Vida Sana
Fuentistas: Durante los años 70, estos fanáticos literarios podían ser identificados con facilidad, ya que se arrastraban detrás del escritor Carlos Fuentes por el campus de University of Pennsylvania (la Universidad de Pensilvania), donde Fuentes enseñaba. Era algo característico de estos grupis el estar pendientes de cada palabra de Fuentes y sentir una profunda admiración por sus dotes literarias.
En mi caso, sería necesario un largo aprendizaje, antes de que me uniera a sus filas.
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Comenzó en 1984, cuando me nombraron editor de Review: Latin American Literature and Arts, una publicación de Americas Society. Pensé que publicar un extracto de la nueva novela de Carlos, Christopher Unborn —la cual yo había escuchado leída por él mismo en inglés (de su propia traducción) en University of Oklahoma (la Universidad de Oklahoma)— sería un golpe maestro. Me contacté con Carlos, que en ese entonces enseñaba en Washington D.C., y me envió un capítulo en español, diciéndome: “Haz lo que quieras con él”. Lo traduje, se lo envíe y muy pronto supe que no le había gustado lo que yo había hecho.
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