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Generaciones de cambio para las mujeres de Estados Unidos

En las últimas décadas, nuestra sociedad ha pasado por una gran transformación en el ámbito de los derechos y los logros de la mujer. ¿Cómo ha afectado todo esto a las familias?


spinner image Collage de fotos históricas de mujeres innovadoras con elementos de la bandera americana de EEUU, todo en rojo, blanco y azul.
Ilustración por Elena Scotti / Foto: follow article

Una hija vive el sueño profesional de su madre

Madre: Mimi Nelson, 97 años, escultora y trabajadora social jubilada; Sherman, Connecticut

Hija: Judi Weinstock, 70 años, ginecóloga obstetra; Sherman, Connecticut

Nieta: Eva Gerard, 34 años, violista y maestra de música; Brooklyn, Nueva York

| Cuando las sufragistas obtuvieron el derecho al voto hace cien años, pensaron que la plena igualdad estaba a la vuelta de la esquina. Estaban equivocadas. Entonces, cincuenta años después, una segunda oleada de feminismo —encarnada por una enorme marcha en la ciudad de Nueva York— se manifestó por derechos que se les seguían negando a las mujeres: el derecho a obtener préstamos bancarios o tarjetas de crédito sin un hombre. El derecho a competir por trabajos tradicionalmente masculinos y desempeñarlos sin discriminación sexual ni acoso. El derecho a planificar su familia y crear una vida personal en las que se sintieran no solo necesitadas sino realizadas. Aunque la igualdad total que soñaron las sufragistas aún no ha llegado, la vida personal y profesional de las mujeres de hoy se ha visto inevitablemente influenciada por este movimiento. Para conmemorar cien años del voto femenino y cincuenta años del feminismo moderno, AARP entrevistó a tres generaciones de mujeres de familias de todo el país. Queríamos saber cómo habían cambiado sus vidas, de una década a otra y de una generación a otra. Si bien sus historias son distintas, su mensaje es el mismo: las mujeres ahora tienen más poder que nunca para vivir la vida que elijan.

Mimi: desde que tenía 5 años, quería solo una cosa: ser doctora. Me habría gustado asistir a la facultad de medicina, pero no teníamos suficiente dinero. Estábamos en plena Depresión.

Judi: su padre murió cuando ella tenía 15 años, y su madre no ganaba suficiente dinero para pagarle la universidad.

Mimi: fue una tremenda desilusión, porque la medicina me cautivaba. Pero también había una expectativa de género. Cuando yo era joven, la gente decía “bueno, las mujeres no hacen eso”. Y las mujeres simplemente lo aceptaban, sin cuestionarlo.

Judi: probablemente pensé en ser doctora por el gran interés que tenía mi madre en la medicina. Pero incluso a principios de los años setenta, era difícil para una mujer ingresar a la facultad de medicina. A pesar de tener buenas notas y enviar veintiséis solicitudes, no me aceptaron en ninguna universidad de Estados Unidos. Terminé estudiando mis dos primeros años en una facultad de medicina en México y luego me transferí a Baylor College of Medicine en Texas, donde me gradué de ginecóloga obstetra. Cuando empecé a practicar medicina, todos mis colegas eran hombres, y un gran número de pacientes no querían que las atendiera una mujer. Pero pronto los tiempos cambiaron. Diez años después, todo el mundo llamaba a mi consultorio. Las pacientes querían que las atendiera solo una mujer.

Eva: a mí también me interesa la salud de la mujer. Con mi abuela y mi madre, sería imposible que no fuera así. Pero triunfó la música.

Judi: a la generación de los boomers a la que pertenezco le interesaban ideas y experiencias muy distintas. Hoy en día, para mis pacientes más jóvenes, es más importante hacer las cosas de manera perfecta, como planear una boda o mantenerse en forma.

Eva: se espera mucho más de las mujeres hoy en día, sobre todo con respecto a la maternidad. Se espera que trabajen, lo cual es fantástico, pero también se espera que estén ahí para sus hijos en todo momento. Hay mucha presión todo el tiempo. Mi abuela me dijo: “no puedes depender de los demás para que hagan cosas por ti. Tienes que aprender a hacer las cosas por ti misma”. Le dio el mismo consejo a mi madre, y por eso mi mamá puede solucionar cualquier cosa.

