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Inundaciones en Texas: un centro de cuidados bajo el agua y un residente arrastrado por la corriente

Los adultos mayores enfrentan más muertes y devastación en el último desastre climático en Estados Unidos.


Se observan árboles, escombros y otros daños a lo largo del río Guadalupe.
Lluvias intensas provocaron graves inundaciones en el río Guadalupe, en Kerrville, Texas, y dejaron al menos 121 muertos.
Brandon Bell/Getty Images

Eran las 4:30 a.m. del 5 de julio, y aún estaba oscuro, cuando Heather Cokendolpher se despertó debido a una alerta de emergencia en su teléfono: había inundaciones en el área. Al no poder volver a dormirse, se levantó de la cama; el suelo de la habitación estaba cubierto de agua que le llegaba hasta los tobillos.

Cuando encendió las luces, Cokendolpher vio un río de tres pies de altura que sacudía sus puertas francesas y había inundado el porche trasero de su casa en Burnet, Texas. Llovía a cántaros y el cercano arroyo Hamilton Creek había crecido hasta un nivel que ella jamás había visto.

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Cokendolpher, de 48 años, tenía que llevar a su esposo, que usa una silla de ruedas, y a sus dos hijos adolescentes a un lugar más elevado cuanto antes. El nivel del agua aumentaba muy rápido y la corriente se hacía más fuerte cada minuto. Pero ella tenía también otras preocupaciones: la seguridad de los ocho residentes del pequeño centro de vida asistida que ella posee y opera en su propiedad, ubicado a poca distancia de su casa.  

Los residentes de Pafford Place, todos de 82 años o más, también estaban atrapados.

La escena era "aterradora", recuerda Cokendolpher. "Absolutamente aterradora". Niveles históricos de lluvia e inundaciones repentinas anegaron las riberas en la región de Texas Hill Country durante el fin de semana festivo del Día de la Independencia, arrasando casas, campamentos, vehículos recreativos y campamentos de verano históricos. Las inundaciones han cobrado al menos 121 vidas, según las autoridades, y la mayoría de esas muertes fueron en el condado de Kerr. Cinco condados más han confirmado muertes, incluido Burnet, donde se encuentra Pafford Place.

Muchas de las víctimas fueron niños, incluyendo un gran número del campamento solo para niñas Camp Mystic, cerca del río Guadalupe, donde fallecieron al menos 27 campistas y consejeros. Cuando ocurren desastres climáticos extremos en el país, generalmente son los adultos mayores quienes se ven afectados de manera desproporcionada, y sus relatos cada vez son más: una empleada de Walmart de 62 años en camino a su trabajo, un residente de Texas de toda la vida de 91 años con 17 bisnietos, el director de Camp Mystic de 70 años, un veterano del Ejército de 57 años ( enlaces en inglés) que entregaba medicamentos a hospitales y hogares de ancianos.

Además, según las autoridades, siguen desaparecidas más de 170 personas en todo el estado, y es probable que muchas de ellas sean adultos mayores. La población del condado de Kerr tiende a ser mayor, con la proporción de residentes de 65 años o más siendo casi el doble que el promedio nacional. El condado también ha sido durante mucho tiempo un destino vacacional para visitantes mayores de otras ciudades, entre ellos campistas jubilados y abuelos que visitan campamentos de verano, según Brenda Thompson, de 66 años, directora del Dietert Center, un centro local para adultos mayores en Kerrville.

 "Creo que es muy posible que haya algunas personas mayores en ese grupo [de desaparecidos]", señala Thompson. El jueves, le informaron que el cuerpo de un amigo desaparecido, que tenía alrededor de 60 o 70 años, fue encontrado a 37 millas de distancia del campamento donde él y su esposa se alojaban. "Surgirán más historias como esa".

