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El placer de crear un nuevo desorden

Ahora hasta Marie Kondo admite que no todo en la vida gira alrededor del orden en el hogar.

spinner image Gráfica muestra a dos personas moviendo muebles frente a su casa
Christine Rosch

¿Marie Kondo nos acaba de autorizar a ser desordenados?

La gurú japonesa de la organización, que edificó un imperio alrededor de reducir la cantidad de objetos y poner cada cosa en su lugar, admitió hace poco que su casa no está tan ordenada como antes. Ahora es madre de tres hijos y tiene un nuevo libro que se enfoca en la idea de kurashi, o la versión japonesa de “forma de vida”.

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Eso significa que su nuevo enfoque está en hallar la felicidad en los actos o actividades rutinarios de todos los días, dijo hace poco a través de un intérprete en un seminario informativo en línea y ceremonia de té virtual, según informa The Washington Post. El objetivo de Kondo ya no es asegurar que todas las habitaciones de su casa estén organizadas. De hecho, admitió que su casa está desordenada.

Increíble.

¿Está cambiando de opinión casi una década después de convencer a millones de personas, entre las que me incluyo, de que tenían que eliminar cosas de sus casas para despertar la alegría? Supongo que hay que darle las gracias.

Cuando me jubilé, en el 2017, era un seguidor apasionado del método de Kondo. En ese momento, había vivido 30 años en una casa grande de tres pisos que estaballena de cosas, tantas que podrían llenar un almacén.

El ático rebalsaba de decoraciones de Navidad viejas, juguetes olvidados hace mucho tiempo y ropa que no había usado en años. El sótano estaba plagado de docenas de latas de pintura vieja y seca, herramientas oxidadas de mi abuelo y repuestos de electrodomésticos que yo ya no tenía. Había cajas con sábanas, manteles, ollas y utensilios de cocina viejos que había heredado de mi madre, y docenas de tazones grandes de vidrio tallado y piezas de servir, junto con más utensilios de cocina, que había heredado de mi tía.

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En retrospectiva, debería haber disputado sus testamentos.

Pero no todo el desbarajuste era mío. Cuando me divorcié después de 18 años de matrimonio, en el 2002, mi ex se llevó muy poco del hogar, aparte del valor acumulado de la vivienda. Y cuando mi hija se fue a la universidad en el 2011 —y nunca volvió a vivir en casa—, dejó prácticamente todas las cosas que había adquirido en su vida, como una cocina de juguete gigante, una colección completa de los libros de misterio de Nancy Drew, artículos de American Girl que equivalían a un año de salario y once bolsas gigantes con animales de peluche, a los que cariñosamente llamamos “los chicos”. En conjunto, era un basurero familiar descontrolado, uno que yo sabía que no podía dejarle a mi hija (¡cuando todo colapsara un día y yo muriera aplastado por el peso!).

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Era hora de limpiar mi casa de una vez por todas. Comencé muy bien. Unas ventanas viejas fueron a parar a un bote de basura de un vecino. Hice varios viajes al Salvation Army con cajas de libros, ceniceros, cachivaches, tazas de café y ropa. Incluso obtuve algo de dinero vendiendo algunas cosas en eBay.

No me pude despegar de otros objetos que tenían un gran valor sentimental, como la vajilla buena de mi madre y mi juego de trenes Lionel de cuando era niño, y se quedaron en casa.

Aun así, después de dos años, mi proyecto de organización estaba encaminado. Podía entrar al sótano sin tener que mover varias cajas para abrirme camino. En algunos de los estantes del ático había espacio vacío. Para mi sorpresa, no extrañé mi traje de tres piezas a rayas azules y blancas de 1976.

spinner image Gallo tallado en madera con cara de Elvis
Cortesía de John Ficarra

Pero entonces, todo se descalabró. ¿Recuerdan que dije que vendí algunas cosas en eBay? Bueno, también vi algunas cosas en eBay. Artículos que de verdad me gustaron y que realmente quería (la necesidad no entró en la ecuación). Después de unas cuantas ofertas y unos pocos clics, me convertí en el orgulloso dueño de una escultura única tallada en madera con el cuerpo de un pavo y la cabeza de Elvis Presley. Asombrosamente, la mía fue la única oferta. Luego, por tan solo $5, me adueñé de un dinosaurio moldeado en cera de la Feria Mundial de 1964, idéntico al que había comprado un día en la feria y con el que jugué hasta que se extinguió.

spinner image Tarro de crema en forma de monja
Cortesía de John Ficarra

Y no pude dejar pasar una pintura al óleo de arte folk de un viejo barco ballenero creada por un artista cuya obra admiro, ni una flecha de hierro, con una pátina verdosa fantástica, de una veleta de los años 1800. Tampoco una jarrita de leche de cerámica en forma de monja. La leche sale por la cabeza. La llamé “hermana Jarrita Láctea”. El nombre perfecto, ¿no?

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No tardé mucho en darme cuenta de las ventajas —y desventajas— de deshacerme de cosas. Sí, de pronto disfrutas del espacio y te sientes liberado del poder que tienen los objetos viejos sobre ti, pero lo que sucede es que, cuanto más botas, más lugar tienes para cosas nuevas fantásticas. Cosas que, probablemente, vienen de la casa de otras personas que se están deshaciendo de sus cosas.

Si bien mi proyecto de eliminar el desorden era mayor a la creación de uno, yo sabía que eso podía cambiar muy fácilmente si no establecía algunas reglas, las que comparto aquí con gusto.

1º regla: Limita las compras a lo que puedes exhibir o usar. Nada entra al ático o al sótano.

2º regla: No compres nada por antojo. Lo que estás considerando comprar debe encantarte de verdad; si no es así, déjalo pasar.

3º regla: Consulta toda compra cuestionable con un consejero externo (en mi caso, mi hija). Es justo que ella pueda votar al respecto porque, técnicamente, estoy gastando su herencia. Hace mucho que está acostumbrada a los hábitos excéntricos de compra de su padre, por lo que su reacción a una posible compra generalmente es un mensaje de texto con dos palabras: “Oh no…”. Es su forma de dar su aprobación sin ocultar su resignación. Me encanta el hecho de que ella entiende la necedad, lo absurdo de todo esto. La creación de un nuevo desorden ha dado lugar a una experiencia divertida que podemos compartir.

Me complace informar que soy feliz viviendo en mi gran casa vieja. El cuadro de arte folk y la flecha de la veleta se ven fantásticos colgados en el vestíbulo. La hermana Jarrita Láctea fue un éxito con mi hija y sus amigos en una barbacoa, y el Pavo Elvis se ha convertido en una tradición familiar el Día de Acción de Gracias. (Gracias. Muchas gracias).

Hoy, estoy aquí para defender el arte de crear un nuevo desorden y toda la alegría que eso despierta. En cuanto a Marie Kondo, que ahora, con tres hijos, de pronto tolera un poco de desorden, todo lo que puedo decir es: “¡Bienvenida al mundo real!”​.

John Ficarra, de 67 años, fue editor de la revista Mad.​​

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