El ascenso hacia el éxito en tres generaciones 

Madre: Isidra Hernández, 90 años, ama de casa y madre de nueve hijos; Houston

Hija: Dolores Villarreal, 59 años, ama de casa y madre de cuatro hijos; Richmond, Texas

Nieta: Annette Silva,31 años, productora de televisión, futura madre de su primer hijo; Los Ángeles

Dolores: en muchos aspectos, para mí las cosas han sido más fáciles que para mi madre. Yo nací aquí, así que crecí en un entorno bilingüe. Ella nació en México y tuvo que aprender a hablar inglés por su cuenta. Se casó a los 15 años y nunca terminó la escuela secundaria. Yo me gradué y tomé algunas clases en la universidad, y Annette tiene un título universitario.

Isidra: llegué a este país a los veintitantos años, pero no me convertí en ciudadana hasta 1980, ya que mi esposo no pensaba que era importante. A mí me enseñaron que se hace lo que dice el hombre. Así que esperé pacientemente hasta que dijo: “Bueno, hagámoslo”. Mientras tanto, yo trabajaba en campañas locales; iba de puerta en puerta y apoyaba a los candidatos en los que creía. Cuando al fin pude votar por primera vez, me sentí como una gigante, y solo mido 4 pies y 10 pulgadas.

Annette: he oído decir que mi abuelo solía decirles a mi mamá y a sus otros hijos: “Quiero que trabajen en un edificio grande y alto y que tengan jefes ejecutivos”. Y pienso, bueno, mi jefe no es un ejecutivo. Yo soy la ejecutiva. He sobrepasado la cima de oportunidades que imaginaban mis abuelos para sus hijos. Aquí estoy, trabajando en el edificio alto, y ahora pienso que quiero ser dueña del edificio.

Dolores: antes dudaba de mí: “¿cómo voy a influir a mis hijas para que estudien si yo terminé casándome y abandonando la universidad?”. Pero ellas terminaron [sus carreras]. Y ahora, con casi 60 años, estoy pensando que puede ser hora de que yo también termine. Quiero aprender sobre computadoras y programas. Hay un pequeño vacío en mi alma que dice “realmente quiero esto”, y ¿por qué no?

Cómo han cambiado las relaciones de pareja

Madre: Iris Sandler, 93 años, ama de casa y madre de cuatro hijos; Portland, Oregón

Hija: Pat Sandler Welch, 70 años, fundadora y directora ejecutiva de una agencia de empleos, madre de dos hijos; Portland, Oregón

Nieta: Brooke Welch, 43 años, terapeuta desempleada, madre de un hijo; Portland, Oregón

Iris: para ser sincera, nunca quise tener poder personal. Yo quería un hombre que pudiera encargarse de todo. Tenía ese tipo de relación con mi difunto esposo, a quien quise mucho. Él tenía que trabajar para mantenernos. Yo no trabajaba ni quería trabajar. Me definía por encima de todo como esposa y madre.

Pat: creo que ahora es más fácil que antes tener poder personal y confianza en ti misma. Cuando estaba en casa con mis hijos y no trabajaba, creía que era una mamá relativamente buena. Fui mucho mejor madre cuando trabajaba, cuando realmente podía sentirme satisfecha al final del día. Entonces, podía regresar a casa y darles toda mi atención a mis hijos. Por supuesto, después de divorciarme del padre de mis hijos, ya no podía quedarme en casa. Cuando fundé mi agencia de empleos era una madre soltera.

Brooke: me inspiraba el hecho de tener una madre muy motivada y trabajadora, pero no creo que se puede tenerlo todo. Mi hija Frankie tiene 4 años, y decidí quedarme en casa con ella durante los primeros dos años y medio. Luego regresé a trabajar a tiempo parcial, lo cual fue bueno para mí, una manera de regresar a mi campo laboral. Pero perdí mi puesto debido a la COVID-19.

Pat: después de que murió mi papá hace ocho años, le pedí a mi madre que se mudara del otro extremo del país para vivir conmigo. Fue por su seguridad. Pero me encanta que viva aquí. Brooke y su pareja, Ryan, y Frankie han estado viviendo con nosotros también, lo cual ha sido un placer.

Iris: ya no tengo ansiedad por contagiarme del virus. Estoy consciente de mi edad. Otra de mis hijas también vive cerca, y estoy disfrutando de mi vida con mis hijos y mis nietos mucho más de lo que jamás hubiera pensado cuando vivía lejos. Me ha encantado estar con ellos. Todos tenemos el mismo sentido del humor.

