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La preocupación de una directora funeraria ante las muertes en los hogares de ancianos

Carol Williams sospecha que más muertes en los hogares de ancianos están relacionadas con el coronavirus de lo que se ha reportado oficialmente.

Foto familiar de una mujer sobre una mesa

Foto COURTEsía de NATIONAL FUNERAL DIRECTORS & MORTICIANS ASSOCIATION

In English | Como directora de servicios funerarios por largo tiempo en su comunidad en Atlanta, Carol Williams sabe el significado de estar presente para los demás. Ella ha organizado servicios fúnebres para sus parientes, amigos cercanos, miembros de su congregación y sus hermanas de la sororidad. Ha aprendido a controlar su propio dolor mientras ayuda a otros a atravesar este proceso.

Sin embargo, lo que actualmente ella enfrenta en medio de la pandemia del coronavirus crea una serie de retos nuevos, incluidas las muertes en los hogares de ancianos.

Carl M. Williams Funeral Directors, la histórica funeraria de la que es copropietaria junto con su esposo, ha recogido los cuerpos de cinco residentes de hogares de ancianos que dieron positivo al coronavirus. Pero ella sospecha que muchas otras muertes recientes en estas instalaciones están relacionadas con la COVID-19. Sin los resultados de las pruebas de detección, dice ella, "no hay manera de saber si la persona tenía el virus o no".

A ella le preocupan sus colegas de la industria funeraria, quienes entran en contacto con cuerpos todavía infecciosos, y pasan trabajo para encontrar el equipo de protección personal que necesitan para hacer sus labores de manera segura. Carol, quien durante 10 años ha sido la directora ejecutiva de la asociación nacional de directores funerarios y embalsamadores, conoce a varios miembros de la asociación que han fallecido luego de contraer el virus.

"No somos el personal de primera intervención; somos los de última intervención", dice.

Fue maestra de escuela pública, donde enseñaba salud, antes de cambiar de carrera e inscribirse junto con su hijo en la escuela de ciencias funerarias en 1995, tres años luego de que su esposo comprara la funeraria. En la escuela de ciencias funerarias, enseñó microbiología y química. Se convirtió en una directora de servicios funerarios y embalsamadora con licencia, pero ve su trabajo "como un ministerio". Se ocupa de los fallecidos, pero su satisfacción es el servicio a los vivos, quienes a veces no tienen a nadie que los ayude.

"Terminamos siendo sus consejeros", dice Williams, "porque estamos ahí para escucharlos".

Ella ve la ira y el sentido de culpabilidad de los familiares que dejaron a sus cónyuges o padres en hogares de ancianos en los que confiaban y nunca tuvieron la oportunidad de despedirse de ellos. En ocasiones, ni sabían que su ser querido se había enfermado.

Y escucha las historias de los directores de funeraria, sobre los familiares que regresan donde ellos una y otra vez a medida que familiares adicionales contraen el virus y mueren. De hecho, un hogar de ancianos en Atlanta experimentó la muerte de dos parejas, víctimas de la COVID-19, lo que forzó a sus hijos a enterrar al padre y la madre uno después del otro. Es una situación muy dura, incluso con sus décadas de experiencia, y Williams lo sufre.

"A veces, tienes que alejarte", dice, "e irte a la oficina a llorar, porque no puedes hacer nada".