Brenda Thompson, quien dirige un centro para personas mayores en Kerrville, Texas, observa la devastación causada por las inundaciones repentinas.
Cortesía de Jared Moossy

"La mayor sensación de impotencia que jamás había experimentado"

Las investigaciones han encontrado que los adultos mayores son más vulnerables a los eventos climáticos extremos y a menudo tienen tasas de mortalidad más altas durante y después de desastres en comparación con otros grupos de edad. Esto se debe a una variedad de causas, incluyendo tasas más altas de enfermedades crónicas, discapacidades físicas, deterioro cognitivo, aislamiento social y una mayor dependencia en dispositivos de asistencia, como andadores y sillas de ruedas. Las tasas más bajas de conectividad, los recursos financieros limitados y las brechas en los planes de preparación para desastres, tanto personales como oficiales, también contribuyen a un mayor riesgo.

Para Cokendolpher, muchos de esos riesgos se convirtieron en realidad esa mañana de sábado.

En su propia casa, el nivel del agua subió rápidamente, obligando a Cokendolpher y a su familia a escapar por una ventana de la cocina. Intentaron hacerse camino hasta el centro de vida asistida, pero el agua, que les llegaba hasta la cintura, y la corriente lo hicieron imposible. "Nos hubiéramos ahogado de haberlo intentado", explica ella.

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La familia atravesó el agua hasta la camioneta de uno de los hijos, donde los jóvenes levantaron en brazos al esposo de Cokendolpher y lo sentaron en la caja de la camioneta. Las aguas crecientes obligaron rápidamente a la familia a trasladarse al techo de una casa rodante cercana. Desde allí, vieron la destrucción que se estaba produciendo en Pafford Place: el agua entraba a raudales por las ventanas y puertas destrozadas, mientras los muebles se agitaban violentamente en el interior. "Esa imagen", dice Cokendolpher entre sollozos, "me perseguirá para siempre".

La familia llamó al 911 para pedir ayuda. Pero a medida que pasaban las horas, Cokendolpher temía que sus residentes, que dependen de andadores o sillas de ruedas y tienen diferentes grados de demencia, no serían capaces de huir a un terreno más elevado.

En ese momento, la familia vio a Lee Brizendine, un residente de Pafford Place, salir de su habitación. El veterano de la Marina de 85 años intentaba escapar, pero la corriente era demasiado fuerte. Mientras Brizendine, a quien ella consideraba un querido amigo, desaparecía bajo el agua y era arrastrado por el río embravecido, lo único que Cokendolpher podía hacer era mirar. Ella estaba abrumada por "la mayor sensación de impotencia que jamás había experimentado", recuerda.

Imágenes de Pafford Place durante y antes de las inundaciones repentinas.
Cortesía de Familia Cokendolpher

Posteriormente se confirmó que Brizendine estaba entre los fallecidos.

Alrededor de las 9 a.m., llegaron los rescatistas en botes y trasladaron a la familia Cokendolpher a un terreno seco más elevado. Los rescatistas rodearon Pafford Place y entraban y salían a nado por las ventanas. Cokendolpher rezó para que encontraran a los residentes con vida, a quienes ella ayudaba a alimentar, bañar y entretener cada día —y a los que consideraba como su propia familia, agrega— pero se preparó para lo peor.

"Siete confirmados" se escuchó a través de los walkie-talkies de los rescatistas, y Cokendolpher recuerda preguntarse, ¿muertos o vivos? Ella observó mientras sacaban a los residentes del edificio, los subían a botes y los llevaban hasta donde ella estaba. "Los segundos parecían horas", recuerda Cokendolpher. Pero finalmente, obtuvo su respuesta: siete confirmados vivos.

Sin embargo, un residente no estaba entre ellos. Brizendine había ingresado a Pafford Place dos meses antes, solo y ansioso, pero se adaptó rápidamente a una rutina de colorear todos los días, bromear con el personal y los residentes, y pasar tiempo con su cuñado, quien lo visitaba casi todos los días. "Era realmente encantador", dice Cokendolpher de Brizendine.

El lunes después de la inundación, alrededor de 100 voluntarios se reunieron en Pafford Place para ayudar a la familia Cokendolpher a comenzar las tareas de limpieza y reconstrucción. El cuñado de Brizendine, que acababa de enterarse de la muerte de su pariente, era uno de ellos.

