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Recuperación después de un derrame cerebral

Tres sobrevivientes comparten sus historias del proceso de recuperación.

Persona mayor sostiene la mano de su médico

PORNPAK KHUNATORN/GETTY IMAGES

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Annie Smith:  Los consejos duros de una desconocida la motivaron a caminar de nuevo

En diciembre del 2015, la profesora universitaria Annie Smith estaba registrando calificaciones en el sistema de computadoras de la universidad, cuando de repente sintió una ola de fatiga.

A Smith no le sorprendió estar cansada; no estaba durmiendo bien. Su esposo de 38 años había muerto de una aneurisma cerebral a principios de ese año, y todavía estaba de duelo. No ayudó que había pasado varias horas frustrantes tratando de navegar trámites militares burocráticos para demostrar que reunía los requisitos para recibir beneficios militares. Además, la carga de trabajo ese semestre era particularmente intensa; tenía más de 300 estudiantes.

"Quizás debería tomarme una corta siesta antes de empezar a corregir", recuerda pensar. En el escritorio, empujó la silla hacia atrás, se puso de pie... y luego se cayó al suelo. "Me fallaron las piernas", dice ella.

Fue un derrame cerebral masivo.

Smith, quien tenía 55 años en aquel momento y vivía en Tuscaloosa, Alabama, no encajaba en el perfil de una víctima usual de derrame cerebral. No fumaba, no tenía diabetes ni presión arterial alta. No estaba con sobrepeso. Hacía ejercicios varias veces a la semana y evitaba la comida frita.

Su cardiólogo dijo que solo el estrés, junto con una enfermedad cardíaca no diagnosticada, causaron el derrame cerebral.

"A través de esta experiencia aprendí que soy aún más fuerte de lo que pensaba"

Annie Smith

Después del derrame, el lado izquierdo de Smith quedó paralizado. Los médicos dijeron que quizás no podría caminar de nuevo. Acostada en su cama de hospital, con un futuro incierto por delante, Smith extrañaba a su esposo más que nunca. "Me sentía deprimida y derrotada", dice Smith.

El hospital ofreció terapia física y vocacional, pero ella no tenía ganas.

Un día, después de que Smith declinara una sesión de terapia física, la terapeuta le ofreció consejos duros que dejaron una impresión, recuerda Smith: "Ella dijo, 'Muchacha, esa cama no es tu amiga. No ayudas a nadie al quedarte ahí todo el día. Tienes que tomar el control de tu vida de nuevo'".

La terapeuta le recordó a Smith a su mamá, y supo que la mujer tenía razón. Les debía a sus hijas y su nieta intentarlo. En ese momento, se propuso hacer todo lo posible para volver a caminar.

"En mi niñez, según los estereotipos, nadie pensaba que lograría nada por mi apellido y color", dijo Smith, quien es afroamericana. "Cuando permitimos que otras personas nos digan lo que podemos o no hacer, perdemos algo de quienes somos. No sabía cómo me iba a recuperar, pero supe que lo haría".

Smith empezó a ir a sesiones de terapia y a hacer los ejercicios con esmero. Al principio, su lado izquierdo no respondía en lo absoluto. Luego, despertó una mañana y se dio cuenta de algo: su pierna izquierda se había movido durante la noche. Smith sabía que si su pierna se había movido mientras dormía, podía moverse cuando estaba despierta. "Después de eso, empecé a tratar de enviar señales desde mi cerebro para que mi pierna se moviera", dice ella. "Tomó unas cuantas semanas, pero un día empezó a cooperar". 


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Ella recuerda la primera vez que trató de caminar durante una sesión de terapia, agarrándose de dos barras paralelas. "Me caía una y otra vez", dice ella. Se supone que la sesión durara una hora, pero Smith se sintió tan frustrada que después de 45 minutos se sentó y por el resto del tiempo miró cómo otros caminaban. "Sabía que mi cerebro estaba tratando de reprogramarse, así que yo miraba sus piernas para descifrar cómo se suponía que se movieran".

Finalmente, Smith lo logró. Cuando regresó a casa en marzo del 2016, tres meses después del derrame cerebral, usaba un andador. Para abril de ese año, podía caminar con un bastón cuadrípode. Y en junio, empezó a caminar por sí sola. Fue de vacaciones con su familia a Orlando para celebrar.

Mientras tanto, continuaba trabajando en otros aspectos de su recuperación. Para fortalecer su mano izquierda, pasó muchas horas recogiendo monedas (una por una) y echándolas en una caja, y desenroscando tapas y volviéndolas a enroscar. Hacía rompecabezas Sudoku y otros juegos para el cerebro para aumentar su capacidad mental. Ella cree que la repetición fue fundamental en su recuperación. "Al cerebro le gustan los patrones", dice ella.

