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'Ma ma': Un camino doloroso

Penélope Cruz interpreta a una mujer que enfrenta su destino.


DIRECTOR: Julio Medem
GUION: Julio Medem
ELENCO: Penélope Cruz, Luis Tosar, Asier Etxeandia

No es para almas sensibles la nueva película del aclamado realizador español Julio Medem. No porque su contenido sea explícitamente erótico –como en Lucía y el sexo de 2001, que le ganó muchos admiradores– o porque su mensaje busque polemizar. En realidad, la narrativa de Ma ma es tan simple que evoca un cierto minimalismo cinematográfico: de un día para el otro, Magda, una mujer joven, madre de un hijo, es diagnosticada con cáncer de seno. Y desde el principio resulta evidente que difícilmente pueda sobrevivir a la enfermedad. La película avanza hacia la tragedia inexorablemente, con crudeza, sin tenerle el menor miedo a la realidad.

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Suena increíblemente doloroso, y lo es. Pero hay dos factores que transforman a esta aguerrida película en una obra de arte: la actuación de Penélope Cruz en el papel protagónico, y la sutileza narrativa de Medem.

Interpretando a Magda –una mujer normal, pero capaz de contrarrestar las jugarretas del destino con una envidiable dosis de humor y pragmatismo– Cruz plasma una de las mejores actuaciones de su carrera. Aparece en casi todas, por no decir todas, las escenas de la película, y acapara la atención con la ferocidad de un animal arrebatado. Sus recursos expresivos parecen no tener límites: cuando le comunican que un pequeño bulto que le apareció en el seno podría traerle graves problemas, Magda debate y negocia obstinadamente con todo el que se le ponga delante: su ginecólogo (tiene turno en la peluquería y no quisiera cancelarlo por una simple mamografía); su hijo, que empieza a experimentar los dolorosos estertores de la adolescencia; y después con la realidad misma, tratando de exprimirle el jugo a la vida y proyectar amor hasta el último instante posible.

La trama se complica con una casualidad que no solo pone en peligro a la credibilidad de la película, sino que en otras manos hubiera desbarrancado al proyecto por el camino del melodrama. Mientras Magda lidia con sus problemas, se encuentra en un partido de fútbol de su hijo con Arturo, un hombre que en ese preciso momento –vaya coincidencia– recibe la peor noticia de su vida: un accidente de auto ha cobrado la vida de su hija y dejado a su esposa en coma. Por simple compasión, pero también para pensar en otra cosa que no sea su propio sufrimiento, Magda decide acompañar a su nuevo amigo, consolarlo en la más insoportable oscuridad. Como era de esperar, Magda y Arturo terminan por formar una pareja, manejando con sabiduría al hijo de ella –gradualmente adoptado por él– y también con la nada agradable figura de su exesposo.

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Penélope Cruz en una escena de la película 'Ma ma', en la que interpreta a una mujer con cáncer de seno.
Cortesía de Oscilloscope
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Es aquí donde la dirección de Medem hace la diferencia. Ya se sabía que es un realizador exquisito cuando se trata de expresar la sensualidad espontánea de los pequeños momentos cotidianos, los instantes que podrían pasar desapercibidos y sin embargo nos hacen tan humanos. Medem, que además de ser un prolífico guionista realiza el montaje de sus propias películas, tiene un talento envidiable para jugar con los tiempos, trastocarlos, y describir momentos: la luz del atardecer que entra por la ventana; un día de playa en familia, en pleno verano; el orgullo eufórico de una madre que ve a su hijito superar a los rivales en la cancha y meter un gol.

Los personajes de Ma ma están en permanente contacto con sus propios sentimientos: ríen, lloran, comparten, reflexionan y aprenden a levantarse después de caerse. Es un mundo emocional idealizado, pero de entrañable poesía.

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Para agregarle un nivel adicional de textura a su relato, Medem se adentra en la vida del ginecólogo de Magda –un doctor con talento para el canto que nos deja una imagen envidiable de la medicina europea– y su deseo de adoptar a Natasha, una adorable huerfanita de largo cabello rubio que lo espera en la lejana Siberia. La imagen de Natasha aparece permanentemente a lo largo de la película, un recurso simbólico que quizás es utilizado con exceso. Los paisajes gélidos de Rusia sugieren, claro está, el frío de la muerte.

Cuando el cáncer que parecía vencido vuelve a aparecer, Magda decide “despedirse de este mundo por la puerta grande”. Alberga una última ilusión, un proyecto tan descabellado como hermoso. Con casi dos horas de duración, la película termina siendo una experiencia casi agotadora. Vale la pena aplaudir la nobleza de sus intenciones y su valentía al atacar de frente un tema que no es exactamente sinónimo de cine comercial.

Los rubros técnicos son inmejorables, desde la iluminación y dirección de fotografía hasta el montaje y manejo de la banda sonora. Se destaca la música original del sobresaliente Alberto Iglesias, frecuente colaborador de Pedro Almodóvar. Utilizando mayormente las sonoridades cristalinas del piano, Iglesias envuelve a las imágenes en melodías suaves, sombrías, que sin embargo se acercan a la esperanza a través de un dulce clima de nostalgia.

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