Brooke: cuando escucho a mi mamá y a mi abuela y pienso en mis propias experiencias, me doy cuenta de que todas tuvimos ideas distintas acerca de lo que podíamos esperar de la vida. Mi abuela tenía una visión de lo que quería en la vida, y logró exactamente eso. Mi madre, creo que ella también tenía una visión de lo que quería —se casó joven, por amor— y luego se ajustó a las circunstancias. Ella tuvo su primer hijo a los 27, y yo tuve el mío a los 38. Yo ya había tenido mi primer gran amor, y fui muy pragmática cuando elegí a la pareja que elegí. Busqué a alguien que fuera un buen padre, que se comprometiera conmigo y con la crianza de nuestra familia. Creo que fui un poco más estratégica que mi abuela y mi madre.

Pat: una de las lecciones que aprendí de mi madre y que intenté enseñarles a mis hijos es que los malos tiempos pasarán. Cuando me enfrentaba a retos o dificultades en la vida, mi madre me decía: “Pat, tu vida es un libro largo. Esto no es más que un capítulo. No sabes el final de la historia”.

El equilibrio entre la maternidad y el deseo de superación

Madre: Geneva Senior, 80 años, especialista en telecomunicaciones, jubilada, madre de cuatro hijos; Hamden, Connecticut

Hija: Darlene Winkler, 57 años, exejecutiva de Wall Street y líder voluntaria, madre de tres hijos; Roseland, Nueva Jersey

Nieta: Sage Winkler, 26 años, contadora; Roseland, Nueva Jersey

Geneva: cuando era madre de cuatro niños pequeños, mi esposo trabajaba y mantenía a la familia, pero nunca ayudaba con las tareas domésticas. El cuidado de los niños y los quehaceres domésticos eran cosas que los hombres no hacían en ese entonces. Yo cocinaba antes de irme a trabajar, y por la noche lavaba la ropa y limpiaba. Creo que era aún más difícil para las mujeres de la generación de mi madre. Había cosas que ella quería hacer en el mundo, pero no se le permitía, ya sea por ser mujer o por ser afroamericana. No fue porque no era capaz. Fue difícil ser testigo de eso; tal vez ese es uno de los motivos por los que yo siempre les decía a mis hijos que soñaran en grande.

Darlene: mi madre no solo me motivó a vivir mis sueños, sino que también ofreció su apoyo a mi familia de una manera práctica. Pude subir la escalera corporativa y aceptar puestos que requerían largas horas de trabajo y viajes internacionales porque sabía que mi madre y mi esposo estarían ahí para ayudar a cuidar de nuestras tres hijas.

Sage: tanto mi abuela como mi madre me han hecho sentir que puedo hacer cualquier cosa. El único consejo que me han dado ha sido “adelante”. Pensar en sus vidas y en lo que han logrado probablemente me hace esforzarme aún más.

Darlene: sin duda, las oportunidades profesionales para las mujeres han mejorado de una manera significativa desde que mi madre era parte de la fuerza laboral. Pero para ser sincera, el proceso de cambio de las mujeres afroamericanas no ha llegado tan lejos ni ha avanzado tan rápido en comparación con el de las mujeres blancas.

Sage: sé que, como mujer negra, siempre habrá ciertos obstáculos, no importa el año en el que nos encontremos. Dicho esto, creo que indudablemente tengo más oportunidades que mi mamá, y ella tuvo más oportunidades que su mamá. El internet y las redes sociales han creado un mundo más al alcance y con más posibilidades.

Aprender a hablar sobre el abuso

Madre: Fran Bull, 82 años, artista, dueña de una galería, profesora de arte, madre de tres hijos; Brandon, Vermont

Hija: Katie Bull, 57 años, maestra de voz, vocalista de jazz, compositora, madre de dos hijos; condado de Ulster, Nueva York

Nieta: Hannajane Bull Prichett, 25 años, artista, estudiante de posgrado de sistemas y tecnología de información geográfica; condado de Summit, Colorado

Katie: creo que cada generación está viviendo el movimiento #MeToo en forma diferente. Y tenemos que escucharnos unos a otros. Yo enseño a estudiantes universitarios, y reconozco que las mujeres jóvenes se han sentido muy empoderadas al saber que pueden hablar sobre sus experiencias de acoso o agresión y no sentirse avergonzadas. Y al mismo tiempo, me preocupa que las masas juzguen en las redes sociales. También soy madre de un joven, así que sé que debemos asegurarnos de que, al hablar de libertad, de lo que realmente debemos hablar es de igualdad. Debemos liberar las voces de las mujeres por medio de la justicia.

