Celebra el valor especial de la amistad entre varias generaciones

Durante su encuentro del 2012, Richardson se enteró de que Lunsford arrendaba una granja de caballos vecina donde ofrecía clases de equitación y alojamiento para caballos. Se mantuvieron en contacto, Richardson le compraba huevos y gallinas a Lunsford y en el 2019, siete años después de su encuentro inicial, Richardson empezó a tomar clases de equitación, con Lunsford como su instructora. Su conexión fue inmediata.

“Teníamos largas conversaciones, a veces sobre algo que nos preocupaba o sobre algo que nos alegraba mucho”, dice Richardson. “Descubrimos que nos gustaba la compañía de la otra y así se dio la amistad”.

Su amistad se estrechó cuando Richardson compró una yegua llamada Goldie, la alojó en el establo e iba a visitarla a diario.

“Aprecio su experiencia y es agradable tener una amiga que ha hecho tantas cosas”, dice Lunsford. “En todo el tiempo que hemos pasado juntas, no creo que el tema de la edad haya surgido alguna vez entre nosotras”.

El amor que sienten por los caballos fue la conexión inicial, pero ellas descubrieron que tenían mucho más en común a pesar de la diferencia de 36 años en la edad.

“Jessie no juzga, es confiable y divertida, [y] no importa que yo tenga la edad suficiente para ser su madre”, dice Richardson. “Las cualidades de un verdadero amigo no están condicionadas por la edad”.

Don Washington (izquierda) y Carey McComas comparten el sentido del humor y el amor por la aventura.

Tim Klein

Don Washington (53 años) y Carey McComas (31 años)

Un amigo en común presentó a Don Washington y Carey McComas hace cinco años. A pesar de su diferencia de edad y de sus diversas carreras (Washington trabaja en una iniciativa sin fines de lucro para el derecho a la vivienda en Chicago y McComas era asistente de vuelo), ambos comparten un sentido del humor parecido y “un aprecio por lo absurdo”, lo que dio lugar a una amistad instantánea.

“La capacidad [de Carey] de encontrar cosas raras e interesantes es genial”, dice Washington.

Su comunicación incluye un intercambio casi constante de mensajes de texto con dibujos animados de animales, memes y mezclas musicales de grupos poco conocidos. A menudo, sus planes para una reunión rápida durante el almuerzo desembocan en aventuras que duran todo el día y en veloces conversaciones.

“Hemos tenido experiencias diferentes, pero hemos sacado de ellas las mismas cosas: el amor lo supera todo y la amistad es muy importante”, dice McComas. “Cuando compartimos cosas que nos gustan con los demás, nos sentimos vistos y comprendidos”.

Sus diferencias generacionales a menudo salen a la luz: Washington no entiende la voluntad de McComas de compartir en las redes sociales desde fotos hasta su ubicación, y McComas tuvo que explicarle que “Don’t be jelly” (No seas gelatinoso) significa “Don’t be jealous” (No seas celoso). El deseo de superar las diferencias fortalece su amistad.

McComas familiarizó a Washington con el anime, y sabiendo que él nunca descargaría la aplicación para leer las últimas publicaciones de su creador favorito, encargó las versiones impresas para Washington y se las llevó a su casa.

“Es una persona increíble”, dice Washington. “Mi vida es mejor por haberla conocido”.

Mariarosa Clausen, (izquierda) y Kim Frisella se sienten identificadas entre sí a pesar de su diferencia de edad.

Preston Gannaway

Mariarosa Clausen (93 años) y Kim Frisella (51 años)

Mariarosa Clausen necesitaba compañía y ayuda para hacer mandados y acudir a citas médicas. En el 2021, su hija publicó en NextDoor que buscaba un “ayudante mayor” en su vecindario de Sacramento. Kim Frisella respondió.

Frisella, que padece depresión y se jubiló por motivos médicos de un centro de atención telefónica estatal, buscaba compañía y una oportunidad de retribuir, pero no un trabajo.

“Al principio, no esperaba encontrar una amiga”, dice Clausen.

Pero Clausen, que creció en Europa durante la Segunda Guerra Mundial y había “viajado mucho y visto muchas cosas”, sintió un fuerte vínculo con Frisella, que habló de sus experiencias como voluntaria en el Cuerpo de Paz y de sus viajes a Guatemala.

En lugar de dedicar unas horas a la semana para llevar a cabo una lista de tareas pendientes, Clausen y Frisella se ven a menudo. Además de hacer mandados, salen a comer, hornean galletas, asisten a clases para preparar tamales y hacen viajes cortos por carretera a puntos de interés cerca de donde viven en Sacramento.

Hace poco, Frisella llamó a Clausen su “bestie” (mejor amiga), y luego tuvo que explicarle lo que significaba ese término.

“No siempre hay sol y sonrisas”, dice Frisella. “Hemos tenido días tristes, pero los superamos juntas”.

Aunque pertenecen a generaciones y culturas distintas y tienen gustos diferentes en todo, desde la música y los libros hasta la comida, aprecian la perspectiva de la otra y disfrutan el tiempo que pasan juntas.

“Hay cosas en las que no estamos de acuerdo, pero no pasa nada”, dice Clausen. “Los verdaderos amigos no surgen fácilmente y cuando los encuentras, tienes que conservarlos”.