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Cómo surgió el Colegio Electoral

Por qué no será fácil eliminar este precepto constitucional.


El Colegio Electoral, el sistema vigente por el que se elige al presidente de Estados Unidos cada cuatro años, es una de las mayores fuentes de controversias y discrepancias en el escenario político actual, a pesar de que cuando se creó se consideró más una solución que un problema. Su nombre como tal no aparece de manera expresa en la Constitución, pero quedó establecido en el artículo II y en la Enmienda 12, que sí mencionan a los electores que lo forman.

Cuando en 1787 la Convención Constitucional se reunió en Filadelfia para acordar la creación de una carta magna que rigiera nuestra incipiente democracia, surgieron dos alternativas básicamente opuestas sobre la estructura del gobierno: una, conocida como el Plan de Virginia, abogaba por un gobierno federal con una Cámara, un Senado, una rama judicial y una figura ejecutiva elegida por el Congreso. (Una especie de sistema parlamentario como el que existe actualmente en algunos países de Europa.) La otra, conocida como el Plan de Nueva Jersey, proponía que cada estado tuviera igual representación y conservara más poder a ese nivel con una Corte Suprema y sin poder ejecutivo.

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Tras acaloradas negociaciones que duraron varios meses, los miembros de la Convención llegaron finalmente a un acuerdo que establecía que una entidad nacional llamada Colegio Electoral elegiría a un presidente. Cada estado contribuiría a este Colegio Electoral con un número de electores proporcional a su población, que a su vez equivaldría al número de sus representantes a la Cámara más sus dos senadores.

La elección del presidente correspondía a los estados, ya que eran estos los que voluntariamente se unían bajo su mando para formar la gran república de Estados Unidos de América.  

Cabe notar que en una época en que la norma era una monarquía, este sistema refleja el concepto de una república, de una federación de estados. También busca conservar la unión de lo que era en ese momento un puñado de estados independientes con intereses diversos; y la equitativa representación de cada cual. Desde un principio, entonces, la intención de los padres fundadores nunca fue que el presidente fuera electo directamente por medio de un voto popular. (Tampoco en 1787 todas las personas tenían derecho al voto, como lo tienen hoy día.) La elección del presidente correspondía a los estados, ya que eran estos los que voluntariamente se unían bajo su mando para formar la gran república de Estados Unidos de América.

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Los números clave

A diferencia del número de senadores, que siempre ha sido dos por cada estado, el crecimiento de la población a través del tiempo, reflejado por el Censo nacional que se realiza cada diez años, ha elevado considerablemente el número de representantes a la Cámara. Este aumento fue gradual hasta que en 1929 entró en vigor la llamada Permanent Apportionment Act (Ley de Distribución Permanente), que fijó el número de representantes en 435 hasta el día de hoy.  

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De ahí que, actualmente, el número total de electores del Colegio Electoral es 435 más 100, que suman 535. Si le añadimos los 3 electores que asignaron los padres fundadores al Distrito de Colombia, que aunque no es oficialmente un estado alberga nuestra capital y sede de gobierno federal, llegamos a la famosa cifra de 538 que han popularizado los analistas de las estadísticas electorales, y cuya mayoría de 270 es el codiciado número clave al que tiene que llegar un candidato para ocupar la Casa Blanca. En caso de un empate o de no lograrse la mayoría de los votos del Colegio Electoral, la Constitución establece que la Cámara de Representantes decide quién será presidente. Esto ha ocurrido una sola vez en la historia, en las elecciones de 1824, cuando ni John Quincy Adams ni Andrew Jackson obtuvo la mayoría del voto del Colegio Electoral y la Cámara eligió a Adams el sexto presidente de la nación.  

Es así que cada estado debe seleccionar el número de electores que le corresponda según el número de representantes que tenga en la Cámara, más los dos senadores. Esa selección de electores obedece a un proceso a dos tiempos.