En la actualidad, cuida de su dieta, se ejercita cuatro veces a la semana y trabaja arduamente para controlar el estrés. Inmediatamente después del derrame cerebral, Smith creó un grupo de control del estrés en su biblioteca local para hablar con otros sobre formas de aliviar la ansiedad. Ahora, su manera favorita de relajarse es pasar tiempo con su nieta de 3 años, "la fuerza calmante en mi vida que hace que todo sea mejor".

Smith, quien ahora tiene 59 años, se considera alrededor de un 80% recuperada. Ya conduce de nuevo y hace la mayoría de las cosas por sí sola.

Smith dice que el lado izquierdo de su cuerpo todavía está débil, por lo que a veces se le cae la cartera o el bolso de compras. Pero agradece cada día y por las cosas que funcionan en su vida. "A través de esta experiencia aprendí que soy aún más fuerte de lo que pensaba", dice ella. "Todos tenemos días buenos y malos. Lo único que puedes hacer es ser la mejor versión de ti cada día".

Kathy McCormick: Su derrame cerebral la ayudó a encontrar un propósito nuevo

Kathy McCormick supo que algo no estaba bien cuando se despertó el 22 de octubre del 2013. Estaba tan desequilibrada, que no podía caminar al baño sin apoyarse de las paredes y el tocador.

"Sentía que no podía controlar mi cuerpo, pero mi cerebro estaba muy claro", dice ella. "Pensaba, ¿qué está pasando con mi cuerpo?".

McCormick, de 61 años en aquel momento, se volvió a acostar en la cama. Poco después, su esposo regresó de ejercitarse temprano en la mañana. Arrastrando la voz, le dijo desde la cama, "Creo que estoy teniendo un derrame cerebral".

McCormick no quería que su esposo llamara una ambulancia. (Nota: ella ahora sabe que eso fue un grave error, porque cada segundo cuenta cuando sufres un derrame cerebral. Siempre debes llamar al 911). El viaje al hospital pareció una eternidad, y McCormick se sentía cada vez peor.

Los médicos en el hospital confirmaron el derrame cerebral. Dijeron que un pequeño vaso en la base del cráneo se había roto y soltó un pedazo de placa en el cerebro. Culparon su presión arterial alta.

McCormick, quien era una maestra recién jubilada en Reno, Nevada, sabía que tenía hipertensión y tomaba medicamentos. De hecho, su médico le había aumentado la dosis hacía poco. Evidentemente, no fue suficiente. 

"Veo lo que en realidad es importante, y es mi familia. Me siento tan afortunada de estar haciendo otra vez todo lo que me gusta y más".

Kathy McCormick

Aunque su derrame cerebral fue leve, McCormick tuvo que volver a aprender a hacer muchas cosas. Tenía dificultad para caminar, hablar, leer y escribir. Tragar líquidos era muy difícil; era como si su mente procesaba todo a una velocidad más lenta, y empezaba a toser.

Ella, haciendo un esfuerzo para mejorarse, fue a sesiones arduas de fisioterapia diseñadas para despertar sus músculos. Después de unas semanas de usar un andador, pudo caminar independientemente, aunque de forma insegura. 

McCormick caminaba tanto como podía. Todos los días recorría su calle de un lado a otro. "Había una pequeña inclinación, y se sentía como una montaña", expresa. "Yo seguía esforzándome".  Diez meses después del derrame cerebral, tuvo suficiente fuerza para hacer una caminata en una pequeña montaña en Bozeman, Montana, en un viaje con su esposo. "Esa fue mi primera gran victoria", dice ella.

McCormick tuvo problemas de comprensión y memoria por meses. Se le olvidaban palabras, tenía dificultad con el dinero y para mantener un horario. Su neurólogo le dijo que el sueño era clave para la recuperación del cerebro, así que McCormick tomaba muchas siestas. También tenía episodios de depresión grave. Más del 30% de los sobrevivientes de derrame cerebral experimentan depresión, y algunos días McCormick lloraba todo el tiempo. Ella dice que los medicamentos la han ayudado mucho.

McCormick dijo que fue difícil dejar que su familia viera su debilidad, pero fueron muy comprensivos, y la experiencia los unió aún más. Su hija embarazada hacía yoga con ella. Su esposo la ayudó a aprender a conducir de nuevo. Y todos se reían mucho. "Creo que la risa es curativa", dice ella.

En el 2016, ella y su esposo se mudaron a Denver para estar más cerca de sus hijos y nietos. McCormick encontró un nuevo propósito al cuidar de sus nietos dos veces a la semana y ofrecerse como voluntaria en la American Heart/Stroke Association. "Antes del derrame, estaba tratando de averiguar qué hacer en la jubilación, y en realidad no tenía idea", dice ella. "Después, tomé un nuevo giro. Fui como voluntaria al hospital donde sufrí el derrame cerebral. Me di cuenta de que eso es lo que me gusta".

