Vida Sana
De vez en cuando, me encuentro con personas que me conocían de aquellos tiempos. Las veo comparando las dos versiones de mí: el tipo simpático que conocían que siempre estaba en un conjunto musical, tratando de alcanzar el éxito, y el hombre que ven ahora, canoso, usando zapatos sensatos y bien gastados, con los hombros no tan altos. No la estrella de rock en la que una vez juré públicamente convertirme.
"¿Todavía haces música?”, me preguntan.
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"Cómo no”, contesto. "Siempre. Esto es de por vida".
"Claro”, contestan para salir del paso. “Qué bueno".
Entiendo el porqué de su incomodidad. Quizás dieron por sentado que la derrota iba a acabar con mi deseo de tocar música. A veces sucede. Conozco a personas que soñaban con alcanzar la fama roquera y que, al igual que yo, encontraron la derrota y la decepción. Muchos de ellos vendieron sus instrumentos y equipos y se alejaron de la música.
Pero aquí está el detalle: ahora que hago música principalmente para disfrutarla, me resulta más agradable. Y como se ha quitado del medio la búsqueda de la fama, lo hago mejor. En medio de una vida que se centra en escribir letras, enseñar y apoyar a mi familia, todavía me piden que haga algunas minigiras de vez en cuando. Pero ya nadie está buscando al empresario en el fondo de la sala, al creador de ídolos. Nos enfocamos solo en la música.
Aun con el coronavirus, mis compañeros y yo tenemos un compromiso de por vida con la música y todavía nos reunimos para tocar, si bien cumplimos los protocolos de seguridad. Al parecer, nada nos puede detener. En los ensayos con distanciamiento social, los miembros del conjunto conversamos sobre los hijos, los cónyuges y los padres que envejecen. Y luego nos dedicamos de lleno al rock y todo lo demás pasa a un segundo plano. Se escucha el fuerte zumbido eléctrico y acompañante de la música, las cervezas apagan gargantas sedientas, las mascotas entran y salen. Terminamos exhaustos, de la mejor manera.
El yo más joven estaría horrorizado de ver a su futuro ser en circunstancias tan poco glamorosas. Pero yo le aconsejaría que se fijara con más atención, con la esperanza de que viera no la derrota que temía, sino a un artista maduro que está generando conexión y felicidad a través de la música. El yo joven no tendría la menor idea de lo preciosa y enriquecedora que es una vida así. Por suerte, aprenderá.
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