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‘Woman in Gold’, la lucha de una mujer por recuperar su legado familiar

Protagonizada por la ganadora del Oscar, Helen Mirren y Ryan Reynolds.

DIRECTOR: Simon Curtis         
GUIÓN
: Alexi Kaye Campbell (basado en la historia de Randol Schoenberg y Maria Altmann) 
ELENCO: Helen Mirren (Maria Altmann), Ryan Reynolds (Randy Schoenberg), Daniel Brühl (Hubertus), Katie Holmes (Pam), Tatiana Maslany (Joven Maria Altman), Max Irons (Fritz), Antje Traue (Adele Bloch-Bauer) y Moritz Bleibtreu (Gustav Klimt)
DURACIÓN: 110 minutos

De una prometedora  historia basada en hechos reales, la película Woman in Gold  se convierte en un retrato azucarado y maniqueo. El título alude a la que es quizá la pintura más emblemática de la Viena dorada del fin-de-siècle: El primer retrato hecho por Gustav Klimt a Adele Bloch-Bauer, miembro de la alta sociedad vienesa de comienzos del siglo 20. Por mucho tiempo, la obra de arte tuvo que llevar el titulo “La Mujer de Oro” porque los nazis la confiscaron y no querían que se supiera que la protagonista – y dueña legítima– era judía.  El argumento gira en torno a la pelea legal de María Altmann, la sobrina de Adele, para recuperar la pintura en los años 90.

Altmann (Tatiana Maslany), era una jovencita recién casada cuando logra huir a Estados Unidos poco después del Anschluss (la anexión nazi de Austria en 1938).  Su tío, Ferdinand Bloch, un industrial azucarero, había comisionado la pintura de su esposa a Klimt. El retrato fue terminado en 1907 y desde entonces colgaba en las paredes de su casa. Adele, quien falleciera en 1925, estableció en su testamento que al morir Ferdinand —dado que no tuvieron hijos— el retrato debería ser donado a una galería en Austria. Es así como  el cuadro siguió colgado en la galería Belvedere en Viena, aun después de la guerra.

La historia fascinante de Adele y de su época solo ocupa una parte mínima de la película que se centra en Maria Altmann (la siempre estupenda Helen Mirren), quien vive en Los Ángeles y a quien vemos luego de la muerte de su hermana en 1998. Altmann decide tratar de recuperar el retrato. Para ello busca la ayuda de Randy, un joven abogado, quien a su vez es nieto de un eminente judío austriaco, el compositor Arnold Schoenberg. La lucha de Altmann es genuinamente sentimental y tiene que ver más con recuperar lo único que le queda de su familia.

Helen Mirren y Ryan Reynolds en una escena de 'Woman in Gold'.

ROBERT VIGLASKY/CORTESÍA THE WEINSTEIN COMPANY

Helen Mirren y Ryan Reynolds en una escena de 'Woman in Gold'.

Altmann le dice a Randy que mientras el público ve una obra maestra, ella simplemente ve a su querida tía. A Randy le interesa más el potencial económico cuando se entera a través de Google que, forjado en hoja de oro, el retrato tiene un valor calculado de por lo menos 100 millones de dólares. Randy y Altmann viajan a Viena, donde se realiza una conferencia de restitución de obras de arte confiscadas por los nazis. El caso de Altmann se complica debido a que las autoridades austriacas dan por bueno el testamento de Adele. Como uno de los burócratas que llevan el caso le informa a Altmann, el retrato de su tía es “la Mona Lisa de Austria”.

La dinámica de Woman in Gold recuerda a la película Philomena (dir. Stephen Frears, 2013), en que una mujer intenta retomar contacto con un hijo cuya custodia le fue robada. Había en el centro de Philomena una lucha que era también entre la fe religiosa de Filomena y el ateísmo del periodista que acompaña a la protagonista a Irlanda. Si bien en Woman in Gold  se trata también de crear en el centro de la litigación una lucha por la justicia, no se logra reproducirla en la relación humana entre Randy y Altmann.

En definitiva, la falla de Woman in Gold es que, mientras que resulta imposible creer y simpatizar con los descarados chantajes sentimentales y nacionalistas de los austriacos para no soltar el retrato de Adele, tampoco María y Randy logran probar su caso de forma convincente. Woman in Gold no logra reproducir emocionalmente entre los protagonistas la lucha a gran escala que se lleva a cabo en las cortes. El argumento a nivel intelectual esta ganado de antemano si por lógica se sabe que Austria no tiene derecho a quedarse con lo que —si alguna vez fue realmente suyo— se negó a proteger.

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