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La magia de La Sonora Ponceña

De la mano del director Papo Lucca, el conjunto rompió esquemas.


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Papo Lucca al piano dirige La Sonora Ponceña durante una presentación en la Calle Ocho de Nueva York.
Martin Cohen/congahead.com

Cuando el imperio musical de la Fania adquirió el sello discográfico Inca Records en 1972, la compra vino con una cereza en el pastel: el catálogo, tanto existente como futuro, de la Sonora Ponceña, quizás la orquesta más elegante de la música afrocaribeña. Este año, la banda celebra su 60º aniversario.

Si hablamos de la Ponceña, estamos hablando de su tecladista y director musical. Papo Lucca, hijo de Quique (todavía vivo, a los 101 años), creció entre ensayos y conciertos de la orquesta que fundó su papá. Debutó junto al grupo a los 11 años y eventualmente lo transformó en un vehículo inesperado de virtuosismo y tendencias vanguardistas.

Bajo la dirección de Papo, la orquesta tocaba apasionadamente los éxitos bailables de los grandes conjuntos cubanos, para después agregarle a la mezcla las armonías del jazz, estilos brasileños, y hasta ecos de rock progresivo en los años 70. Ello, sin olvidar los exquisitos solos de piano mediante los cuales la Ponceña hacía alarde permanente de su elegancia y sofisticación.

“Recuerdo cuando estábamos grabando ‘Juan Pachanga’ con la Fania All Stars”, me comentó recientemente el sonero panameño Rubén Blades. “Papo Lucca tocó siete solos distintos ese día. Después de cada solo entraba a la cabina y escuchaba. Todo el mundo se ponía a celebrar, pero él decía: ‘No, déjame hacer otro.’ Y yo pensaba, ‘¿qué hará Johnny Pacheco, que se queda con siete solos buenísimos?’ Es un problema, porque, ¿cuál vas a escoger? Así de bueno es Papo Lucca. Nunca lo oí repetirse. Nunca lo oí tocar un solo malo”.

Y es que los astutos directivos de la Fania se dieron cuenta rápidamente que al incorporar a la Ponceña a su catálogo, ganaban también los servicios de su director. Lucca reemplazó a Larry Harlow como pianista de la Fania All Stars y colaboró en discos clásicos de estrellas del sello como Cheo Feliciano, Celia Cruz y Johnny Pacheco.

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Pero su mejor trabajo lo realizó en su adorado Puerto Rico con la Ponceña. Los fuertes contrastes de sabores y colores de la banda continúan seduciendo a bailadores y musicólogos por igual.

Orgullo boricua

“Papo Lucca era mi guía”, dice el cantante Luigi Texidor, que participó en los primeros 10 discos de la banda. “Él sabía lo que yo podía hacer y lo que no podía”.

Es una tarde de verano en Puerto Rico y mientras Texidor, de 79 años, habla desde su casa, el sonido de su voz se entrelaza con el canto de los gallos. Luigi todavía sale de gira con La Ponceña y viaja por el mundo como solista interpretando los viejos éxitos de la orquesta, temas como “El pío pío”, “Boranda” y “Bomba carambomba”.

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“Cuando entré a la orquesta, no había números originales”, recuerda Texidor. “El repertorio era música que ya había pegado otra gente —temas de Tito Rodríguez o Vicentico Valdés— y como empecé solo en el grupo, lo tenía que cantar todo yo. Después empezamos a tocar números inéditos, y Papo, con ese talento que tiene, hacía todos los arreglos. Me acuerdo cuando le llevé mi primera composición, ‘Paño de lágrimas’. Se la canté una vez, y a la segunda vuelta Papo ya me acompañaba en el piano. Era una cosa increíble”.

Las aspiraciones iniciales fueron modestas. Fue en 1944 que Quique Lucca fundó un grupito tropical llamado Conjunto Universal. Diez años más tarde nacía la Ponceña, pero fue recién en 1968 que la orquesta expresó sus tendencias progresivas bajo el mandato de Papo.

El apogeo de la Ponceña llegó entre fines de los 70 y la primera mitad de los 80. Inspirado por los grupos de rock en Inglaterra y Estados Unidos, Lucca decidió que las portadas de sus discos fueran pinturas de guerreros épicos, mezclando elementos de fantasía heroica y ciencia ficción.  

Musicalmente, aprovechó las tendencias de la época para grabar temas extensos (los siete minutos de “Boranda”, adaptación de una canción brasileña, es un claro ejemplo de estas ambiciones), incorporar elementos de otros géneros y “salsificar” instrumentales de jazz. De esta forma creó una moda en Puerto Rico que muchos imitarían.

“La Ponceña fue mejorando siempre”, explica Texidor. “Primero eran dos trompetas. Después tres y hasta cuatro. Papo le ponía un estilo a sus arreglos que estaba muy adelantado a la época. Es recién hoy que uno se da cuenta lo grande que era La Sonora Ponceña”.

Lo que sorprende es la habilidad de Lucca para complacer a los bailadores mientras experimenta con formatos afrocaribeños. Cuando la industria discográfica sufrió la brutal crisis que continúa amenazándola en este nuevo milenio, el músico reaccionó con inteligencia. Fundó su propia disquera, Pianissimo, y continuó trabajando con total independencia. Los discos que ha editado desde entonces, incluso el CD más reciente, 10 para los 100, lo muestran liberado de preocupaciones comerciales, para beneficio de la música. Y con el paso del tiempo, el orgullo de Ponce se transformó en orgullo de todos.

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