El hogar de los Cokendolphers la mañana después de la inundación.
Cortesía de Familia Cokendolpher

Los desastres pasados auguran un futuro precario

Si la historia de desastres es un predictor de lo que puede suceder en Texas en las semanas y los meses próximos, es probable que aumente el número de víctimas mayores.

Los adultos de 50 años o más representaron el 59% (en inglés) de las muertes totales causadas por las inundaciones repentinas y fluviales en el país en el 2024. De las aproximadamente 150 muertes atribuidas al huracán Ian, que azotó la costa oeste de Florida con inundaciones y vientos en el 2022, alrededor de dos tercios (en inglés) fueron de personas mayores de 65 años. En Puerto Rico, 35 de las 42 muertes causadas por el huracán Fiona ese mismo año, fueron de adultos mayores de 65 años. Cuando el huracán Florence devastó Carolina del Norte en el 2018, dos de cada tres (en inglés) muertes fueron de personas de 60 años o más, y casi la mitad de las personas fallecidas fueron adultos mayores de 70 años. Esta tendencia se refleja en los eventos meteorológicos de hace décadas.  

“Es algo que vemos repetirse una y otra vez”, dice Sue Anne Bell, profesora adjunta de la Facultad de Enfermería de la Universidad de Míchigan, que trabaja en la preparación y respuesta ante desastres. “Las investigaciones de los últimos 50 años o más demuestran que los adultos mayores son una población vulnerable y, sin embargo, todavía estamos lidiando con los mismos problemas”.

Los aproximadamente 300 clientes de Meals on Wheels del Dietert Center fueron lo primero en lo que pensó Thompson mientras regresaba apresuradamente a Kerrville el 4 de julio. Thompson estaba visitando a su hija cuando las inundaciones asolaron el condado de Kerr. A medida que la magnitud del desastre se hizo evidente, decidió que necesitaba emprender el viaje de cinco horas de regreso a casa. "Esos adultos mayores no solo dependen de nosotros para comer, en algunos casos, somos las únicas personas que los visitan con regularidad", explica Thompson. "Nosotros somos quienes se aseguran de que están bien".

Cuando Thompson regresó al Dietert Center el viernes por la tarde encontró el edificio en ruinas. El centro usualmente organiza comidas compartidas, clases divertidas y eventos sociales. Es un lugar vibrante que aloja las oficinas administrativas de programas que sirven a unos 2,000 adultos mayores en la región. En cambio, estaba lleno de barro, muebles empapados y peces moribundos.

Brenda Thompson en las oficinas del centro Dietert después de las inundaciones repentinas.
Jared Moossy

Pero "un edificio es solo un edificio, se puede reparar", afirma Thompson. La muerte "es irreparable". El personal y los voluntarios del Dietert Center pasaron el resto del fin de semana haciendo llamadas telefónicas y visitas a domicilio para comprobar que los adultos mayores estuvieran bien. El sábado, "había personas por todo el edificio, en cualquier espacio tranquilo disponible desde donde pudieran llamar a sus clientes para verificar que estaban bien", informa Thompson. Desde el jueves, todas las personas con las que se comunicaron parecían estar a salvo.

Thompson reconoce que el impacto de las riadas aún no ha terminado y que sus riesgos para la comunidad de mayores continuarán mucho después de que retroceda el agua de las inundaciones. La prioridad es conseguir que todos los servicios del Dieter Center vuelvan a funcionar con normalidad. "Aunque viven de forma independiente, necesitan ayuda", señala Thompson, y "nuestros recursos los ayudan a sobrevivir".

Sin embargo, si la respuesta de la comunidad a las inundaciones hasta la fecha es una señal de lo que está por venir, Thompson no duda que los lugareños de edad avanzada estarán bien cuidados. "Por cada llamada que hemos hecho, hemos recibido otra preguntándonos qué necesitamos", declara ella. Desde las abuelas hasta los nietos, "todos quieren saber cómo pueden ayudar".

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