Cómo es el proceso electoral en los estados

Primero, los partidos políticos en cada estado crean sus respectivas listas de posibles electores antes de la elección general. Esas listas la forman generalmente personas que han servido y son leales a su partido. Esto significa que cada partido y, por tanto, cada candidatura presidencial, tiene su propio grupo de electores. La expectativa es que estos votarán de acuerdo a los resultados del voto popular en sus respectivos estados, como lo ha hecho históricamente casi la totalidad —más del 99%— de los electores. Sin embargo, no hay ley federal ni precepto constitucional que los obligue a reflejar el voto popular. Esta expectativa obedece a leyes estatales y directivas de los partidos políticos.  

Segundo, cuando los votantes de cada estado concluyen su votación en las urnas, el candidato que obtiene la mayoría de votos recibe la totalidad de votos electorales del estado, salvo en Maine y Nebraska, donde los votos se distribuyen según los resultados en cada distrito legislativo. Los electores oficialmente depositan sus votos en una reunión que tiene lugar en cada estado en diciembre, un poco más de un mes después de la elección presidencial en noviembre. Pero este voto se convierte en una simple formalidad después de que los resultados aparecen públicamente la misma noche de la elección.   

De manera que sí existe —de cierto modo— el voto popular. Pero solo a nivel estatal, que no se traduce a la totalidad de votos nacionalmente.  

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La polémica en torno al Colegio Electoral

Hoy en día, existe una vertiente de opinión que preferiría que ganara el candidato que alcanzara la mayoría del voto popular a escala nacional y que se eliminara el polémico Colegio Electoral. Estos votantes acentúan su oposición al sistema actual cada vez que la persona que llega a la Casa Blanca lo ha logrado a pesar de no haber recibido la mayor cantidad de votos. Sin embargo, esto ha ocurrido solamente cinco veces en la historia de Estados Unidos, y solo dos veces después del cambio en la ley de 1929:

  • John Quincy Adams en 1824 (perdió el voto popular contra Andrew Jackson por 38,149 votos).
  • Rutherford B. Hayes en 1876 (perdió el voto popular contra Samuel J. Tilden por 254,235 votos).
  • Benjamín Harrison en 1888 (perdió el voto popular contra Grover Cleveland por 90,596 votos).
  • George W. Bush en el 2000 (perdió el voto popular contra Al Gore por 543,816 votos).
  • Donald J. Trump en el 2016 (perdió el voto popular contra Hillary Clinton por casi 2.9 millones de votos).

Cada partido y, por tanto, cada candidatura presidencial, tiene su propio grupo de electores.

El Colegio Electoral con miras a las elecciones del 2020

La diferencia en la cifra del voto popular en la más reciente elección del 2016, entre otras razones, ha llevado a algunos candidatos presidenciales para la elección del 2020 a incluir la eliminación del Colegio Electoral en sus plataformas políticas.

Pero del discurso a la realidad va un gran trecho. El hecho de que el Colegio Electoral forma parte de la Constitución significa que para cambiarlo o eliminarlo se requeriría una enmienda constitucional, la cual debe seguir un largo y difícil proceso de votación.

Y no vendría mal refrescar la memoria sobre cuál sería ese proceso.

El Artículo V de la Constitución explica que una enmienda puede ser propuesta por el Congreso mediante dos tercios del voto en la Cámara y en el Senado. Una vez concluido este paso, la enmienda debe ser ratificada por tres cuartas partes de los estados. Otra manera de realizar una enmienda es que el Congreso convoque a una convención constitucional a solicitud de dos tercios de las Legislaturas estatales, aunque de las veintisiete enmiendas existentes, ninguna se aprobó mediante una convención.

El proceso de enmienda no es fácil ni expedito. Queda por ver si el mecanismo electoral que establecieron los fundadores de la patria seguirá intacto, o si vendrán cambios. Y de ser así, si estos reflejarán los ideales sobre los que se fundó esta gran nación.

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