Actualmente, McCormick, de 67 años, se siente más saludable que antes del derrame. Come alimentos más saludables y hace ejercicios de fortalecimiento, equilibro y coordinación en el gimnasio.

Por supuesto, también tiene días en los que no puede pensar en la palabra correcta o se siente frustrada porque es difícil tragarse una ensalada. Pero ahora ve la vida de forma diferente. "Creo que el derrame cerebral me dio una segunda oportunidad", dice ella. "Veo lo que en realidad es importante, y es mi familia. Me siento tan afortunada de estar haciendo otra vez todo lo que me gusta y más".

Sobreviviente de derrame cerebral Steve Seigel: El habla limitada no pudo vencer su espíritu

En un viernes en la noche, en mayo del 2015, Steve Seigel entró a un restaurante, agarró su pedido para llevar y cuando iba a decir "gracias", se dio cuenta de que no podía formar la palabra. Literalmente no podía hablar.

Seigel, un exitoso propietario de negocio que tenía 63 años en aquel momento, pudo conducir las pocas millas entre el restaurante y su hogar en Long Island. "Tenía miedo", dice ahora. Su esposa insistió que fueran al hospital.

¿Cuál fue el diagnóstico? Un derrame cerebral causado por un bloqueo de la arteria carótida que llegaba al cerebro. Los médicos dijeron que su colesterol alto probablemente tuvo algo que ver.

El equipo médico decidió no realizar una cirugía. En su lugar, le dieron un medicamento para prevenir otro derrame cerebral y recomendaron terapia del habla. Aunque Seigel todavía tenía dificultad para formar palabras, se sentía bien y estaba de buen ánimo cuando regresó a casa.

Dos días después, en la tarde del domingo, Seigel sufrió un devastador segundo derrame cerebral que paralizó su lado derecho.  Su esposa llamó al 911 y lo llevaron al hospital de nuevo. Tardó un mes en lo que su presión sanguínea y otros signos vitales se estabilizaran lo suficiente para que los médicos realizaran la cirugía para reparar la arteria. 

"Nos dio esperanzas de que algún día volvería a aprender a hablar"

Shara Seigel, hija de Steve

Después, Seigel casi no se parecía al hombre que era antes, dice su hija Shara Seigel. No podía hablar. No podía caminar. No podía comer por sí solo. No podía dirigir su negocio de serigrafía, jugar baloncesto o recoger el periódico de la entrada de la casa —todas las cosas que disfrutaba hacer—. Lo que podía hacer era cantar. "Se sabía toda la letra", dice Shara Seigel, señalando que el centro del habla en el cerebro está en un lado distinto al de cantar. "Nos dio esperanzas de que algún día volvería a aprender a hablar".

En julio, dos meses después del derrame cerebral, se mudó a un centro de rehabilitación. Todavía estaba en una silla de ruedas y no le gustaba. Los asistentes de salud informaban que encontraban una y otra vez a Seigel en el piso porque trataba de levantarse y caminar.

Con el tiempo, y después de mucho trabajo, Seigel recuperó fuerza en su lado derecho. Usando un dispositivo ortopédico, aprendió a caminar con un andador y luego con un bastón. Para cuando dejó el centro de rehabilitación a finales del 2015, podía hacer muchas de sus tareas personales por sí solo.

Pero todavía tenía dificultad para hablar. A veces, se sentía tan frustrado con su incapacidad, que pateaba las cosas.

La terapia del habla lo ayudó. Después de muchas sesiones y de practicar con fichas, ahora puede comunicarse usando palabras simples y oraciones cortas. Cuando le preguntan sobre su progreso, tiene una respuesta sencilla. "Ejercicio todos los días", dice con esfuerzo. "Y paciencia".

Seigel, quien ahora tiene 67 años, habla con todo el mundo y siempre sonríe, dice su hija. Seigel tiene un asistente de salud, pero insiste en ducharse, vestirse y preparar el desayuno él mismo. Extraña visitar a clientes y viajar con su esposa, pero encuentra alegría en las pequeñas cosas, como ver las noticias, salir a comer con su esposa y recoger el New York Times de la entrada de su casa cada mañana.

No hace mucho, Seigel le dijo a su fisioterapeuta que quería jugar baloncesto de nuevo. El terapeuta tenía sus dudas al principio. Cuando Seigel insistió, fueron a un gimnasio local con una cancha de baloncesto. Seigel rebotó el balón con su mano izquierda y se movió por la cancha. De alguna manera, logró encestar el balón.

Ahora, Seigel juega baloncesto con su terapeuta dos veces a la semana como parte de su terapia. Cuando un reportero le pregunta sobre eso, es la primera vez en la conversación en la que no se le dificulta decir las palabras. "Estoy bien", dice, con una carcajada. 

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