Vida Sana
Nota del editor: Puede que la población de Estados Unidos no esté de acuerdo en muchas cosas, pero el 96% de nosotros coincidimos en la importancia del Seguro Social. Y con razón: el programa, ahora de 87 años, se ha convertido en el fundamento de nuestras finanzas en la jubilación. Esto plantea la pregunta: ¿Por qué no son más seguras sus finanzas? Para contestar eso, AARP habló con docenas de expertos sobre el Seguro Social y su viabilidad futura. A continuación, lo que aprendimos.
Durante décadas, los asesores financieros han descrito el sistema jubilatorio de Estados Unidos como “un banco de tres patas”: una ecuación para tener estabilidad económica en la etapa avanzada de la vida que está compuesta por una pensión sustancial del trabajo, generosos ahorros personales y un pago mensual del Seguro Social.
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Buena suerte con eso. Las pensiones que garantizan ingresos de por vida son una raza en extinción en Estados Unidos, y son muy pocas las personas que han acumulado ahorros suficientes para tener un ingreso mensual sustancial durante todos los años de su jubilación. Según información del National Institute on Retirement Security, menos del 7% de las personas jubiladas tienen actualmente un ingreso regular de las tres “patas del banco”.
De esas fuentes de ingresos, el Seguro Social es el único que ha demostrado ser robusto y constante. No solo es la mayor fuente de ingresos para la mayoría de los jubilados, sino que nunca dejó de hacer un pago mensual desde que emitió su primer cheque a nombre de Ida May Fuller en 1940. Y ese tal vez sea el motivo por el cual a tantas personas les preocupa su salud. En una encuesta realizada por AARP en el 2020, el 57% de los participantes indicaron que no confían en el futuro del programa.
“Quienes tienden a desconfiar del Gobierno parecen tener menos fe en que el Seguro Social estará allí para ellos en su forma actual”, dice Michael Baughman, un planificador financiero en Tryon, Carolina del Norte. “Y cuando trabajamos con clientes más jóvenes, vemos incluso menos confianza en el Seguro Social”.
Si bien la preocupación por el programa no es nueva y las personas más jóvenes típicamente tienen más dudas que los adultos mayores, los escépticos tienen razón. Las finanzas del Seguro Social están, sin lugar a duda, reduciéndose, y la solución de ese problema está principalmente en manos del Congreso de Estados Unidos. Si no se toma ninguna medida, el punto de crisis —es decir, cuando el programa no tenga suficiente dinero para cumplir totalmente con los beneficios prometidos— ocurrirá en algo más de diez años.
Si bien hay muchas razones para sospechar que el Congreso se tomará su tiempo, es probable que se acumule la presión para que actúe antes de que llegue ese momento. Pero eso podría suceder extremadamente cerca del final del plazo. “Toda reforma que es factible desde el punto de vista político requiere de cosas que ambos partidos odian”, dice Reid Ribble, un excongresista republicano del 8.º Distrito de Wisconsin. “Los republicanos nunca han querido aumentar los ingresos, y abordar el problema solo del lado de los beneficios no es políticamente viable”.
Popular y en problemas
El Seguro Social es uno de los programas más exitosos que jamás se haya creado en este país para combatir la pobreza. Sin los beneficios del Seguro Social, otros 21.7 millones de personas se encontrarían por debajo del umbral de pobreza, según el Center on Budget and Policy Priorities.
El Seguro Social hace más que enviar un cheque a los beneficiarios jubilados cada mes. También provee ingresos regulares a los cónyuges sobrevivientes y a sus hijos. El Seguro por Incapacidad del Seguro Social (SSDI) ayuda a pagar las facturas mensuales de trabajadores incapacitados calificados y de sus familias. Y si bien la mayoría de las personas a las que el Seguro Social ayuda a evitar la pobreza son adultos mayores, 6.9 millones tienen menos de 65 años y 1.1 millones son niños.
No sorprende, entonces, que el Seguro Social cuente con amplio apoyo. “Es sumamente claro que las personas de todas las generaciones en el país valoran la estabilidad económica que el Seguro Social ha ofrecido”, afirma Nancy LeaMond, vicepresidenta ejecutiva y directora de Activismo Legislativo y Compromiso de AARP.
Pero hay nubes en el horizonte. Si no se modifican las leyes, los fondos fiduciarios del Seguro Social —las cuentas financieras de las que el programa retira fondos cuando los pagos anuales a los beneficiarios exceden la recaudación anual de impuestos— se agotarán en aproximadamente 11 años, de acuerdo con el más reciente informe anual de fiduciarios del Seguro Social. En ese momento, el programa contará solamente con la recaudación periódica de impuestos para pagar los beneficios, y los cálculos indican que eso cubriría solo el 80% de los beneficios prometidos.
A ojos del Congreso, falta mucho para el 2034. Pero cuanto más pronto actúen los legisladores, más rápido y fácil será reforzar las reservas de los fondos fiduciarios, por una simple razón matemática: los cambios más pequeños que se realicen ahora en los ingresos o en los beneficios se acumularán con el tiempo, lo cual es una forma mucho más eficiente que pagar una reparación grande a último momento para asegurar la disponibilidad de fondos.
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