Hannajane: yo también tengo opiniones encontradas, pero son distintas. Creo que es increíble que muchas mujeres hayan hablado sobre el abuso. Pero también creo que esto ha causado que otras mujeres se sientan presionadas a hablar. Y es un proceso, y lo digo como alguien que ha pasado por eso. Lamentablemente, me tomó muchos años poder hablar de esto. Tengo mucho respeto por las personas que se sienten cómodas hablando sobre sus experiencias, pero también tengo el mismo respeto por las personas que aún no pueden hacerlo.

Fran: cuando era joven, acepté ciertos comportamientos que las mujeres de hoy, según dicen, no tolerarían. Trabajaba en el Distrito de la Moda en Nueva York como modelo y, Dios mío, el acoso era algo de todos los días. El concepto de la belleza, creo, es un tema que no se ha explorado, excepto tal vez en la filosofía. Creo que existe un miedo a la belleza femenina. Puede convertir a las mujeres jóvenes en un blanco.

Katie: mi mamá me inspiró como artista con su independencia, su pasión, su visión y la dedicación a su arte. Creo que es un genio, y no solo porque sea mi madre.

Hannajane: de niña, estuve rodeada de energía de mujeres fuertes en todos los ángulos de mi vida, con mi madre y mis dos abuelas. Crecí en un hogar en el que mi opinión contaba, y el tener una madre que es maestra de voz me enseñó a hacer oír mi propia voz.

Mujeres que querían más

Madre: Laura McKie, 84 años, jubilada y especialista en educación sobre museos, directora voluntaria de museos, madre de dos hijas; Woodbridge, Virginia

Hija: Deborah McKie, 59 años, instructora universitaria de ciencias, madre de tres hijos; Manassas, Virginia

Hija: Karin McKie, 56 años, educadora, escritora, publicista, actriz; Chicago

Laura: cuando regresé a trabajar a principios de los años setenta, no conocía a ninguna otra madre que trabajara, pero me estaba volviendo loca en casa cuidando de mis hijos.

Karin: fuimos unos de los primeros niños del vecindario en tener llave para entrar a casa después de la escuela. Ella era una madre fantástica, pero decía: “tengo un cerebro. Tengo que conservarlo”. Empezó a trabajar en el Smithsonian cuando yo estaba en segundo grado y Deborah estaba en quinto. Y estuvo bien. Mamá siempre me dice que se sentía culpable por dejarnos con una niñera, pero a nosotros nos encantaba, porque teníamos cierta libertad.

Laura: mi esposo, Alan, y yo hemos estado casados más de sesenta años. Él siempre estuvo dispuesto a dejarme hacer lo que yo quería hacer. Cuando le dije que quería regresar a trabajar después de que nacieran las niñas, dijo: “está bien. Encontraremos la manera de cuidar de las niñas”.

Deborah: actualmente, las mujeres que tienen familia se encuentran en una situación en la que hagan lo que hagan, no pueden ganar. Si decides quedarte en casa con tus hijos —suponiendo que tu situación económica te lo permita—, algunas madres que trabajan te menosprecian. Si en lugar de eso decides continuar trabajando, algunas madres que se quedan en casa dirán que estás siendo egoísta y que estás pensando en ti primero. Los hombres no tienen que tomar estas decisiones. Por esa razón, yo diría que hoy en día es más difícil que hace una generación, ya que no se esperaba que la mayoría de las madres tuvieran una carrera, así que había menos presión, aunque también había menos opciones.

Laura: después de jubilarme del Smithsonian, trabajé en un proyecto para crear un museo en una antigua prisión en honor a las mujeres que fueron encarceladas y torturadas ahí en la década de 1910 por exigir el derecho al voto. Terminé convirtiéndome en la directora, y el Lucy Burns Museum abrió a principios del 2020. Lo que más me cautiva acerca de las sufragistas es que estas mujeres estaban dispuestas a morir para obtener el voto. Literalmente. Hacían huelgas de hambre, aunque sabían que podían morir por no comer y que sufrirían terriblemente cuando sus captores las forzaran a comer. Y sin embargo, lo hacían de todos modos. Ese tipo de valentía es inimaginable para mí.

Karin: todos hemos sido voluntarios en el museo de varias formas, incluso mi padre.

Laura: actualmente, él trabaja para mí como voluntario y da recorridos guiados del museo a los visitantes.

Deborah: creo que su mayor contribución al museo ha sido el apoyo y la asistencia continuos que le ha dado a mi mamá, tanto mental como físicamente. Siempre habla con mucho orgullo de ella.

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