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Mafalda a los 56: más profunda que nunca

La historieta cómica más famosa de América Latina sigue vigente.

Nota de la redacción: Quino falleció en su ciudad natal de Medoza el 30 de septiembre a los 88 años. En su honor, recordamos los orígenes de Mafalda y la influencia de Quino sobre otros dibujantes y los fanáticos de su obra en todo el mundo.

El 29 de septiembre de 1964 ocurrió un acontecimiento en la ciudad de Buenos Aires que cambió para siempre la historia del humor gráfico en los países de habla hispana. La revista semanal Primera Plana publicó las primeras dos tiras de Mafalda, una modesta historieta cómica del dibujante autodidacta Joaquín Salvador Lavado, mejor conocido como Quino.

Más de medio siglo después, el nombre de Mafalda es sinónimo de humor, representado por la carita redonda y curiosa de una niña que lo cuestiona todo: autoridad paterna, injusticia social, el sinsentido de la política y, en un plano más existencialista aún, la presencia de la sopa como dolorosa e inevitable alternativa gastronómica para los más pequeños.

Las tiras de Mafalda —recopiladas en Argentina a través de diez libros de ventas millonarias— han sido traducidas a muchos idiomas, incluyendo guaraní y griego. El escritor Umberto Eco, quien fue el primer editor de la historieta en italiano y la llamó “Mafalda la contestataria”,  fue su admirador incondicional. Y lo más curioso es que el humor corrosivo de Mafalda, sus cuestionamientos perpetuos, no perdieron nada de su vigencia contrastados con la vida en Latinoamérica del siglo 21.

“Algo de Mafalda leí cuando era chico, pero me tomé en serio su lectura después de los 30”, cuenta Fabián Mezquita, un dibujante de extraordinaria habilidad técnica que vive y trabaja en Buenos Aires. “Mafalda me gusta en primer lugar porque es una historia sólida, preciosa por donde se la mire. Segundo, porque adhiero a su forma de ver el mundo. Tiene reflexiones muy poéticas y contundentes. Tercero, porque Quino es un tremendo dibujante y me encantan sus dibujos”.

El personaje de Mafalda es mordaz, tierno e intransigente. Inicialmente sus interacciones se limitan exclusivamente a conversaciones y discrepancias con sus padres: un modesto empleado en una oficina de seguros y un ama de casa que abandonó sus aspiraciones de ser pianista profesional al casarse. Los papás de Mafalda representan las vivencias e ideología de una clase media que recorre el resbaladizo camino de la adultez durante la década de 1960. Mafalda es portavoz de la juventud, el pacifismo de los hippies y el feminismo. Es un choque de culturas e idiosincrasias que Quino evoca con dibujos maravillosamente perspicaces, especialmente en cuanto se trata de las expresiones de sus personajes. La Argentina de esa época —sus parques, puestos de revistas, el típico almacén de la esquina donde compra todo el vecindario y los balnearios playeros donde veranea la clase media— es dibujada con un sutil pero siempre presente sentido de ironía.


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Las agudas observaciones de Mafalda nos hacen reír con algo de incomodidad, una cualidad particular del humor de la historieta. “Es el palito de abollar ideologías”, comenta al ver la cachiporra de un policía. “Dios mío, qué manera de decir adulteces”, repara luego de regañar a su hermanito menor.  Y al terminar de mecerse alegremente en un parque: “Como siempre, apenas uno pone los pies en la tierra, se acaba la diversión”.

En marzo de 1965, Quino decidió abandonar las páginas de Primera Plana, continuando con Mafalda en El Mundo, diario de gran popularidad en Argentina. Por esa época aparecen los otros personajes que completarían el universo clásico de la tira: Felipe, un niño tímido y perpetuamente conflictuado; Manolito, hijo de un almacenero español, que sorprende a sus amigos con modales bruscos; la inimitable Susanita, tan materialista como chismosa y superficial; Miguelito, el inocente del grupo; Guille, el hermano menor de Mafalda que genera una gran cantidad de chistes sobre la paternidad y las relaciones entre hermanos; y finalmente la diminuta Libertad, alma gemela de Mafalda en cuanto a sus preocupaciones sociopolíticas, pero de razonamientos por momentos confusos y contradictorios.

En 1966 se publicó el primer libro recopilando las tiras de Mafalda. Se vendieron 5,000 ejemplares en dos días y fue ahí que Quino se percató de la creciente popularidad del personaje. Es entre el sexto y el décimo tomo que la tira alcanza su apogeo conceptual y estilístico. En sus mejores momentos, Mafalda es una obra coral, que encuentra momentos de inolvidable comicidad al enfrentar entre sí a los diversos personajes de su repertorio. Un astuto observador de la naturaleza humana, Quino es implacable al exponer sus virtudes y falencias.

“Fue en 1967 que leí mi primer tomo recopilatorio de Mafalda”, recuerda Quique Alcatena, uno de los dibujantes más famosos de la actualidad argentina que también ha trabajado para las grandes editoriales estadounidenses. “Tenía diez años y no estaba preparado para captar las múltiples lecturas que ostentaba la tira. Pero el deleite que experimenté nunca fue olvidado. A la expresividad de los personajes de Quino, brillantes e idiosincráticos, había que sumar la destreza en la representación de ambientes, objetos y vehículos. Cuando abandonó la tira, el talento de Quino como artista gráfico alcanzó cuotas aún más altas. Pero Mafalda es Mafalda”.

Mafalda dejó de publicarse el 25 de junio de 1973. Era una época dura para Latinoamérica, plagada de cruentas dictaduras que atentaban abiertamente contra la libertad de expresión. En años posteriores, Quino explicó que abandonó a Mafalda por miedo a que la ideología política implícita en la tira le significara a su creador una sentencia de muerte. En otras entrevistas, comentó que la creación de cada tira la exigía un esfuerzo inmenso y que la rutina de generar tanto material había terminado por agotarlo. 

Hasta que decidió retirarse de la actividad en el 2007, Quino continuó siendo aclamado por una serie de tiras que comentaban las vicisitudes de la vida moderna con la misma mirada pesimista y lapidaria que aparecía en su creación más famosa. En el 2014 recibió el premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades por “haber combinado con sabiduría la simplicidad en el trazo del dibujo con la profundidad de su pensamiento”. Curiosamente, nunca regresó a Mafalda, aunque supervisó varias reediciones conmemorativas, además de la creación de adaptaciones en formato de animación.

Los comienzos de Mafalda fueron fortuitos. El joven Quino fue contratado por la empresa de electrodomésticos Mansfield para crear una tira que promocionara implícitamente a sus productos; una de las consignas era que el nombre del personaje empezara con la letra M. La campaña ficticia fracasó, pero las ocurrencias de Mafalda, Susanita y compañía siguen tan vigentes como hace 56 años y continúan deleitando a nuevas generaciones de lectores.