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Cómo amarnos a la medida del tiempo

Haz las paces con tu cuerpo durante la vejez y equilibra los cambios con desarrollo personal.

Mujer mayor se toma fotos a sí misma mientras sonríe.

Wundervisuals/iStock

A pesar de que soy la primera en defender que no solamente hay que aceptar sino disfrutar de cada década, pienso que no siempre es fácil seguir esa filosofía. Y esto a pesar de que el sentido común me recuerda que mi bienestar depende de una actitud positiva. Recientemente perdí a una de mis mejores amigas, Belinda, debido a un cáncer terminal. Un mes antes de morir, Belinda me había dicho que lo único que ella deseaba a sus cincuenta y tantos años, era poder envejecer.


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Aun siendo consciente de que la vida es efímera, algunos días me sorprende que a veces me asusta un poco el tiempo.    

Cuando miro mis manos al teclear en mi computadora, no las reconozco. A mis 55 años, mis dedos se parecen más a los de mi abuelita, que en paz descanse, y menos a los dedos suaves que tenía hace 10 años. Mis manos muestran manchas en la piel, venas abultadas y arrugas. Dentro de 10 años, mostrarán más surcos y quizá sean menos ágiles.

Cuando me visto, trato de elegir ropa sin escotes pronunciados, porque parece que de un día a otro se me descolgó el cuello. La piel delata los errores que cometí en mi juventud, como haberme expuesto al sol sin la protección adecuada. Hay manchas, falta de pigmentación y una textura correosa que nunca pensaba ver en mi cuerpo.

No solamente son los cambios estéticos los que me pillaron desprevenida. Después de toda una vida de tener visión perfecta, a los cuarenta y tantos empezó la presbicia. Enseguida me acostumbré a los lentes para leer. Pero no estaba preparada para tener cataratas y comprobar que ya no veía bien en ningún caso. Ni de cerca, ni de lejos ni a media distancia. Cada año, tengo que cambiar los lentes progresivos y, a la larga, sé que necesitaré cirugía para eliminar las cataratas.

Por otro lado, está el tema de los descuentos para personas mayores. Agradezco que existan, por supuesto, y no tengo problema alguno en pedirlos, como por ejemplo los descuentos que obtengo por ser miembro de AARP u otras organizaciones. Lo que me ha sorprendido es que, cada vez, con más frecuencia, me apliquen el descuento para mayores de 55 sin preguntarme la edad ni pedirme identificación. Hasta hace relativamente poco, estaba acostumbrada a que me dijeran que no representaba la edad que tenía.

Me dicen mis contemporáneas que no soy la única que mantiene una lucha interna entre la satisfacción que siento por la madurez y el temor hacia el inexorable paso del tiempo, que va dejando huellas cada vez más difíciles de ignorar.

Claro que tampoco deseo volver a mi juventud, lo cual es imposible. Afortunadamente, me siento capaz de reaccionar a tiempo y no dejarme llevar por la autocompasión. Cuando siento que podría caer en una melancolía, de esas que paralizan, me concentro en cambiar mi actitud y en enfocarme en lo que verdaderamente importa: tener una vida interior rica y satisfactoria.

Esta experiencia es la que comparto con mis lectoras, y aquí te presento algunas sugerencias para poner en práctica si alguna vez te encuentras resistiendo los efectos del paso de los años:

●      Enfócate en lo que tu cuerpo y tu mente aun son capaces de hacer, en lugar de fijarte en las carencias. A los 55 años, estoy estudiando para obtener la certificación de profesora de yoga, y me gano la vida escribiendo. ¿Qué logros físicos o intelectuales has tenido recientemente?

●      Acostúmbrate a redescubrir tu cuerpo a diario. Mírate en el espejo y haz las paces con tu piel, con las líneas de expresión, con tus canas. A mí me ayuda dedicar unos minutos cada noche a darme un masaje. No sólo me relaja, sino que el hecho de sentir los dedos sobre cada zona de la piel me permite aprender amar mi cuerpo cambiante.

●      Busca solaz en tu desarrollo personal y en mirar hacia el interior. Esto puede ser mediante una práctica espiritual o religiosa, o simplemente escribiendo reflexiones en un diario. En mi caso, practicar la meditación a diario, durante 15 o 20 minutos, me ayuda a sentirme más centrada y menos pendiente del exterior.

●      Conversa con otras mujeres de tu edad y comparte con ellas tus temores e inquietudes acerca del paso del tiempo. Generalmente las cosas que nos asustan se hacen mucho más llevaderas cuando las decimos en voz alta. Mi hermana y yo terminamos, a menudo, muertas de risa hablando de los juanetes o del dolor de espalda que nos aqueja.

Creo que para superar cualquier inquietud, el primer paso es reconocerlo. Te animo a que lo hagas, para que así continúes disfrutando de la vida, como debe ser.