dios, está solo en sus manos.

“Me he sentido indefenso”

A nivel personal, me he sentido indefenso, incluso he tenido temor y miedo, pero no es el miedo a contagiarme, es el miedo a lo desconocido, a ver cómo algo tan diminuto e insignificante, como aparentemente puede ser un virus, puede paralizar a la humanidad y cambiarnos las vidas por completo.

"Esta crisis no cambiará nuestra manera de practicar la fe, pero sí la manera de cómo la vivimos a partir de ahora".

Padre Fabián

Desde que empezó la pandemia, empecé a celebrar la misa por internet. Esto ha hecho que se multiplicara o triplicara muchas veces la participación de los feligreses, incluso desde diferentes lugares del mundo. En una de las misas había más de 2,700 personas y alrededor de 1,200 eran internacionales.

La parte difícil de la misa por internet es que no podemos celebrar en comunidad y alimentarnos de la sagrada eucaristía, no nos podemos dar el abrazo de la paz.

En momentos como este, la gente no experimenta una crisis de fe. Es una paradoja. Estos acontecimientos movilizan nuestra estructura existencialmente. La gente se vuelca a la fe porque estamos experimentando lo vulnerables que somos, descubriendo que hoy estamos y mañana tal vez no.

La gente necesita sentirse cerca de Dios. Si empezamos con burocracias o principios dogmáticos, entonces la iglesia está perdida. El dolor es ahora. Este es el momento para acompañar a la comunidad y aligerar sus angustias.

Estoy consciente del riesgo al que estoy expuesto, pero también sé que estoy tomando las precauciones necesarias y conversando con la gente previamente para cuidarnos todos y también cumplir con el objetivo de despedir a los seres amados. El cuidado y la prevención son mis prioridades.

Nunca pensé que terminaría viviendo en los Estados Unidos y ayudando a los integrantes de mi parroquia en una pandemia. Yo vine a estudiar a Estados Unidos en 1988 y después trabajé en España y en mi Argentina natal. En el 2002 me propusieron formar parte de una parroquia en Harlem y así terminé quedándome a vivir acá.

Esta crisis me ha llevado a salir al encuentro de mis hermanos y hermanas, de saber cómo están y qué necesitan. Esta crisis me ha llevado a descubrir cuáles son mis razones de vivir.

-Según relatado a Ernesto Lechner

 

El reverendo Eduardo Fabián Arias es sacerdote ordenado en la iglesia luterana y pastor de la congregación hispana de Saint Peter’s Church en Nueva York. Oriundo de Buenos Aires, Argentina, reside en Estados Unidos desde el 2002. Esta es su experiencia, en sus propias palabras.

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Nota del editor: Este ensayo forma parte de una serie sobre cómo vivimos los latinos en Estados Unidos el brote de coronavirus. A continuación, la lista de perfiles que forman parte de esta serie: