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La realidad de convertirse súbitamente en cuidador

Cómo un suceso catastrófico en Irak cambió la vida de Lee y Bob Woodruff.


spinner image Bob y Lee Woodruff se miran a los ojos sonrientes
IDA MAE ASTUTE/ABC NEWS

Una llamada telefónica cambió mi mundo por completo.

El 29 de enero del 2006 recibí una llamada del entonces presidente de ABC News para explicarme que mi esposo, el periodista Bob Woodruff, había sido víctima de una bomba al borde de la carretera en Irak, donde se encontraba realizando reportajes sobre la guerra para el programa World News Tonight, de ABC. Bob había sufrido una lesión cerebral traumática grave y estaba en camino a la unidad quirúrgica del campo de batalla, donde los médicos le quitarían la mitad del cráneo para salvarle la vida. No estaba claro si sobreviviría al procedimiento.

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Cuando sonó el teléfono, yo estaba en Disney World con nuestros cuatro hijos pequeños. Como les ha pasado a muchas otras personas, mi bautismo de fuego en el mundo de los cuidadores fue sin previo aviso. No hubo ninguna advertencia, no me capacitaron y no tenía experiencia anterior. Estaba aterrorizada.

spinner image Bob Woodruff en el hospital con su hermano junto a él
Woodruff en el hospital con su hermano a su lado.
PHOTO COURTESY OF LEE WOODRUFF

Durante los 35 días siguientes, Bob estuvo en un coma inducido en el Bethesda Naval Hospital en Bethesda, Maryland (ahora llamado Walter Reed National Military Medical Center). Mientras que su cuerpo físico sanaba, su mente se rehusaba a despertar. Mi espíritu, inicialmente optimista, finalmente cedió a la realidad desgarradora. Me obligué a visitar un hogar de cuidados agudos porque los médicos me habían estado diciendo delicadamente que ese era el próximo paso para Bob, a no ser que despertara y comenzara el duro proceso de rehabilitación.

Al día siguiente, como en los guiones de las películas hechas para la televisión, Bob se despertó por sí solo, eufórico, hablando boberías y dándose cuenta gradualmente del alcance de sus lesiones. Ahora comenzaría el verdadero trabajo difícil: la larga y lenta recuperación después de una lesión cerebral y los altibajos de mi vida como cuidadora.

spinner image Bob Woodruff junto a sus dos hijos
Cortesía de LEE WOODRUFF

El personal médico y otras personas me habían preparado para enfrentar la tristeza y la depresión que sufriría Bob, una reacción normal en pacientes que deben aceptar su pérdida tras hechos o diagnósticos traumáticos que cambian la vida. Me pregunté si, además de cargar con mi propio corazón herido, iba a ser capaz de llevar la carga del dolor de mi esposo y preservar el bienestar emocional de mis hijos. ¿Podría criarlos en medio de los numerosos traumas familiares sin afectar negativamente su visión del mundo?

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Preocupada sobre un futuro tan incierto, decidí preguntarle a Bob directamente si se sentía deprimido. Tres días después de haber salido del coma, le tomé la mano y me incliné para acercarme a su rostro en la cama del hospital, tratando de no mirar el lugar hendido en su cráneo, donde ya no tenía hueso.

"Cariño, ¿te sientes defraudado?", le pregunté cautelosamente. "Sería normal si te sintieras así. Acabas de reemplazar a Peter Jennings como presentador principal y no has tenido casi tiempo de disfrutar de este nuevo puesto. Acaso te preguntas: ¿por qué yo? ".

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La respuesta de Bob marcó el tono para cómo yo seguiría adelante, para el lente a través del cual intentaría ver el futuro inmediato y todo lo que le seguiría.

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Lee Woodruff
FOTO CRÉDITO: STEFAN RADTKE

Si tienes temas que te gustaría que tratase o conoces a cuidadores excepcionales a quienes yo debería conocer, comunícate conmigo a la siguiente dirección: ShareWithUs@aarp.org (en inglés).

"¿Por qué no yo?", me contestó, sin amargura alguna. "No soy diferente del soldado de 25 años de Kansas. No soy más especial que los demás solo porque trabajo en la televisión".

Me quedé pasmada, de manera positiva. La respuesta de Bob y su capacidad de tratar de verlo todo desde un punto de vista positivo es lo que me permitió seguir adelante ese día y jurar hacer lo mejor posible como cuidadora.

Toda persona que haya pasado por "algo malo" sabe que no es siempre posible ver cada día con el optimismo característico de Doris Day. Hubo temporadas buenas y después períodos de lo que yo llamaba "tiempo de pago": dos pasos hacia adelante y, a veces, tres hacia atrás. Hubo momentos de dolor y también de mucho llanto a solas, momentos que aplastaban el alma. Y también desilusión, remordimiento e ira. Esas son las cosas de la vida real.

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Esta es mi primera columna como colaboradora habitual de AARP, donde compartiré mis propias experiencias como cuidadora y las de otros cuidadores. Escuchar las historias de otras personas que cuidan a seres queridos y amistades y pasan por muchos aspectos distintos de dificultades y adversidad es una lección de humildad. Para mí, ellos son los verdaderos héroes, especialmente los miles de familias militares que sufren lesiones, enfermedades y pérdidas por servir a su país.

Por supuesto, no pretendo tener todas las respuestas. Y la historia de nuestra familia es solo una de las millones que existen, cada una importante para recordarnos de qué manera todos salimos adelante: aunando nuestras fuerzas, compartiendo consejos útiles y sintiéndonos conectados con una comunidad solidaria más grande.

Y mientras que no todos podemos adoptar la actitud de "¿por qué no yo?" todos los días, el tratar de recordar eso durante los malos tiempos me sirvió como una especie de armadura, un talismán mental, cuando sentía que ya no podía más. Son esos momentos de gracia los que nos pueden ayudar a seguir adelante cuando nos sentimos a un mismo tiempo abrumados y agradecidos de ser cuidadores.

Así que, dime: ¿cuáles fueron los días más difíciles que viviste como cuidador y cómo los superaste? Comparte tu historia con nosotros (foro en inglés).

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